Rosa Parks


I

Sabemos que Rosa
no leyó a Anne Sexton.
También que su corazón
sitiaba
a vigilantes coliflores exasperados.

No ignoramos
que no se turbaba ante insectos,
ni ante flores de candiles vacantes.
No obstante,
su corazón de almendra
temía a los inevitables
rastros ocultos del verano.

Estamos al tanto 
de que padeció
emboscadas en los ríos del alba,
murmullo de colores,
gritos que increpan 
de arrebato y llamarada.

Del mismo modo que su corazón
brama por la angostura de muros
proclives a la melancolía
y a la ingratitud.


II

Rosa Parks
que estás en las alturas
de resguardos encandilados
que crecen entre el hombre y su canto,
danos tu valentía.

 

 

 

 

Lágrimas

 

Estalla
el corazón.

 

El sol
tiene
un
sesgo extraño, misericorde
“’Oh Capitán!, “¡mi capitán!”

Cuña bendita.

Ya
el cielo como un niño
no podrá treparse a los árboles.

Sol

de libélulas
manzanas
y mariposas.

 

Lágrimas;
por criaturas grotescas
como jueves chamuscado.
Lágrimas;
por criaturas delirantes,
semejantes
a vendedores de biblias laqueadas.
lágrimas;
por criaturas bizarras,
cual cruce de estrellas
con
zapallos impalpables.

Las bienamadas
quedaron
solas.

Y
a nosotros.

 En esta
dulce vida,
solo nos queda
convertirnos
en roca.
Flamear
silencios incandescentes.