Este insecto, variedad de la cigarra, “anuncia” con su monótono canto en los meses estivales la madurez de la algarroba. Insecto hemíptero de unos cuatro centímetros de largo, de color verdoso amarillento, antenas pequeñas, alas membranosas, abdomen cónico en cuya extremidad los machos poseen un aparato con el que, en tiempo de gran calor, producen ese ruido monótono y estridente que alegra a los serranos.

Desde tiempos inmemoriales ya se efectuaban fiestas primaverales con la aparición de colonias de coyuyos cuya presencia “hacía madurar la algarroba”. Y en aquellas fiestas, con escondidos y chacareras, con churitas y mozos guapos, hace competencia al bordonear de las guitarras la orquesta invisible de los coyuyos. Es que su alimentación, su “fortuna”, depende de ese árbol generoso, verdadero granero del pobre, que es el algarrobo: las ramas, hasta entonces verdes, amarillean casi bruscamente. La superstición asegura que si una mano malévola priva a los coyuyos de libertad, la producción de algarroba será pobre.

 José Vicente Solá, en su “Diccionario de regionalismos”, sostiene que quizá la palabra provenga de “kuyu”, voz quechua que significa sacudir, pues así parece que hace este insecto cuando canta.]

Gustavo “Cuchi” Leguizamón sostiene: “…el macho es el único que hace música. ¿Y saben dónde trajina sus instrumentos musicales? A los costados del abdomen. Eso le permite a este maravilloso animalito hacer algo que muchos querrían imitar: comer y cantar al mismo tiempo… ¿Se imaginan al turco (Eduardo) Falú tocar la guitarra mientras se come un cupi? ­¡Qué maravilloso!, lamentablemente esto es imposible para los humanos. Nunca podremos alcanzar la perfección musical del coyuyo que canta y come hasta morir junto al verano… El sapo y el coyuyo son seres exquisitamente románticos; cantan por amor; para enamorar a sapas y coyuyas, con las que después tendrá sus hijitos”.

Parece que el coyuyo puede vivir hasta 17 años bajo tierra. Ahí permanece hasta que un buen día (ninfa) se le da por salir. Marcha hacia la superficie por un túnel que cava ex profeso y, a partir de entonces, vive entre los árboles. Allí se transforma en adulto, se alimenta con savia y canta con tanta potencia que la frecuencia de su vibración puede alcanzar, según los biólogos, los 86 Hz (86 vibraciones por segundo). El coyuyo canta para atraer a las hembras; lo hace a cualquier hora del día pero con más frecuencia e intensidad cuando amanece y a la oración (tarde); el sonido que emite lo produce con un aparato estridulatorio ubicado a los costados del primer segmento del abdomen. Allí posee unas membranas denominadas timbales y también unos sacos de aire que son verdaderas cajas de resonancia… Como buen coreuta, el coyuyo macho puede llegar a entregar su vida en plena función. Eso le ocurre cuando, en su interior, se produce una brusca diferencia de presión sonora.

Algunos coyuyos también escriben zambas...

 

 

Alejandro Carrizo - "Aves y animales exóticos del NOA",

Ed. Cuadernos del Duende, Jujuy