Miguel Espejo es poeta, narrador y ensayista jujeño. Entre sus libros de poemas se encuentran Fragmentos del universo (1981), Mundo (1983) y La brújula rota (1996) âque ha merecido el "Premio Municipal de PoesÃa" de la Ciudad de Buenos Aires y el "Regional de literatura" de la SecretarÃa de Cultura de la Naciónâ; entre sus ensayos, filosóficos y literarios, pueden destacarse El jadeo del infierno (1983) sobre Malcolm Lowry, La ilusión lÃrica (1984) sobre la obra de Milan Kundera, y Heidegger. El enigma de la técnica (1988). Su novela El cÃrculo interno (1990) es un viaje despiadado al interior de un ser humano aislado en un mundo que le resulta ajeno; allÃ, en ese cÃrculo desesperado y sagrado al mismo tiempo, reinan la soledad, la disolución, el extravÃo. Entre salvaje âo furiosaâ y refinada, la novela, profundamente escatológica, se hunde en un cuerpo que orada los resquicios más ininteligibles de la existencia y nos hace atravesar sus páginas desde un rechazo que no es más que el del propio desmembramiento, el del propio caos en comunión con el mundo. AsÃ, su obra toda articula una poética que desde el lenguaje extiende sus brazos al vacÃo, sabiendo de la imposibilidad de asir la cosa, pero tiñéndola de un color, de una luz, que permite al menos espiarla, imaginarla, o nombrarla aunque más no sea intermitentemente.
Para dialogar con Miguel hay que saber deslizarse; charlar con él es saltar, o mejor, cruzar puentes; de la literatura a la filosofÃa, de la filosofÃa a la religión, de la religión al cosmos y desde él a los misterios del universo que inexorablemente desembocan en el abismo de la ignorancia esencial, o el del enigma del mundo. Que el naufragio nos devuelva las sombras.
Evaristo Cultural: Para empezar, quisiera citar dos fragmentos de tus poemas "Universo" y "Lisboa revisitada": "Quien dice yo / casi no sabe de qué habla". Y: "Quien se acerca a la distinción / entre la verdad y la mentira / tarde o temprano pregunta '¿quién soy?' / y se pierde en un laberinto". ¿Cuál serÃa ese pedacito del que podrÃas hablarnos sabiendo? ¿Cuál es el laberinto de Miguel Espejo?
Miguel Espejo: Siempre resulta un poco arriesgado, para el propio autor, intentar teorizar sobre poemas ya escritos, porque en esa teorización intervienen factores y aspectos que no estuvieron presentes en el momento de su elaboración. Señalados estos lÃmites, creo que en ambos poemas está presente, sobre todo, la conciencia cósmica, aquella que adviene al ser humano, en algún momento de la niñez (en mi caso fue entre los cuatro y los cinco años), y que lo llena de zozobra ante el descubrimiento de su identidad provisoria: ¿por qué soy este ser y no otro? Los dos fragmentos citados están separados entre sà por más de treinta años y ambos reflejan mi distancia con el psicoanálisis, o con cierta forma de psicoanálisis, que parte de la convicción de que el ser humano es inteligible. Yo sospecho, por el contrario, que él es quien sostiene el enigma del mundo, ya que es el único que comprende que él forma parte de ese enigma. Hay una percepción de larga data, un trasfondo socrático en todo esto, acerca del hecho de saber que no se sabe. En uno de mis poemas breves, cuyo tÃtulo es justamente "Sócrates", hago un desplazamiento sobre esta cuestión: "el delito de saber que no se sabe / es el delito de ser hombre". El reconocimiento de que no se sabe, a veces, permite un punto de apoyo, como el principio de incertidumbre de Heisenberg, que nos abre simultáneamente al despojamiento de las certezas y a una nueva forma de comprender y comprendernos. Lo que se sabe, siempre reposa sobre una ignorancia esencial, aun cuando a las llamadas ciencias sociales les cueste admitir esto, y mi laberinto, con sus particularidades, no es muy diferente al de cualquier otro hombre. ¿Nuestra identidad no serÃa acaso lo que está en el centro del laberinto, tomado el Minotauro como una metáfora, una metáfora casi surrealista, es decir, aquello que si es encontrado sólo es para su liquidación y su exterminio?
EC: Tu obra aúna poesÃa y filosofÃa en una lÃnea en la que parecieran volverse una. ¿Cómo concebÃs esa articulación? ¿PodrÃa pensarse a la filosofÃa como una forma de la poesÃa, o más bien viceversa?
ME: Antes del primer gran sistema del pensamiento filosófico, construido por Platón, fundador de la Academia, maestro de Aristóteles y de muchos otros, la filosofÃa se expresaba por medio de poemas. E incluso antes de la protofilosofÃa estaban los mitos. Muchos de los libros fundamentales, en el sentido de fundadores, han utilizado la poesÃa para su desarrollo. Desde el Tao-Te-King a la Biblia, del Corán al poema de Parménides, estos textos exploran el amplio territorio del asombro, de donde surge la filosofÃa, según los presocráticos. A mà me interesó sobre todo recuperar esa zona donde se mueve el pensamiento fugitivo y no el sistema, el aforismo y no el tratado, la metáfora y no el apotegma. No es casual que yo haya decidido abrir mi primer libro publicado de poemas, allá en México, en 1981, Fragmentos del Universo, con un poema intitulado "Corán": "Nos sentamos a orillas de un rÃo / para ver pasar el cadáver / de nuestro enemigo, / pero, detrás de él / pasa también nuestra vida." El propósito, en el caso que haya habido claramente un propósito, fue convocar esos grandes espacios del espÃritu donde se producen los encuentros de voces provenientes de muy diferentes lugares, pero que tienen en común revelar el estupor de existir. Sin embargo, debo aclarar que mis ensayos filosóficos no utilizan la expresión poética, aun cuando por momentos la bordean. Más bien se limitan a indagar una problemática con los medios expresivos que el tema requiere; por ejemplo, en Heidegger. El enigma de la técnica o en "Bataille: la cumbre del no-saber". Por otra parte, creo que, en mÃ, la filosofÃa y la poesÃa se cruzan en más de un aspecto, no exclusivamente por el nivel reflexivo que pudiera tener mi poesÃa, sino por el mito, sustrato de ambas. Aunque tengo muy claro que estos géneros, por asà llamarlos, no se confunden. EstarÃa mal identificar a Ser y Tiempo con La tierra baldÃa. Lo que serÃa enriquecedor es tender puentes entre una obra y otra. Esa tarea, con frecuencia, requiere del impulso creativo más que de la especialización del conocimiento, del desprejuicio más que del saber codificado.
EC: Dice "El poema": "No hay nada que el poema / no haya dicho veladamente. / Le falta precisar / lo indecible". Y también leemos en "Angustia": "con los brazos en cruz / corriendo / desesperadamente / hacia una página en blanco / para expresar / lo inexpresable". ¿Cuál es, para vos, el consuelo que el poeta tiene ante lo inexpresable?
ME: El que tiene todo hombre: rezar ante un altar vacÃo. En esta época marcada por torrentes de superficialidad, yo he tratado de lograr, aunque sólo fuere por su faz negativa, que la poesÃa conserve algo de lo sagrado que la nutrÃa. Desde una posición, si se quiere, más emparentada con el budismo (religión que no he estudiado), que desde el monoteÃsmo triunfante, triunfante hasta que Nietzsche anunció, después de Hegel, "la muerte de Dios". Es un fenómeno que está en el centro del desarrollo de la técnica y del saber cientÃfico, a pesar de los millones de devotos que siguen poblando el planeta.
Por otra parte, el recorrido histórico que puede hacerse a partir de la IlÃada, de la Odisea y, posteriormente, de la tragedia griega, revela que, en sus comienzos, ya estaba una de las cumbres de la epopeya y de la poesÃa dramática. La poesÃa lÃrica sigue un desarrollo mucho más sinuoso, al punto que, en uno de sus "Proverbios del Infierno", William Blake sostiene que "los caminos rectos son los caminos del progreso, pero los caminos sinuosos, sin progreso, son los caminos del genio". La poesÃa lÃrica, después de haber explorado muchas de las instancias que tiene el hombre en su confrontación con el mundo, ha desembocado, al igual que gran parte de las expresiones artÃsticas de fines del siglo XIX y comienzos del XX, en una poética del silencio. Mallarmé constituye una piedra angular en este proceso. El silencio nos ha dado una doble dimensión: la comprobación de que cualquier cosa que se dice es insuficiente y, al mismo tiempo, un horizonte hacia donde debe dirigirse la palabra poética.
EC: ¿Es la poesÃa un lugar o un estado?
ME: ¿Un lugar o un estado? En principio, la poesÃa de nuestro tiempo es el no lugar por excelencia, aquella zona de donde todos los sitios son desplazados, una zona, entonces, que no es un territorio, sino el afuera esencial. ¿La situación del ser humano no ocurre acaso afuera del paraÃso, para la concepción judeo-cristiana que ha modelado mucho más de lo que se creyó a las religiones laicas? Si la poesÃa es fiel a la palabra que la anima y a la condición que expresa, debe situarse fuera de los sistemas polÃticos y sociales, puesto que su riesgo, su desafÃo, es ver mucho más lejos que estos sistemas. No sólo debe intentar situarse fuera de los acontecimientos históricos, sino incluso fuera de la corteza terrestre. La expresión de Antonin Artaud resume muy bien esta problemática: "Estoy en la luna como otros están en su balcón".
En cuanto a si la poesÃa es un estado, dirÃa más bien que son instantes. No se puede vivir en un estado poético, como Santa Teresa tampoco pudo hacerlo en un estado mÃstico. Son experiencias, reveladoras o no, que suceden muy acotadas en el tiempo.
EC: ¿Dónde surge, en vos, la escritura?
ME: Creo que la escritura, no sólo en mÃ, surge de una experiencia traumática, como el arte en general, por otra parte. Levinas sostuvo que el origen del pensamiento, de la reflexión, del uso de la palabra, se encuentra en un remoto hecho doloroso que nos impulsó a pensar. Cuando hace veinte años leà esa respuesta, que se encuentra en Ãtica e infinito, tuve de pronto un recuerdo fulgurante de algo que me habÃa sucedido a los cuatro años y supe, en una especie de revelación, que al menos parte de mi escritura surgÃa de esos alaridos que yo daba mientras presenciaba cómo le pegaban a mi niñera. Digamos, entonces, en un marco general, que la escritura o la necesidad de expresarse artÃsticamente surge de una violenta confrontación con el exterior. Es un registro de la violencia. Después de este punto inicial surge de muchas maneras, como esos rÃos de montaña que van alimentándose de pequeñas caÃdas de agua, de pequeños arroyos, de hilos semejantes a senderos, meandros que terminan por constituirlo. Por eso es que el amor, la contrapartida de la violencia, ocupa un espacio tan grande y tan importante en la poesÃa lÃrica; sin embargo, tengo el convencimiento que desde Safo hasta nuestros dÃas, para la poesÃa, ha sido más importante la carencia del amor que su concreción.
EC: Dice tu "Homenaje a Ginsberg": "estar solo / no es la soledad / es apenas lo indecible". La soledad es, también, uno de los principios que rige El cÃrculo interno. ¿Qué es, para vos, la soledad? ¿Cómo te llevás con ella? ¿Pensás que es un estado necesariamente ligado a la figura del escritor?
ME: Yo creo que habrÃa que pensar a la soledad en términos de civilización y no exclusivamente ceñida al espacio de la escritura. En la novela El cÃrculo interno desarrollé dos puntos culminantes de la soledad: la masturbación y el suicidio. El argumento de la primera parte, ese sustituto de Cristo que se inmola en una ciudad vacÃa, se me ocurrió el mismo dÃa que el hombre llegaba a la Luna. Yo estaba en la ciudad de Córdoba y todos estaban pendientes, ante sus televisores, de este alunizaje. A mà me parecÃa que la salida técnica era un insulto frente a la pérdida del sentido de la vida del hombre. Mientras me paseaba solo por esa ciudad cautivada por la hazaña espacial se me ocurrió la contrapartida: el viaje hacia el interior del cuerpo y la soledad sin lÃmites. Esta elección se acercaba peligrosamente a lo indecible. Por añadidura, la soledad es un estado ligado a cualquier ser humano. La soledad esencial vinculada a la escritura no hace sino subrayar esta dimensión.
EC: ¿Y el silencio? ¿De qué está compuesto el silencio?
ME: Los pitagóricos creÃan que detrás del aparente silencio del universo en realidad existÃa la música de los astros. Me parece que el silencio de nuestro tiempo está compuesto por las discotecas en serie. El ruido ensordecedor es lo más parecido a un silencio completo. Por el contrario, una estética del silencio está poblada de suaves voces, que se acercan a golpear suavemente el hombro del mundo.
EC: Dice el narrador de El cÃrculo interno: "PerdÃa el mundo vertiginosamente, tal como lo habÃa perdido a lo largo de su escritura, después de creer, en el tiempo de la inocencia, que por medio de ella podrÃa entrar en él". ¿Es posible entrar en el mundo por medio de la escritura?
ME: A lo mejor y según las ocasiones, según los momentos, la escritura es el medio más idóneo para entrar en el mundo, pero también para salir definitivamente de él. En este caso, más que polisémica, la escritura se vuelve polifacética, o quizás al igual que el doble rostro de Jano que recibÃa a los viajeros a la entrada de la ciudad, sirve para ir como para volver, para llegar y salir.
EC: El personaje creado por el protagonista de El cÃrculo interno experimenta "el deseo siempre renovado por convertirse en un perfecto cÃrculo", sus recuerdos se le escapan fuera de esa perfección donde trata de encerrarlos. ¿Es concebible una salida del cÃrculo interno que no comprometa a la muerte?
ME: Algo de la filosofÃa siempre está en mÃ: Hegel decÃa que el infinito no es la lÃnea recta, sino el cÃrculo. Como artista, pues siempre he pensado que la creación literaria está indisolublemente ligada al arte, y no a la propaganda ni a la denuncia (por lo demás, ¿no es suficiente denunciar la insoportable condición humana en la que estamos inmersos?), yo creo que esta novela, como el profeta Ezequiel de Blake, ha tratado de elevar a los demás a la percepción del infinito. Si la novela ha sido capaz de contener un acto de coprofagia no fue con ánimo de transgresión y de escándalo, sino una sencilla analogÃa de lo que hoy es una obviedad desde la ecologÃa: la especie ingiere los residuos que produce. Y si somos capaces de restablecer los vÃnculos con lo existente y con el universo, desde la contemplación ilimitada y no sólo a través de los viajes planetarios, deberemos recoger la recomendación que Marechal le hacÃa a Miguel Ãngel Bustos, citando uno de sus versos: "De todo laberinto se sale por arriba". Asà también se podrá salir del cÃrculo interno por una vÃa diferente a la de la muerte.
EC: En tu novela aparece claramente la figura del cuerpo como una cárcel, pero también la cárcel de lo ilimitado. ¿Es el cuerpo el verdadero lÃmite entre el adentro y el afuera?
ME: Lo que deseé mostrar en esta novela fue la concepción cristiana del cuerpo, que lo convirtió en una cárcel del alma, condenándonos a una dualidad que prácticamente no ha conocido otra religión. Si la estructura psÃquica y emocional de los seres humanos de la llamada civilización occidental y cristiana hubiera permanecido unida al cuerpo, nuestra cultura y nuestra manera de percibir el mundo hubiera sido completamente distinta. Hoy se oscila entre un hedonismo procaz y un aislamiento en que los seres humanos pierden cada vez más su capacidad de interactuar con los otros y, por lo tanto, de mantener relaciones sexuales satisfactorias. El basamento de la socialización de la especie cruje en muchos planos. La verdad es que considero a El cÃrculo interno, escrito en su primera versión en 1970, una novela anticipatoria de la atomización a la que hoy asistimos, especialmente en las grandes ciudades.
EC: Algunas formas de la religión y lo misterioso aparecen fuertemente en tu obra. ¿Sos un ser religioso?
ME: Es imposible eludir la cuestión planteada por el verbo latino de donde surge la palabra "religión". El re-ligare también puede asimilarse a la experiencia del sacrificio, que consiste fundamentalmente en restituir los vÃnculos con lo sagrado, interrumpidos por algún grave acontecimiento social o natural. En los hechos, no creo que haya existido religión sin una forma de sacrificio. El cÃrculo interno también puede leerse desde esta perspectiva. En cuanto a lo personal, he sido educado en el catolicismo, del que me aparté en mi adolescencia. Sin embargo, he leÃdo mucho a Mircea Eliade, el gran historiador de las religiones, que considera que la pérdida de lo sagrado es el fenómeno capital de nuestro tiempo. La famosa expresión de Hanna Arendt acerca de "la banalidad del mal" puede entenderse como el ejercicio del poder totalitario sin la menor consideración por lo que hay de sagrado en lo viviente, y no sólo en la vida del hombre. Los fundamentalismos religiosos, al igual que las religiones laicas, a mi juicio interrumpieron, al igual que la técnica, todo vÃnculo con lo sagrado, que implica una armonÃa entre el hombre, la sociedad y el cosmos.
EC: Dice el narrador de El cÃrculo interno: "El pensamiento le ha dado muchas cosas al hombre, pero le ha quitado otras para siempre". Y más tarde: "El conocimiento ha sido una trampa mortal". ¿Cuáles serÃan esas "otras cosas" que el pensamiento nos ha robado?
ME: La pregunta está en Ãntima relación con lo que acabamos de hablar. El pensamiento, liberado del mito, puede pensar en el Big Ban, en el origen del tiempo, en la entropÃa, etc., pero estas vastas consideraciones nos han conducido a la certeza de que nuestro planeta perecerá algún dÃa, y mucho antes nuestra especie. No es fácil ejercitar el instinto de sobrevivencia sobre estos supuestos.
EC: Leemos en "Desierto": "el exilio viene de lejos / no conocer el hogar / que a uno lo marca". Y en "Ãtaca": "No hay mayor secreto / que el propio hogar". En términos de Freud, lo siniestro vendrÃa a ser aquello desconocido que se revela dentro de lo familiar. ¿En qué sentido podrÃas decir que el propio hogar es un secreto? ¿Cuánto carga de "siniestro" esa concepción?
ME: En principio, una cuestión general. Aquello que tenemos más próximo es también lo más enigmático. Un padre y una madre deberÃan ser aquellos que tenemos al alcance de la mano, pero con frecuencia es a través de ellos, por ellos o en su contra, que nos preguntamos por el hecho de estar en el mundo. En ese sentido, no son factores reveladores sino de ocultamiento, de todo aquello que está inmediatamente atrás suyo, o mucho más lejos en el tiempo. Sin embargo, tocaste un punto muy importante sobre cómo se organiza, de manera bastante "siniestra" la información familiar en el noroeste, por lo menos en mi época de la infancia. Por ejemplo, hacÃa cerca de 10 años que habÃa muerto mi padre, cuando yo tenÃa unos 44, y recién ahÃ, examinando la libreta de familia de mi abuelo, me enteré de la existencia de una media hermana de él, que mi abuelo habÃa engendrado a los 67 años. ¿Por qué habÃan ocultado esa información banal? ¿Qué mecanismo de lo siniestro se palpaba ahÃ? La verdad, no lo sé. Aunque debo ser franco: en el poema "Ãtaca" yo me refiero en realidad al hogar formado por mÃ, cuando ya tenÃa dos hijos, y no al de mis padres.
EC: El cÃrculo interno es, de alguna manera, un viaje hacia el origen, hacia un pasado que ya no se puede elucidar. La infancia aparece allÃ, y en otros de tus textos, como una zona destacada en un sentido muy particular. ¿Cuál es tu concepción acerca de la infancia, ese lugar al que no es posible ya acceder más que de forma fragmentada?
ME: Yo creÃa que en mis textos habÃa aludido de manera casual y con muchas intermitencias a mi infancia. Tal vez porque si uno compara cualquier alusión, e incluso obsesión, con la interminable obra de Proust, En busca del tiempo perdido, todo se vuelve francamente insignificante. Mi infancia fue de muchas lecturas, de pocos amigos, pero los necesarios como para andar mucho a caballo o hacer paseos en bicicleta. A mis 10 años me regalaron un rifle de aire comprimido, asà que en lugar de matar pájaros con la honda lo hacÃa con el rifle. Nacà en el Ingenio Ledesma, allá en Jujuy. Al igual que la empresa, aprendà a ser un depredador desde muy chico. Antes de cumplir los 12 años ya estaba en el Liceo Militar de Córdoba, a 1000 kms. de mi casa. No creo haber aludido mucho a ese mundo. En cuanto al origen sÃ, pero no al personal, sino al que concierne al antepasado que dio el primer paso en posición erecta o que prendió por primera vez un fuego. Desde mis 18 años me quedó grabada una frase de Husserl: "La tradición es olvido de los orÃgenes."
EC: También la idea de la libertad traza una lÃnea a lo largo de tu obra. "... la posibilidad de ser libre no era más que la posibilidad de elegir a qué cosas atarse", reflexiona uno de los narradores en El cÃrculo interno. ¿Cuáles son tus ideas acerca de la libertad?
ME: Mi generación todavÃa estaba muy imbuida de Sartre y de su filosofÃa de la libertad. La frase que citás parece salida de uno de sus libros y menos mal que Sartre no escribió manuales porque si no habrÃa que decir que esa frase salió de uno de ellos. Yo formé parte de las últimas estribaciones surrealistas, que hicieron suyas algunas frases célebres como las de Marx y Rimbaud: transformar el mundo y cambiar la vida. Pero como ellos también reinvindicaron a Lautréamont y Sade, las respectivas frases de "la poesÃa debe ser hecha por todos y no por uno" o "hay que tener el coraje de romper todos los lÃmites" circulaban igualmente por los cÃrculos universitarios entre los que me movÃa en Córdoba. Sin embargo, es cierto que la problemática de la libertad atraviesa mi obra, sobre todo en el aspecto de todo lo que uno no hizo. La libertad nos conduce a acciones, realizaciones, pero también a omisiones y renuncias. Nuestras expectativas juveniles eran tan grandes que pensábamos, como en Una temporada en el infierno, que tenÃamos una juventud digna de escribirse en páginas de oro. ConfundÃamos la libertad de acción con la libertad de imaginación. ¿Pero acaso no es esta la mayor libertad a la que debe aspirar un escritor?
*Evaristo Cultural Nº 5.
 Revista Virtual de Arte y Literatura
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