Reflexiones en torno al significado de la montaña
en el mundo andino y en Atahualpa Yupanqui
*Mario Vilca
Este ensayo gira en torno de la importancia simbólica de la montaña en el mundo andino particularmente en el Noroeste Argentino, y su relación con la producción de Atahualpa Yupanqui. Propone ir más allá de su presencia geográfica como inspiradora del canto de Atahualpa. Se pregunta en qué medida el discurso identitario del autor refleja este capital cultural andino. Esta significación ha influido en el para la construcción de la âargentinidadâ en la que uno de sus elementos se encuentra en la vertiente andina.
ATAHUALPA
YUPANQUI.
âCaminando por las sendas de un cerro de Tucumán aprendà una lección que jamás olvidaré. Me la dio un campesino de Amaicha, que encontré de a caballo âUd. canta lindoâ, le dije. âNo se me chancee (burle), yo canto feo, lo lindo de mi canto lo pone el Cerro, lo pone la Montañaâ (âBaguala de Amaichaâ)
Héctor Roberto Chavero nació en Pergamino (provincia Buenos Aires) el 22 de enero de 1908. Provinciano, cantor y viajero incansable. En estos tres rasgos que lo caracterizan, los cerros tienen una fuerte presencia como parte de su capital simbólico . En 1918 su familia se trasladó a Tucumán.
En esta provincia se encuentran los Nevados del Aconquija, una cadena de cumbres que se extienden al este de los Valles CalchaquÃes como prolongación hacia el sur del cordón de las Cumbres CalchaquÃes. Se extienden señalando el lÃmite entre los llanos tucumanos (al este) y el campo del Arenal ( al oeste). Tanto en el Cerro Cuevas, el cerro pueblo Viejo como el el Cerro Tipillas se encuentran complejos ceremoniales de altura que se constituyeron en centros de peregrinaje de diversos pueblos y etnÃas.
En la actualidad el Aconquija constituye una de las evidencias ceremoniales más imponentes del Collasuyu .
En 1923 murió su padre, por lo que tornó a radicarse con los suyos en JunÃn. En 1926 escribió Camino del indio. Emprendió un viaje a Jujuy , Bolivia y los Valles CalchaquÃes. En 1935 volvió a Tucumán y se estableció en Raco. Realizó una incursión por Catamarca, Salta y Jujuy. Más tarde visitó nuevamente el Altiplano en busca de testimonios de las viejas culturas aborÃgenes. Retornó a los Valles CalchaquÃes, recorrió a lomo de mula los senderos jujeños y residió por un tiempo en Cochangasta (Prov. La Rioja).
En la provincias de Jujuy y Salta se encuentran numerosos centros ceremoniales de altura, también denominados âsantuariosâ de altura. Sobre los mismos se han montado los cultos católicos que han continuado utilizando la peregrinación como  proceso de identificación simbólica.
Conoció en Córdoba a Paule Pepin Fitzpatrick, âNenetteâ, quien serÃa su definitiva compañera y colaboradora musical con el seudónimo âPablo Del Cerroâ. Significativo apodo que evidencia la importancia del cerro en el mundo cultural de Atahualpa. Más tarde se editó âPiedra solaâ, su primer libro. En 1944, durante otra incursión por las provincias del noroeste creó El arriero. A poco debió abandonar Raco, episodio que dio origen a sus sentidas zambas Adiós Tucumán y La añera (1946). Enfrentado al régimen militar triunfante, desde 1946 a 1949, sufrió persecuciones, proscripción y cárcel. En 1950 pasó a Uruguay y desde allà a Europa. Regresó a Buenos Aires en 1952. En 1965 se editó el disco El payador perseguido. Durante 1967 recorrió en giras toda España, para luego instalarse casi definitivamente en ParÃs. Recién en 1979 volvió a presentarse en su paÃs. En 1986 Francia lo condecoró como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. En 1987 volvió al paÃs para recibir el homenaje de la Universidad de Tucumán. Volvió a Francia en 1992 para actuar pero se indispuso y allà murió el 23 de mayo. Por su expreso deseo, sus restos fueron repatriados y descansan en Cerros Colorados. Como escritor, publicó Piedra sola (1940), Aires indios (1943), Cerro Bayo (1953), Guitarra (1960), El canto del viento (1965), El payador perseguido (1972) y La Capataza, (1992).
Las montañas en
la concepción
del mundo andino.
En las provincias del NOA se ha registrado un gran cantidad de descubrimientos arqueológicos en las cumbres de los cerros. Se han documentado centenares de construcciones entre los 5.00 y 7.000 metros de altura en los cordones montañosos de la cordillera de los Andes. Dada la naturaleza de los hallazgos hay evidencia firme de que los cerros han tenido una presencia fundamental en la organización religiosa, polÃtica, económica y social en el mundo andino. El circuito de estas construcciones se extiende desde el sur de Chile, el NO Argentino, Perú, parte de Bolivia hasta el Ecuador.
El mundo andino concibe, en general, que la realidad está compuesta por tres pachas . Esta caracterización todavÃa vigente en pueblos aymara, que han sufrido los embates de la colonización religiosa, contiene sin embargo elementos y funciones diferentes de los del mundo cristiano. En lo que sigue sólo tomaremos el significado de los Cerros en relación con los tres niveles de realidad.
Manqha Pacha: habitada por los seres âsajrasâ (secretos, clandestinos), los difuntos, los diablos (no necesariamente maléficos), los condenados. Los Cerros son ejes fundamentales del paisaje y la mayor concentración de fuerza del Manqha Pacha Son los más hambrientos de todos los seres. Las principales ofrendas rituales suelen ser para ellos, antes de los Incas ya fueron objeto de peregrinaciones y ascensiones rituales. Se cree que los cerros, son el origen del granizo, de la lluvia y el rayo. Estas fuerzas provenientes de la montaña pueden aplastar toda una cosecha, causar derrumbes fatales, el rayo mata al ganado y personas. Por el contrario, las mismas fuerzas proveen agua para las cosechas, multiplican el ganado, sus rayos pueden iniciar curanderos. Por un lado hacen enfermar por su hambre, pero también puede ser grandes sanadores (âdoctoresâ) Por ello se mantiene una relación de reciprocidad con ellos. Al mismo tiempo que dominan el paisaje proporcionan un modelo natural de jerarquÃa y de la relación orgánica que entrelaza la comunidad en un sistema mayor. Asà el cerro guardián de cada comunidad , por más pequeño (jiskâa)  que sea, participa del poder otorgado por las cumbres altas (jachâa). En muchas regiones andinas se considera que su pareja es la Pachamama.  Algunos más destacados por su altura, su belleza o sus precipicios son muy venerados. Por ejemplo, el Illampu, el Wayna PotosÃ, el Illimani, el Tata Sabaya. Las cumbres de los Cerros son las fuerzas mayores de la esfera del Manqha Pacha. Representan en la actualidad un papel unificador de la antigua diversidad de sÃmbolos del mundo andino. Alax Pacha: morada de los santos y de Dios, dominio del dios Sol y su pareja la                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    Luna. Es el Pacha de los equinoccios y de los solsticios. En sus peregrinajes lo aymaras buscan tanto el beneficio de las wakaâs como la influencia de los santos. Los santos comen de dÃa en la iglesia, mientras los âsajrasâ se alimentan de noche con sangre y unthu de llama. Aka Pacha: Es el mundo de los humanos. Ambos pachas, el de arriba y el de abajo, se âigualanâ acá. Este Pacha obra a modo de taypi, o mediador entre los otros dos.
Hay una estrecha asociación de los Cerros con los ancestros, los abuelos y/o los muertos. Por ejemplo, J. Reinhard escribe que la asociación del cerro Coropuna con los muertos fue referida en tiempos del Inca y continúa hasta el presente. Guama Poma escribió hace 500 años, que los espÃritus de los muertos se congregaban en el Coropuna. Se cree que San Pedro tiene las llaves para abrir las puertas del Coropuna a las almas de los muertos adultos. La puerta mira hacia el Este y está rodeada de 12 montañas que actúan como sus soldados guardianes. En Puquio, al noroeste del Coropuna, la gente también cree que las almas de los muertos van a residir al Coropuna. En algunas regiones se considera que los niños que mueren sin bautizar pertenecen a los cerros
Reinhard señala que la montaña también es un lugar de transición de las almas. Ossio anotó que las almas van al Coropuna, donde se purifican de sus faltas, y luego pasan al cielo. Mientras que Roel escribió que luego continúan recorriendo otros volcanes, hasta terminar en el Solimana (Surimana). Bingham escuchó que las almas, en su camino al cielo se detenÃan en la cima del Coropuna, donde existÃa un templado paraÃso. La suposición de que las almas de los muertos va residir a una montaña es común en los Andes, y puede estar basada en al creencia, alguna vez muy extendida, de que la gente descendÃa de las deidades de la montaña . Actualmente son frecuentes las peregrinaciones a âsantuariosâ ubicados en las faldas de los cerros altos, o en picos accesibles. Tal el caso del Taytacha Qoylluritâi en las faldas del Ausangate, sobre el Nevado Sinkara, en Perú.
CUMBRES SAGRADAS
DEL NOA
¿Capital material o simbólico?Sobre la topografÃa de la Cordillera de los Andes los Incas construyeron su imperio. Sus fronteras alcanzaban el sur de Colombia y el centro de Chile, comprendiendo asimismo extensas regiones de nuestro Noroeste. Además de los centros administrativos, fortalezas, tambos y andenes de cultivo dispersos por todo el territorio, e interconectados por un sistema vial los Incas erigieron santuarios en las cumbres de numerosas montañas, veces a más de 6.700 m. de altitud . Verdadera columna vertebral de la organización incaica fue la extensa e intrincada real vial, llamado Camino del Inca. Hacia el Kollasuyu, la provincia sudoriental del imperio (en la que estaba incluido el actual NO Argentino), salÃan dos principales, corriendo en sentido longitudinal por ambas bandas de la Cordillera de los Andes. Las mismas se encontraban vinculadas por ramales transversales. Muchos de los santuarios de altura se situaban en cerros o volcanes junto a los cuales pasaban dichos tramos de camino en dirección Este-Oeste .
La arqueóloga MarÃa C. Ceruti ha relevado durante 1996 a 1998 una muestra representativa de lo que denomina âlocalidades arqueológicas de alturaâ Infiere que el Nevado de Quehuar, El Nevado de Acay, El Nevado del Chañi, el Nevado de Chuscha, El Cerro Macón, el cerro Bayo, El Cerro Morado, el Volcán Tuzgle y los Cerros Cuevas y Tipillas del Aconquija, funcionaron como âsantuarios de alturaâ. Los mismos han evidenciado muestras arqueológicas que permiten vincularlos con rituales supervisados o dirigidos por el incanato. Las fuentes etnhistóricas, en apreciación de la autora, indican que el mantenimiento y funcionamiento de los santuarios de altura estaban a cargo de los mitimaes, poblaciones itinerantes que estaban al servicio del Inca. En la provincia de Jujuy, en el nevado el Chañi hay presencia del estilo cerámico Inca Pacajes. Los pacajes son un grupo étnico de habla Aymara procedentes del Titicaca.
Todos los santuarios de altura serÃan incaicos, pero no se descarta el sustrato pre-incaico del Culto a los Cerros, el cual habrÃa sido posteriormente imperializada por los Incas. M. Ceruti propone un modelo de interpretación de los santuarios. No se basa en los objetos utilizados en el ritual, sino en los procesos (peregrinación) que relacionan a los objetos rituales. Piensa que habrÃa dos tipos de santuarios, los que revisten el carácter de complejo ceremonial y los que constituyen ofrendatorios. Entre los primeros hay caminos construidos, bases logÃsticas de mantenimiento y alimentación de los peregrinos, asà como una población destinada a su mantenimiento (el Quehuar, el Socompa, el Chañi). En el Aconquija el Pueblo Viejo habrÃa funcionado como base para las ascensiones al Cerro Cuevas. Hay campamentos de acercamiento en los tambos de Becovel y de Campo Colorado, a lo largo del camino incaico que conduce al Pueblo Viejo. Entre los segundos se encuentran montañas de poca accesibilidad y visibilidad, y las ofrendas son leños (Acay, Macón, Castillo, Paño, Chuscha, Bayo, Pocitos, Del Medio, Morado, Blanco y Arizaro). Señala que la evidencia inequÃvoca de sacrificios y ofrendas inducen a considerar el ritual religioso como razón de ser de estas instalaciones. Schobinger considera la adoración al sol como fin primordial. Las estatuillas encontradas serÃan âsacrificios sustitutivosâ. Las victimas sacrificiales habrÃan cumplido el rol de chasquis o mensajeros del más allá. J. Reinhard, propone la âpropiciación de la fertilidadâ, entendida como un concepto amplio que abarca la fertilidad humana, animal y vegetal. Los bienes ofrecidos a los cerros mismos tendrÃan como fin promover las lluvias. Las estatuillas representarÃan aquello que se desea se multiplique, adquiriendo importancia las valvas de Spondylus procedentes del océano, fuente de todas las aguas .
Actualmente las cumbres de mayor accesibilidad continúan siendo elegidas como escenarios ceremoniales. En la Q uebrada de Humahuaca se peregrina anualmente a los cerros de Tilcara. El más importante es el santuario Abra de Punta Corral, ubicado en el cerro del mismo nombre a 20m km de Tilcara. Otro santuario importante es el del Cerro Sisilera. El Cerro Cono reviste sacralidad para celebrar el año nuevo andino, el 21 de junio o Inti Raymi.
Los Cerros tienen suma importancia en la dinámica del amor y el romance en el mundo andino. De los muchos tipos de curanderos que existen en los Andes el qampiq es el consultado por asuntos de amor. Luis Millones constata que el qampiq es el mediador con la deidad local, la montaña local. En Ayacucho el cerro es denominado Señor Wamani. En otras partes se lo conoce como Apu, Auqui o Jirca. Normalmente se recurre a los poderes temibles del Wamani local cuando los otros medios han fracasado. Los qampiq combinan elementos de su cosmovisión con los de la tradición católica. Los pagapus (ofrendas) al Wamani de la comunidad van acompañados con oraciones a los santos cristianos, uno de los más conocidos es San Cipriano. También se utilizan cuyes, que ayudan a comunicarse con el Cerro .
LOS CERROS COMO
METÃFORA INTERIOR EN
ATAHUALPA YUPANQUI
 âSi a veces se me hace que toditos somos pedazos de un cerro que ha echao a andar...â (Aires Indios)
En âDe aquellos cerros vengoâ) canta como en los cerros su alma se llena de frescura y ansiedad de amor. Ha entregado su alma al amor. Este se la ha destrozado y vuelve a buscar su alma entristecida. En âNieve, viento y solâ Baja de las montañas trayendo una canción âtuita de perfumesâ. Baja con esperanza y amor. Luego vuelve a la montaña a pedirle consuelo a Dios. En âPiedra y Caminoâ nos cuenta que baja del Cerro trayendo enredada una tristeza en el alma. La montaña no sólo le da alegrÃas y esperanzas sino también tristeza. Asà en la zamba âCamino los vallesâ, mientras en el cerro se va muriendo el dÃa, él se va cantando con una pena escondida camino a los valles. En âEl cielo está dentro de mÃâ lo alto del cerro le hace experimentar el éxtasis de la inmensidad hasta hacerle olvidar de sà mismo. Una voz le pregunta si anda buscando el cielo. Y el responde: âquizáâ El camino de la montaña (¿Camino del Inca?) también acompaña al pastor de llamas. Marcha pensando en la amada, mientras su quena llora su ausencia exclama por dentro â¡Montañas mÃas!â â¡llamitas mÃas!â (âCanción del arriero de llamasâ) En la vidala âViento, vientoâ se escucha la plegaria del indio que le habla al viento rogándole. Le pide lluvia para sus vaquitas y su maÃz. Contrastan estas visiones del coya que posee sus llamas y montañas con la del guacho pobre, también arriero, que sólo posee penas, mientras las vacas son ajenas: âLas penas son de nosotros, las vaquitas son ajenasâ (âEl arriero vaâ) Posición indianista que, paradójicamente, tiende a legitimar la posesión de la tierra por parte del criollo.
Se compara al cardón: âfierito por juera, ternuras adentro, lo mesmo que yoâ Acentúa su soledad y su silencio (âVidala del cardónâ)
En âPiedra y Cieloâ se compara a la piedra y al cielo como sus dos destinos de caminante. Niega parecerse al valle, pues no puede caminar. Esta afirmación vuelve a aparecer en âPiedra Y caminoâ. Allà canta que su destino es ser piedra y camino. Una religiosidad telúrica aparece en estos versos: â Si muero en la madriguera mirando los horizontes, no quiero cruces ni aprontes, ni encargos para el Eterno. Tal vez pasado el invierno, me dé sus flores el monte.â (âMilonga del solitarioâ) No parece implicar un panteÃsmo , tampoco un vitalismo. Hay un crÃtica de la concepción católica.
La peregrinación aparece en dos formas, contextualizada en la fe católica (âEl promesanteâ), y como metáfora del caminante, del viajero incansable, que busca un sueño o un amor imposible â(Piedra y caminoâ). La sabidurÃa popular despunta en sus versos: âCantaba junto a las ollas lo que nadie pudo oÃr. El monte da sus secretos al que hierve raÃzâ (Canción para doña Guillerminaâ) Sospecha que esa sabidurÃa está en la naturaleza, por ello expresa su deseo de dejar su guitarra dormida sobre las ramas de un árbol, para que los pájaros hagan nido (âQuisiera tener un monteâ)
Hay un interesante paralelismo en la tradición andina de dejar instrumentos musicales en los rÃos, o en los cerros para que se llenen de sonidos y cantos de la naturaleza. Esta es considerada la fuente del saber del pueblo. La belleza del canto lo tiene la naturaleza, el cerro en este caso: âYo canto feo, señor. Lo lindo de mi canto lo pone el cerro, lo pone la montañaâ (Introducción a âBaguala de Amaichaâ).
En âChacarera de las piedrasâ el autor hace referencia a su vida tranquila en el cerro Colorado, después de tanto caminar. Nombra un âencantamientoâ de raÃz popular para el amor: âgrasita de iguana macho mezclao con yerba buenaâ. Retoma la tradición amorosa andina que recurre a los encantamientos y las hierbas .
En âMadre del monteâ, el monte tiene secretos que comparte con la copla. Le pide a la Madre del monte la resignación a su destino.Intuye que las Montañas contienen secretos: âAlgo le dicen las piedras...A mi no me engaña el alma.â Siente que las piedras del cerro hablan en silencio. Ello le hace reflexionar: âAmalaya, sin algún dÃa podrÃa vivir yo, igualito que las piedras, sin palabrasâ (âBagualasâ)En otra parte ya no se extrae la sabidurÃa de la naturaleza, sino que la humanidad misma es esa naturaleza: âSi a veces se me hace que toditos somos pedazos de un cerro, que se ha echao a andarâ (âBagualasâ). La frecuente identificación de la mujer con una paloma ausente o ingrata, y la del autor con el cerro, o como proveniente de él (âDe aquellos cerros vengoâ, âZamba del grilloâ, âLa viajeritaâ, âLa añeraâ).
ALGUNAS REFLEXIONES
PARA SEGUIR CAMINANDO.
Atahualpa toma el motivo de los cerros superando lo inmediato y yendo más allá de su experiencia de los cerros como accidente geográfico. Las montañas constituyen metáforas de sus estados de ánimo (esperanza, alegrÃa, tristeza, éxtasis de sublimidad). Asimismo como lugar donde habita él mismo y también el indio. En el caso del indio los cerros constituyen un objeto de posesión. Pero su posesión es sólo simbólica. El dueño absoluto de los cerros es Dios (ânieve, viento y solâ) Este es el sentido impuesto a las actuales peregrinaciones hacia los cerros en nuestro noroeste. Desde una perspectiva social el discurso romántico yupanquiano invisibiliza el simbolismo religioso de la montaña, a la vez que realza los valores humanos de los hombres y mujeres que la habitan. Sin embargo el mérito de Atahualpa consiste en abrevar de las fuentes populares que valorizan la montaña. Esta tradición tiene hondas raÃces que la evidencia arqueológica va dando cuenta.
Finalmente Atahualpa Yupanqui se configura como una sÃntesis de la identidad argentina cuando canta: âY en mi junté la pampa, la selva y la montañaâ (âCanto del Vientoâ). Entonces nos queda todavÃa el interrogante por el significado que para este autor tienen las selvas y los llanos. El mismo ha dicho: âAndaré por los cerros, selvas y llanos toda la vida, arrimándole coplas a tu esperanza, tierra queridaâ (âTierra queridaâ).
*Vice Rector IFD âJosé E. Telloâ, Docente en AntropologÃa Filosófica Fac.Humanidades y Cs. Sociales, UNJu.
andino57@hotmailcom
Ricardo J. Kaliman, Alhajita es tu canto. El capital simbólico de Atahualpa Yupanqui, 2003,Proyecto âIdentidad y reproducción cultural en los Andes Centro meridionalesâ, Tucumán, Argentina. Este trabajo tiene como origen el seminario sobre Atahualpa Yupanqui que R. Kaliman dictó en la UNJu. También este ensayo es deudor de los seminarios de la arqueóloga Marta Ruiz, UNJu.
M. C. Ceruti, Cumbres sagradas del noroeste argentino. Avances en arqueologÃa del alta montaña y etnoarqueologÃa de santuarios de altura andinos.,1999, Bs. As. EUDEBA. También se han consultado otros autores y obras tales como A. B. Nigris, J. Reinhard, C. Vitry. Fundamental ha sido el aporte de las publicaciones del CIADAM, Centro de Investigaciones Arqueológicas de Alta Montaña, San Juan, Argentina.
E.P. Portorrico, âDiccionario biográfico de la música popular de raÃz folklóricaâ, Pucará Producciones Webs.
Utilizo este término porque tiene que ver con el planteo arqueológico de Michel Foucault en su ArqueologÃa del saber. En este autor las verdades propuestas como âeternasâ son sostenidas en verdades históricas. También como hoy el cristianismo, los Incas necesitaron edificar su ideologÃa sobre formas preexistentes, es decir sobre las creencias de los pueblos que conquistaron.
M.C. Ceruti, Op.Cit. Nota 2.
Thérese Bouysse-Cassagne/ Olivia Harris, âPacha: en torno al pensamiento aymaraâ en Tres reflexiones sobre el pensamiento andino, 1987, Ed. HISBOL, La Paz, Bolivia. Para estas autoras âPachaâ abarca una gama muy amplia de significados. Corrientemente se ha traducido al castellano como âuniversoâ, concepto occidental en el que se incluyen nociones tanto de tiempo como de espacio, por lo tanto de âuniversalidadâ. Pero el âuniversoâ en el pensamiento aymará no se concibe como una totalidad indiferenciada que abarca todo, ni como flujo primordial, sino como composición, como un encuentro de elementos igualados u opuestos. En este sentido, para nosotros, tiene mucho que ver la categorÃa âyanantinâ: compañero/a. Esta forma el dualismo se encuentra presente en los rituales y la vida cotidiana andina. Los Cerros, dentro de esta clasificación, serÃan deidades masculinas y también femeninas.
Th.Bouysse-Cassagne, Ib.-
Es importante señalar la diferencia entre el Dualismo aymara e Inca: entre los aymaras el juego espacial se distribuye en tres términos, dos elementos y un centro, urco, uma y taypi (lugar de encuentro). El proceso de confrontación de ambos elementos opuestos se denomina tinku. Cada uno de estos términos implica la presencia del otro, pero hay una asimetrÃa (lo masculino es superior a lo femenino, lo alto a lo bajo, la derecha a la izquierda)  Mientras que en el dualismo incaico el centro (taypi) es lo más significativo. ( Cfr. Th. Bouysse-Cassagne, âEl espacio aymara: Urco y Uma (en Annales, 33e. anée,Nº 78, sept./déc.1978. Armand Colin, Paris) Traducción abreviada de Florencia Roulet..
Cit. Por J.Reinhard en âTiwanaku: ensayo sobre su cosmovisiónâ Revista Pumapunku, Año 1, Nº 2, 1991. S/D.
T Th.Bouysse-Cassagne, Ib. pag.38.
Cit. Por J.Reinhard, Op. Cit.. Nota 9.
Cit. Por J.Reinhard, Op. Cit..
J. Schobinger, Ruinas incaicas en el Cerro Mercedario, 1968. Cit. Por Ceruti. Op.Cit.
Cfr. Op.Cit. Nota 2. Pag.157.
Luis Millones y Mary Pratt, Amor Brujo. Imagen y cultura del amor en los Andes. 1989, Instituto de Estudios Peruanos.
L. Millones, Op.Cit.pag. 62
Fernando Boasso, Atahualpa Yupanqui. SÃmbolo, mensaje y drama.Ed. Guadalupe. El autor enfoca el trabajo de Yupanqui desde un enfoque existencial.
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