Es posible que suene exagerado afirmar que la edición de este libro señala uno de los acontecimientos más importantes en la historia del pueblo jujeño. Sí, es posible porque este pueblo nuestro participó en diversos sucesos anteriores que le permiten exigir su lugar en la historia de la humanidad. Es cierto, pero en ninguno de aquellos quedó registro alguno de su participación. El éxodo jujeño, por ejemplo. Episodio heroico y popular que recordamos religiosamente cada agosto y del cuál sólo contamos con documentos oficiales, partes de guerra o correspondencia personal de sus oficiales a cargo. No existe ningún registro de la participación del pueblo jujeño, del sufrimiento de esas gentes obligadas, por razones estratégicas, a abandonar sus casas, incendiar sus cultivos y emprender un viaje hacia un destino absolutamente incierto. No olvidemos, al evaluar estas circunstancias, que para los sabios griegos de la antigüedad, el exilio, el destierro era la mayor pena que podía aplicarse a un reo (todavía la muerte no suponía castigo alguno). Muchos historiadores concluyen que, ante semejante condena, la cicuta para Sócrates fue un verdadero privilegio.

 

Se me ocurre sospechar que, justamente, por esta ausencia de gente, por este silencio donde deberíamos escuchar seres humanos desgarrados por la injusticia, el éxodo jujeño, hoy en día, se transformó en un feriado a festejar (el señor Gobernador invita a todo el pueblo de la provincia a participar de los festejos del éxodo jujeño).

 

Es decir, tragedia sin gente, a la larga se festeja.

 

El registro de gentes sufriendo por el pecado de exigir justicia y dignidad es el motivo de este libro de Castro, y es también la razón por la que comencé estas líneas con aquello que sonaba como una exageración.

 

No, no lo es. A partir de este libro, insisto, el pueblo jujeño ingresa a la memoria heroica de la humanidad en su larga historia de luchas por su dignidad ante el atropello de los infames.

 

Con vida los llevaron viene a completar la información aportada por el libro de don Andrés Fidalgo publicado hace unos años, con lo que las consecuencias de los trágicos sucesos producidos por la última dictadura militar sobre los jujeños estarían bastante documentadas como para que, a partir de este momento, jamás tengamos que escuchar aquello de que “aquí, en Jujuy, no pasó nada”.

 

Una curiosidad, para terminar. Si hacemos un rápido repaso del índice onomástico de Con vida los llevaron nos encontramos con la absoluta ausencia de nombre pertenecientes a nuestros actuales y notorios políticos que supieron gozar de los privilegios de esta democracia que, por supuesto, no supieron conseguir.

 

(Miento, encontré dos en la letra F, la causalidad es que ambos son citados, justamente, por su complicidad con la dictadura. Curioso ¿no?)

LA IMPORTANCIA DE

(LLAMARSE) ERNESTO

 

Raúl Noro me presentó al Ernesto. Antes, me advirtió que no le gustaban los chistes fáciles ni las banalidades. Hablamos en la confitería de Belgrano y Balcarce; parecía un rockero recién bañado, me acuerdo. Era tajante. No quería saber nada con los poetas del grupo Brote ni mucho menos con los filodicatoriales.

Al poco tiempo, me fui a vivir a Córdoba y allá participé de una multitudinaria marcha en contra de la rebelión de los Carapintadas. Hubo un fin de semana largo y regresé, leí que había una marcha de familiares de detenidos-desaparecidos y, sin dudarlo, me fui. Cuando llegué al punto de reunión, me di cuenta que casi no conocía a nadie del reducido grupo. Empecé a incomodarme y entonces sentí su voz: “¡Castro!” y ahí estaba él, con sus brazos fraternalmente abiertos.

 

 

Marchamos juntos y entonces –por primera vez– sentí cuál era la función social del escritor. Él marchaba orgulloso con su melena al viento y sus frágiles lentes; íbamos a un costado de los familiares que ocupaban el lugar central. Varios vecinos nos insultaban, nosotros no éramos más de veinte, con algunos carteles. Desde el edificio donde está la Unión Empresarios nos arrojaron huevos. Ninguno de nosotros reculó.

Después, con Ernesto, nos involucramos en varios libros. Cuando apareció CON VIDA… él le acercó unas hojas manuscritas a Laura Barberis y ella las publicó en la revista EL OJO DE LA TORMENTA, aquí va un fragmento del texto que escribió el fraternal poeta que no deja de acompañarnos.

 

Reynaldo Castro