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Entrevista al obispo Marcelo Palentini

Un turismo más humano

     La Iglesia Católica de todo el mundo proyecta una nueva mirada sobre la actividad. Los planteos expuestos en un congreso en Tailandia fueron comentados a El Ojo de la Tormenta por el obispo Marcelo Palentini, que participó del mismo En el ámbito de la comunidad pastoral católica mundial, la cuestión de las cosas buenas y de las cosas malas del turismo ha generado un debate del que ha sido parte el obispo de Jujuy, quien concurrió recientemente al mencionado congreso, realizado en Bangkok, donde se tocaron aspectos que hacen al lado humano de esta actividad, desde el turismo sexual infantil que se promueve en algunos países asiáticos hasta la aplicación de un Código de Etica que apunta a poner a salvo a la persona de los efectos negativos de esta actividad, pasando por el "precio" que deben pagar los pueblos pobres para salir de la miseria a través del desarrollo de la "industria sin chimeneas" y la identidad cultural que se pone en juego. Para el obispo, que tuvo la responsabilidad de presentar el turismo jujeño ante el foro, lo de Bangkok, fue una experiencia muy interesante compartida con representantes de 35 países y 110 delegados de todo el mundo.

-Tailandia es un país tan distante, del que tenemos tan poca información. Supongo que allá debe pasar lo mismo con Argentina.
-Sí, hay poquísima información sobre Argentina, aunque los representantes eran de todo el mundo y alguien sabía más que otros. Había gente de Asia, Africa, Oceanía, distintos lugares de América; de América Latina relativamente pocos.

-¿Qué fue lo que planteó usted al hablar en Tailandia en representación de la secretaría de Turismo dela Nación?
-Un tema que tiene que ver con la Pastoral de Turismo y los alcances que puede tener. El alcance que tienen estos congresos es analizar el turismo desde una óptica distinta a la simplemente económica porque a veces se ve al turismo como una oportunidad económica, y de hecho lo es porque en el análisis que hicieron los expositores de todo el mundo se vio que los países más deprimidos, gracias al turismo, han tenido un cambio muy importante. Pero sobre todo, creo que uno de los aspectos más importantes fue analizar el Código de Etica Mundial sobre el Turismo, que fue suscrito en el 2001 en Santiago de Chile y que todavía no está firmado por todos los países ni todos los países latinoamericanos. Casi diríamos que en gran parte del mundo no se conoce pero en Tailandia -donde gracias a Dios sabemos que el turismo es muy fuerte- y con un turismo que tiene determinadas connotaciones bastantes peligrosas como es el turismo sexual infantil, esto lo acababan de firmar justamente en vistas de este congreso. O sea que ya en preparación, el congreso fue un efecto positivo para ellos en el hecho de poder colaborar en esta dimensión de replantearse cómo están haciendo el Turismo, cómo tienen determinadas ventajas económicas pero a costa de qué.

-¿En otros países orientales?
Lo mismo en otros países de Asia y Africa, donde gracias al turismo, no se tiene en cuenta para nada a la gente. Por ejemplo: hay hoteles donde decían que un turista gasta en una noche tanta agua como necesita durante todo un año una familia de la zona. Lo mismo lo que significa la explotación en el trabajo pero además de esto, está todo el efecto positivo que hemos analizado -y me pareció muy importante- cómo el turismo acerca culturas, une y hace valorar la experiencia de los demás; la riqueza cultural que a veces está escondida, cómo presentarla. Y esto nos sirve a nosotros también; es decir, no basta con decir que vengan los turistas. Ese fue uno de los objetivos que yo propuse y que después lo hemos conversado con el secretario de Turismo nuestro y con otra gente a nivel nacional, porque lo tienen que tener en cuenta bien, porque empieza este boom del turismo hacia Jujuy. Que no tengamos que corregir desvíos a lo mejor cuando es demasiado tarde.

-¿Qué sería un turismo religioso?
-En primer lugar, pensamos que lo religioso abarca a todo el hombre. Por lo tanto, lo que se propone en este congreso es cómo defender y cómo valorar al hombre y compartir los valores humanos espirituales del hombre en cualquier lugar en que está. Por eso es que la visión es mucho más amplia que lo simplemente litúrgico. Segundo: si defendemos al hombre con sus valores culturales, vemos que hay distintas experiencias a lo largo de los siglos que se han mantenido, se han escondido y que tenemos que recuperar. Por ejemplo, nosotros podemos tener en Jujuy una experiencia grandísima pero no inventamos ritos para que venga el turismo y saque fotos. No va por ese lado. Creo que hay que ir a la autenticidad, al meollo de la cuestión, a las tradiciones históricas, a las tradiciones de una cultura que sigue manteniéndose en parte y en otra parte se ha transformado pero la tenemos que presentar en su autenticidad.

-También fue a Filipinas ¿por qué?
-Y bueno, porque estaba en Bangkok, a tres horas de viaje de Filipinas y en Filipinas tengo muchos compañeros sacerdotes de mi congregación y ellos me habían pedido desde hace mucho tiempo que fuera para compartir un poco el trabajo de la Pastoral nuestra con el que tienen ellos en Filipinas. Y curiosamente, estando en las antípodas, estuvimos viendo cosas que son muy parecidas. Por ejemplo, la pobreza es igual y la pobreza debido a una situación histórica que sabemos vive ese país. Pero a su vez, en la Pastoral tenemos la comunidad eclesial de base, o sea, pequeños grupos de vecinos que reflexionan la palabra de Dios y allí viven una solidaridad extraordinaria. Las experiencias de solidaridad hacia la vida eclesial, que es lo que nosotros estamos intentando hacer aquí desde hace años con un plan Compartir desde el Episcopado Argentino, allá lo tienen implementado en forma muy sencilla.

-¿Y ellos tienen también su acción de Cáritas?
-Sí, exactamente. Ellos han constituido cooperativas para abaratar el costo de los elementos indispensables para la vida. A su vez, formaron cooperativas donde pueden secar el arroz juntos y venderlo a un precio mayor porque unen a todos los pequeños productores; tienen cooperativas de defensa de los derechos del trabajador, que cobra una miseria. Otro de los trabajos muy interesantes que están haciendo es con la educación. Hay algo que me llamó mucho la atención en Filipinas: allá el día comienza a las 5 de la mañana y los chicos ya están en la escuela a las 7,30 hasta las 4 de la tarde. Tienen una hora al mediodía para comer y tienen todo el día completo. Esto en todas las escuelas, por más humildes que sean. -Este episodio doloroso que pasó en Chile, con el sacerdote que mataron en la Catedral, fue más allá de lo horroroso, un episodio aislado en Latinoamérica. ¿Cómo son las cosas en Filipinas?
-En algunas islas hay una gran mayoría que son musulmanes y algunos son fundamentalistas. En otros lados se puede convivir bastante bien. En una zona donde yo estuve justamente- un compañero mío fue secuestrado durante seis meses en manos de un grupo guerrillero. Pero también en esa zona mataron a quemarropa a dos obispos. Otros sacerdotes fueron amenazados de muerte. Pero lo mismo siguen trabajando ahí cerca porque el fundamentalismo por supuesto, hacer perder el equilibrio. No podemos meternos todos en la misma olla y decir que todos somos iguales; hay grupos que realmente son así y tienen sus intereses económicos porque el rescate significa una ganancia económica.

- Las realidad en cuanto a la exclusión en países como Tailandia y Filipinas, ¿tiene mucho que ver con Latinoamérica o es diferente?
-Es muy distinto Tailandia de Filipinas aunque estén muy cerca, Tailandia es un país que tiene una característica única en Asia: fue un poco como colchón entre dos grandes dominios, Inglaterra por un lado y Francia por el otro. Además tiene muchos recursos naturales como el oro y diamantes. Por lo tanto, hay una riqueza que no tienen otros países. Entonces aquí tenemos gente en general con un promedio de calidad de vida muy bueno. Y después, una filosofía que viene de la religión budista que, como ellos creen en la reencarnación, hay toda una manera de representar la vida, muy distinta de la nuestra indudablemente. Filipinas se asemeja mucho más a América Latina, en ese sentido de que hay unos pocos poderosos, terratenientes, etc. con el poder político y después, con todos los golpes de Estado que han tenido, enfrentamientos de ideologías y también hay un pueblo bastante pobre. Es una cosa impactante en toda Filipinas encontrarse con coches último modelo, riquísimos, y al lado la bicicleta que lleva en un carrito a la gente que va trasladándose. Allí está el problema de una realmente mala distribución de la riqueza.

-En foros como el de Bangkok y otros en los que usted ha estado, ¿cómo se ve la situación de América Latina y sobre todo la de nuestro país?
-Lo que constatábamos es que lamentablemente nos estamos acostumbrando a ver que hay un grupito que emerge cada vez más y a una gran cantidad de gente que está deprimida. Y esto es muy preocupante porque no es solamente el hecho de que hay pobres, siempre los hubo, los habrá así como hay distintas oportunidades y distintas capacidades laborales, intelectuales, etc. Pero lo malo es cuando se institucionaliza la pobreza y se transforma en un medio para poder tener privilegios algunos y decir: 'bueno, resígnense'. Es algo anti-evangélico; esa resignación pasiva no es lo que quiere Dios de nadie, evidentemente, sino que quiere la dignidad de todos. Como yo decía el otro día, en la homilía de del Santísimo Salvador, en lugar de agrandar la mesa para todos los comensales, vamos eliminando lugares para que no vengan otros acá. Y la riqueza que tiene nuestro país es realmente muy grande. Tenemos un aumento de exportaciones de todo, de soja, de trigo y de carne y tenemos un aumento de pobreza y hambre. Eso es para repensarlo desde el punto de vista de los que tienen el poder.

-Escuchando esa homilía, pensaba que es como que el diagnóstico está hecho. Ahora, ¿cómo se sale?, porque yo sigo viendo que en el país de las vacas, de la leche y del trigo, hay gente que sigue diciendo que hay que darle jugo de soja a los chicos desnutridos.
-No está mal que le den jugo de soja, pero que les den y no está bien que no se les de tantas cosas que los niños necesitan para su crecimiento físico y mental, pero lo mejor de todo es que se tienda a no “dar”. El asistencialismo ha hecho mucho daño en cuanto a la pérdida de la cultura del trabajo y de la dignidad esencial del ser humano, hombres y mujeres. Es bueno, es lo mejor, que los padres puedan conseguir a través del trabajo, lo que sus hijos necesitan. Por eso, acá está lo trágico de la Argentina. La tragedia es que tenemos los recursos, recursos con los que otros países no pueden ni soñar, pero la gente no siempre tiene la posibilidad de conseguir lo propio para la familia. Lamentablemente nos estamos acostumbrando a tantos comedores como hay por todas partes y esto es trágico. Lo que necesitamos es que en la casa, el chico coma y disfrute del sabor de la comida de su mamá y no que vaya a un comedor para comer junto a los demás, es verdad que se llenan la panza pero les falta el diálogo y el afecto de los padres y todo lo que eso significa para la formación y para la familia misma.






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