El Genio de la Libertad,
de Agustín Dumont
Leí en estos días algunas noticias desesperanzadoras, la intención de lapidar gays en Brunei y la campaña de ridiculización o bullyng global a Greta, la adolescente sueca con síndrome de Asperger que lucha por el bienestar de todo el mundo, en contra del cambio climático. 
El conservadurismo tiene miedo de cambiar aun en el caso de verse beneficiado por ese mismo cambio. Es posible que en el grupo que promueve la lapidación existan gays que atentan contra sí mismos y quienes se burlan de Greta se verían beneficiados por la defensa del planeta; sin embargo, el modo de reaccionar al cambio posible es el de atacar, burlarse, no incluir, odiar. 
Para quienes gozan de ciertos privilegios, el cambio es siempre de temer. Supongo que es el miedo a perder esos privilegios: el poder sobre ciertas clases sociales o sobre la niñez, la vejez, la mujer; la mano de obra barata, la gente sometida dispuesta a obedecer, a servir, dejar de ganar dinero con las gaseosas, con los cultivos no ecológicos, abandonar el plástico. No sé. Muchas cosas deberían cambiar para vivir mejor. Hay quienes pueden evadir impuestos y quienes serán criminalizados si lo hacen; los bancos podrán robar, pero los ladrones pequeños serán mutilados. Trump podrá decir impunemente y con obscenidad que no le importa un cuerno el planeta porque total él se va a morir antes de que se destruya y será aplaudido y una niña no podrá hablar de salvar al mundo, porque será atacada, desautorizada.
Trump no cambia nada, obra a favor del status quo, sigue el fluir del mundo. Greta quiere realizar un cambio inmenso. 
Así, los niños, las niñas, los indios, los negros, los árabes, las mujeres, los gays, las lesbianas, las personas trans, los viejos y las viejas, quienes tengan síndrome de Asperger, quienes tengan síndrome de Down no deberíamos manifestarnos ni buscar modificar nada. Se nos ofrecerá algo de tolerancia y piedad siempre y cuando no pretendamos ser libres, luchar por nuestros derechos, ser visibles, imponer la solidaridad y la tolerancia en contra de la limosna. 
Cuando un líder como Trump manifiesta abiertamente que no le importa el planeta afirmando que total él estará muerto, afirma también que nada le importa de su hijo ni de la niñez ni de nadie. Solo de él mismo y su presente. Cuando el FMI afirma, con la misma obscenidad, que se vive demasiado y esto no es buen negocio, piensa en términos de mercado del modo más cruel, piensa en sí mismo. 
Cuando se ataca al feminismo, a las luchas de género, a las luchas por cualquier tipo de inclusión, de libertad, de derecho, la sociedad se ataca a sí misma porque todo el mundo es diferente y todo el mundo tiene derecho a vivir dignamente; pero existe un deseo de cierta mirada ignorante que piensa que solo debe o puede salvarse una parte de la humanidad. Solo quienes disponen de cierta cantidad de poder, de dinero, de salud. Solo quienes tienen cierta edad o, cierta forma de vivir. 
El miedo a la libertad, al otro, al cambio, se disfraza de moralismo: si sos mujer y te quedás quieta en tu lugar de sometimiento, todo bien, pero si querés cambiar las reglas del juego y luchás para eso, entonces caerán sobre vos las represalias en formas de lapidación, de censura, de burla, de violación y además, tu lucha será criminalizada. La mayoría de las religiones, o al menos parte de quienes integran sus instituciones, parecen colaborar bastante con este asunto, pero también ahí, cuando en una institución religiosa aparece alguien con más lucidez, más apertura, inmediatamente, el poder se defiende y controla con la muerte, la desaparición o la cárcel.

Pareciera que la mayoría está de acuerdo con que el 1% de la población mundial acumule el 82% de la riqueza y pretender que esto sea de otro modo es ser revolucionario, comunista, loco. A veces, cuando se habla de cambio con demasiada facilidad y aceptación es posible que ese cambio sea todo lo contrario: un modo de preservar los mandatos, mantener la riqueza en su lugar si se estaba desetabilizando ese 1%. Odiar y desacreditar a quienes desean modificar el orden mundial es la manera de asegurar que todo siga igual. Supongo que ese 1% controla los medios y la propaganda para convencernos que que ese orden es bueno y resulta de lo más eficiente. Pero existe también un miedo inmenso a cambiar en el resto del 99%, tal vez miedo al castigo, porque de otro modo, las cosas, lógicamente, no serían así y la obediencia, el sometimiento y la aceptación del status quo injusto y cruel no existirían. 
Creo que la mayoría de estas luchas nos benefician universalmente, pero el miedo paraliza y genera reacciones violentas. El miedo de ser, de animarse a ser fieles a nosotras y a nosotros mismos en vez de seguir los mandatos crueles que fuimos heredando. 
La historia, la sociología, la filosofía, el psicoanálisis, la semiótica, los estudios de género tienen escritos maravillosos que explican todo esto, las razones económicas de la quema de brujas, la aceptación de la lógica absurda de parte de las mayorías y una lee; pero de pronto, un sábado por la mañana, tenés la necesidad de hacer catarsis balbuceando unas palabras poco articuladas solo para compartir.

 

*elenaabossi@gmail.com