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Mario Pizarro

En memoria de Ricardo Balbín

Mario Pizarro

      Sin duda alguna que evocar el pensamiento político y doctrinario de Ricardo Balbín representa una responsabilidad seria y compleja, y la misma no puede quedarse con escribir su biografía, si no que es indispensable precisar cuáles fueron los valores más destacados de su personalidad, valores que lo caracterizaron a lo largo de su vida como un defensor de la vieja utopía radical, que es la de concretar al mismo tiempo la libertad y la igualdad. Ricardo Balbín fue un protagonista importante del siglo pasado. En 1916, con apenas doce años tuvo su primera experiencia política en la campaña electoral que hacía el radicalismo a favor de la candidatura de Yrigoyen; desde ese momento quedó marcado su pensamiento con las causas que dieron origen a la UCR en 1890, y de allí en adelante Balbín recorrió el país enarbolando sus banderas, por eso era intransigente en los principios.
      Participó activamente en el movimiento estudiantil universitario, donde se identificaba con la Reforma de 1918. Fue delegado ante la Federación Universitaria y participó activamente en el centro de estudiantes, incorporando a su lucha voces y sueños en defensa de la Educación Pública, el cogobierno, la autonomía y la extensión universitaria, con motivo de realizarse el congreso de educación de la Unión Cívica Radical del Pueblo dijo: “.... la educación pública es una de las grandes preocupaciones de este partido, propugnamos un sentido radical en la educación, que se enseñe la libertad y la democracia. Lamento el soborno y el negocio fácil que es el ejemplo de estos tiempos. La Argentina será lo que está llamada a ser, pero para ello debe conducir la educación con sentido de superación y permanencia. Queremos fortalecer la escuela de la democracia. El niño tiene que aprender a conocer a su país y amarlo, entonces, cuando sea hombre no tolerará el entreguismo, quienes no saben recordar su pasado, no tienen derecho al porvenir. Los insto a actuar con vigor y valentía en defensa de la educación publica, cumpliendo con este deber, no habremos alcanzado el gobierno de hoy, pero habremos hecho generaciones para el futuro ....”.
      Ya recibido de abogado adhirió a la oposición a la dictadura de Uriburu, como así también marcó diferencias con la conducción del partido, ejercida por el alvearismo. En 1940 fue candidato a diputado provincial y durante esa campaña se produjo un incidente que el mismo Balbín relata en estos términos: “.... en un acto político me hostilizaban unos hombres de la tertulia. Les repliqué: soy de los que tomo y obligo. Ustedes compórtense en la elección como deben y, si hay fraude, yo voy a renunciar a la banca.
Como hubo fraude, renuncié y no me incorporé a la Legislatura. Mi renuncia a la banca fue un compromiso ético ante el pueblo que yo debía cumplir ....”.

LA SITUACIÓN INTERNA DE LA UNIÓN CÍVICA RADICAL
      
El 6 de setiembre de 1930, se instauró en el país la dictadura de Uriburu. Golpe que afectó al radicalismo, al ser un partido encuadrado en un liberalismo solidarista que tiene su origen en el krausismo, se constituyeron diversas líneas internas: los alvearistas; el Nacionalismo Democrático, representado por Forja y el Movimiento de Intransigencia y Renovación que reconocía a Ricardo Balbín como uno de sus principales dirigentes. Al encararse la renovación presidencial de 1943, las autoridades de la UCR, estimaron conveniente conformar una alianza opositora para enfrentar al candidato del gobierno, un dirigente conservador y muchos sectores del radicalismo se opusieron a todo acuerdo con otras agrupaciones políticas. Estos grupos, que a partir de ese momento pasaron a identificarse como intransigentes, se presentaron a la Convención Nacional exigiendo la elección de una fórmula exclusivamente radical, posición que fue derrotada. Los disidentes se expresaron en un acto publico celebrado en el Salón Augústeo, en el que Ricardo Balbín expresó: “.... la dirección de la UCR ha caído en manos ineptas (dirigentes enrolados en el alvearismo), en poder de los hombres que eluden el examen de los problemas nacionales, ocultándose detrás de la cortina de humo de la crisis por la que atraviesa el mundo ....” . la discusión interna dentro del radicalismo se vio interrumpida por la revolución del 4 de junio de 1943, que derrocó al presidente Castillo. En 1945 Ricardo Balbín crea en Avellaneda, el Movimiento de Intransigencia y Renovación. El 17 de octubre de 1945, miles de obreros fabriles del gran Buenos Aires marcharon hacia Plaza de Mayo, en defensa de Perón, detenido en la isla Martín García. Nacía así un mito nacional y un nuevo líder para gran parte del pueblo argentino. Se cerraba una etapa y comenzaba otra. Los días sucesivos, por años, mostrarían una Argentina distinta, con muchos desencuentros entre estos dos líderes políticos.

LA UNIÓN DEMOCRÁTICA
      La conducción de la UCR, que a fines del ‘45 continuaba en manos de los alvearistas, se mostraba nuevamente proclive a conformar una coalición de partidos democráticos en oposición a Perón. Ricardo Balbín, en la intransigencia, consideraba que al proyecto peronista debía oponerse un programa de neto corte nacional y popular, con fuerte contenido social, y que la fórmula presidencial debía ser exclusivamente radical. La Convención Nacional aprobó en diciembre del 45’, la conformación de la Unión Democrática, los intransigentes que se habían opuesto al acuerdo, aceptaron la fórmula radical Tamborini-Mosca, pero resolvieron continuar la lucha dentro del partido y proponer candidatos propios para otros cargos electivos en los comicios internos. En febrero de ‘46 la formula Perón-Quijano se impuso a la Unión Democrática, lo que produjo en el radicalismo cambios internos, la cúpula alvearista fue desplazada por los miembros de Intransigencia y Renovación, como Balbín, Frondizi, Lebensohn, Del Mazo, entre otros. Con una postura de oposición constructiva, de apoyo a las medidas progresistas del nuevo gobierno, causó una profunda división en el partido ante la postura fuertemente antiperonista de los unionistas, sector que realizó un rescate del yrigoyenismo a través de Lebensohn en un primer momento y Balbín después, llegando así a lo que se denominó el Congreso de Avellaneda (1947), que produjo tres documentos de vital importancia en la concepción doctrinaria del partido: la profesión de fe radical, las bases de acción política y la declaración política. En la primera está plasmado el pensamiento krausista de Ricardo Balbín cuando entre otras cosas expresa: “.... el radicalismo es una concepción de vida y la revolución radical hace de la política una creación ética. El radicalismo es democracia interna; fue, es y seguirá siendo lucha contra los monopolios capitalistas, contra todas las formas de privilegio, radicalismo es reforma agraria, educación popular, acción anti imperialista y reforma universitaria; es defensa y promoción de los derechos económicos de los trabajadores, es derecho de huelga y organización gremial; es salario real y asistencia social; radicalismo es justicia y libertad en todas sus expresiones ....” lo que fue todo un quiebre del rumbo ideológico del partido, identificándose con el pensamiento social demócrata.
      En esta etapa las características del peronismo eran el estatismo, el bilateralismo, la nacionalización del comercio exterior, la aplicación de la tercera posición en el ámbito diplomático. El sector de Forja que emigró hacia el PJ, le dio muchos de esos contenidos ideológicos. El liderazgo del general Perón poco a poco fue opacándose. El contenido autoritario de su pensamiento, buscando permanentemente un sentido corporativo a la política (CGT única por ej.), la ineficiencia demostrada por los planes quinquenales elaborados desde 1946, se fue intensificando con la crisis en 1952, con un importante aumento de la represión y así Ricardo Balbín se constituye, en la expresión opositora al gobierno peronista y en un fuerte defensor de las libertades públicas. Una muestra del temor que generaban los fuertes discursos emitidos por Balbín en el Congreso de la Nación, como en actos públicos, motivaron el proceso de desafuero y posterior encarcelamiento de Don Ricardo, que dirá : “.... como ha dicho bien el señor diputado Vítolo cuando afirmó que no soy capaz de rectificaciones .... mis afirmaciones son claras y limpias, decididas y categóricas. Son mi lucha, mi modo de vivir, mi contribución modesta a la República. Yo no tengo la culpa de mi lenguaje: a mi me lo enseñó la adversidad .... Si con irme de aquí pago precios, como cualquier otro de los luchadores de mi partido; si este es el precio por el honor de haber presidido este bloque magnífico, que es una reserva moral del país, han cobrado barato; fusilándome todavía no estaríamos a mano ....” .
      Ricardo Balbín integró aquel grupo brillante conocido como el “Bloque de los 44”, quienes a pesar de su debilidad en los números y su división interna, guardaban viva la llama de un sistema democrático bipartidista; se destacaron en particular dos líderes que debían jugar papeles importantes en la historia argentina. Eran Ricardo Balbín y Arturo Frondizi, que constituyeron la fórmula presidencial en las elecciones de 1951. Pero no pudieron tener éxito en las condiciones dadas, su tiempo no había llegado todavía. En setiembre de 1955, después de un conflicto con la Iglesia y el aumento de la crisis económica y de la represión oficial, Perón fue derrocado por un golpe militar dirigido por el general Lonardi reemplazado luego por Pedro Aramburu. El radicalismo celebró una Convención Nacional en Tucumán, donde los unionistas se separaron finalmente de los intransigentes de la UCR y Frondizi fundó junto a Rogelio Frigerio la Unión Cívica Radical Intransigente y tras el alejamiento de los principios doctrinarios del radicalismo fundó el Movimiento de Integración y Desarrollo; y Ricardo Balbín agrupó a sus seguidores en la Unión Cívica Radical del Pueblo, que fue la heredera legítima de las tradiciones radicales, hasta el día de hoy. Esta fractura llevó a muchos a sostener que Ricardo Balbín perdió la oportunidad histórica de convertirse en presidente de los argentinos y para que una vez llegado al poder obrara como conciliador de la antinomia peronismo-antiperonismo.

ASAMBLEA DE
LA CIVILIDAD
      Ante la convocatoria a elecciones presidenciales los Intransigentes ratificaron la fórmula que ya habían elegido con anterioridad Frondizi–Gómez y los del Pueblo proclamaron la formula Balbín-Del Castillo. Los seguidores de Frondizi creían necesario un proceso de integración con el Justicialismo proscripto. Los liderados por Balbín estimaban que debía mantenerse la línea yrigoyenista, la intransigencia, y estimaban que debían insistir en el programa de Avellaneda (la profesión de fe doctrinaria). Frondizi, con el voto del peronismo, ganó las elecciones en 1958. Durante su gobierno, el radicalismo conducido por Balbín realizó una dura oposición, la que continuó luego contra el régimen instaurado después del derrocamiento de Frondizi, al reemplazó Guido; la crisis militar fue el eje alrededor del que giró todo el proceso político. El sector Azul del ejercito, que reconocía como jefe a Onganía pretendía una salida electoral rápida y con participación del peronismo a través de partidos afines; el sector Colorado, representaba el más cerrado antiperonismo. Esto se definió a través de la lucha armada. Se impuso los azules, que condensaron su mensaje a la ciudadanía con el documento que se conoce como “comunicado 150”, en el que se aludía a una rápida salida institucional. Balbín convocó a todos los partidos políticos en lo que se denominó la Asamblea de la Civilidad. Se trataba de un acuerdo para buscar una salida electoral sin proscripciones y en la que todos los partidos, encabezados por la Unión Cívica Radical se comprometían a defender el sistema y el gobierno que surgiría de las elecciones generales. El 12 de marzo, Balbín resumió los acuerdos logrados en estos términos: “.... cada partido practica la democracia a su manera, sólo pretendemos alcanzar esas bases mínimas, sin afectar el pensamiento de cada uno de ellos. El que triunfe en los comicios hará cumplir con estos postulados de acuerdo con su filosofía política, pero lo importante es que están dadas las bases, ya que nadie puede tener la razón absoluta.... ”. Convocada la elección, Balbín dio una muestra más de su grandeza política y de su conducta partidaria, dio un paso al costado y la UCR proclamó la fórmula Illia-Perette, que triunfó en las elecciones. Existían muchas dudas a cerca de la relación entre el presidente Illia y. Balbín, jefe natural del partido. El mismo Balbín se encargó de aclarar este tema en un reportaje aparecido en 1964, allí decía: “.... se que se ha hablado durante bastante tiempo de un distanciamiento entre el Dr. Illia y yo. No es exacto. Con el Dr. Illia somos amigos y abrazamos las mismas causas. Cuando el tomó el gobierno en 1963, habíamos dicho que queríamos que el gobierno fuera el gobierno y el partido fuera el partido. Y esto, por más que se vaya definiendo, no se comprende si no se objetiviza con claridad. De tal modo que yo fui el presidente de la UCR, siendo Illia el presidente de todos los argentinos ....”.

LA HORA DEL PUEBLO
      A partir del derrocamiento de Illia, Balbín comprendió que no podía haber estabilidad democrática sin la participación del peronismo en el proceso político. Así fue que, reviendo viejas posiciones, estableció contacto con los representantes de Perón en el país. Estas tratativas terminaron en lo que se denominó La Hora del Pueblo, un acuerdo de agrupaciones políticas que fijaban coincidencias mínimas para la recuperación de la democracia. Esto demostró una vez mas la grandeza de este hombre, de dejar de lado discusiones y enfrentamientos estériles,.
      En las elecciones de 1973 compitió, primero con Cámpora y luego con Perón. Lo hizo sobre bases distintas de las confrontaciones anteriores. Había respeto por el adversario y dialogo civilizado entre los partidos. De ese entonces es la frase que se le atribuye: “.... el que gana gobierna, el que pierde ayuda ....”. Resultó derrotado, pero quedó siempre su actitud de auténtico demócrata y batallador por la reconciliación nacional y la consolidación de las instituciones. Tanto Perón como Balbín temían por el porvenir de la Argentina y querían establecer bases sólidas para un futuro mejor. La muerte de Perón interrumpió ese proceso de coincidencias. El 4 de julio de 1974 Ricardo Balbín, en nombre de todas las fuerzas políticas, despidió los restos del presidente muerto. Se cerraba una etapa de la historia nacional que había tenido, tanto a Perón como a Balbín, como protagonistas fundamentales.

GOLPE DE ESTADO DE 1976
      Muerto Perón le sucedió su esposa y el gobierno se transformó en insostenible. Balbín, una vez más, hizo esfuerzos para salvar las instituciones. El 16 habló al país para señalar: “.... que no tengo soluciones concretas a la crisis, pero estimo que la unión de los argentinos en un esfuerzo común, puede salvar las instituciones ....” y parafraseando al poeta dijo “.... todos los incurables tienen cura cinco segundos antes de la muerte ....”. Y le tendió la mano al gobierno de Isabel Perón para salvarnos del golpe militar que se veía venir. No fue comprendido, y el 24 de marzo los militares ocuparon nuevamente la Casa de Gobierno. Comenzaba la noche más oscura, la Argentina del terrorismo de estado, la muerte, la tortura, el miedo, los desaparecidos.
Ricardo Balbín continuó sus recorridos por el país, llevando su mensaje de libertad y reconciliación. Al conocer los horrores que se vivían, se preocupó por salvar la vida de quien pudo, motivo por el que visitó Jujuy para interiorizarse por varios detenidos y desaparecidos, participando de un almuerzo a puertas cerradas en un viejo local de la calle Senador Pérez.
En 1979 consideró que había llegado el tiempo de expresarse públicamente y exigir el retorno de las instituciones y de la Constitución. Nuevamente Ricardo Balbín solicitaba una salida democrática a través de su convocatoria a constituir la Multipartidaria en donde sentó las bases de lo que llamó “.... la reconciliación nacional ....”; paraese entonces ya estaba enfermo: el 22 de agosto de 1981 fue internado y falleció el 9 de setiembre. Cientos de miles de compatriotas, en plena dictadura, se volcaron a las calles a acompañar el cadáver de Ricardo Balbín en un reconocimiento de lo que valía la Unión Cívica Radical de ese Balbín al que no habían votado nunca, al que seguramente habían insultado o habían descalificado. Con su vida política enriqueció el radicalismo y al país.






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