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Miguel Chávez

La transgresión en Jujuy

Miguel Chávez*


      Jujuy, paraíso de los transgresores (según el diccionario, quienes quebrantan      preceptos o leyes). Y esto no es una novedad porque sucede que -y los hechos cotidianos lo confirman- el perfil sicológico del jujeño medio parece responder al de personas que desprecian las normas, las buenas costumbres y hasta -podría decirse- el orden establecido. Nada prohibido deja de ser tentador y esto no reconoce niveles sociales. El pobre transgrede por rencores, envidias, hambre o porque lo mandan; el rico por “intereses comerciales, políticos o de empresa” o simplemente “por vivo”.

      Como transgresoras tenemos por ejemplo a las entidades y hasta dependencias oficiales que insisten con los pasacalles. La comuna prohibió en algún momento la instalación de esos carteles, porque ponen en riesgo la estabilidad de columnas y árboles, se enriendan en el cableado de la telefonía, alumbrado público y TV por cable, luego no se los retira y terminan como colgajos. Pero nadie se da por enterado de tal prohibición.
      Alguien pinta su frente o una repartición hermosea sus paredes, llegando incluso a colocar el cartelito “Prohibido Fijar Carteles” y al día siguiente se lo taparon con los afiches de esta o aquella bailanta, incluso de instituciones, seminarios, cursos, en fin y para peor, perdida la vigencia del afiche, los que lo pusieron no son capaces de ir a limpiar la pared. Total, luego alguien los saca y repinta la pared, generalmente el municipio o el gobierno provincial, algo que nos cuesta a todos.
      En el tema de los semáforos, no faltan los ciclistas y hasta los empleados de esas empresas de mensajería que parecen creer que para ellos no están los semáforos y los cruzan con cualquier color (¿o son daltónicos?). Y esta irregularidad suele alcanzar  a algún remís, taxi y hasta colectivos.
      Con la falacia de que son pobres, muchos quebradeños y puneños traen a nuestra Capital carne de cordero o llama y se sientan a la vera de algunas de nuestras calles, a venderla. ¿Higiene?. No nos hagan reír. ¿Sanidad?. Lo mismo. Esos pobres, muchos de los cuales tienen cientos de ovejas o llamas allá en la Puna, cuando las autoridades proceden, al decomiso, ponen el grito en el cielo. Total, a quien le importa si alguien que come esa carne luego se enferma. Ellos ya estarán de vuelta en el pago.
      En cuanto al modo de cruzar las calles, a nadie o casi nadie parece importarle la senda peatonal, cruzan por donde se les ocurre y ahí suelen originarse accidentes.

OTROS TRANSGRESORES:
      - los inspectores de tránsito que miran al cielo cuando pasa a su lado un ciclomotor conducido por un entusiasta jovencito (o jovencita) que cree estar en una pista y circula lo más rápido que el vehículo le permite, a todo escape libre. De ruidos molestos, mejor ni hablar. Acá unos y otros son transgresores.
      - los dueños de autos y camionetas que los estacionan en la vereda y nadie hace nada.
      -los dueños de autos y camionetas abandonados en la vía pública y nadie hace nada.
      -los funcionarios y espectadores que, en actos públicos y mientras se iza la Bandera o se canta el Himno Nacional, conversan con el vecino o mastican chicle y no cantan. Si del público se trata no hay que asombrarse, habiendo tanto extranjero entre nosotros.
      -los taxis compartidos que cambian el recorrido a su gusto y paladar. Si les conviene llegan hasta determinado punto; si no, dejan al pasajero a medio viaje, con los malos tratos consabidos.
      -los chicos –y algunos que no lo son tanto- que nadie sabe quien auspicia o protege, pero que todos los sábados, a la hora de la siesta, toman la moto categoría “enduro” o “cross”, se calzan coloridos buzos y cascos y hacen de las calles de la ciudad su propia pista. Acá también mejor que no hablemos de ruidos molestos.
      -los vendedores ambulantes que casi no dejan espacio para el transeúnte por Lavalle al 100 y 200, por el propio puente Lavalle, acera izquierda, sus esquinas sobre 19 de Abril e Irigoyen y Dorrego, en ambas aceras. (A propósito de vendedores ambulantes, nadie dejó de notar la exagerada presencia de estos para el Día del Niño, sobre avenida Irigoyen; ¿algún funcionario le habrá preguntado su opinión a los jugueteros que tienen un local como es debido y pagan sus impuestos ?.)
      -los culpables de la suciedad de aceras y cordón, frente al Hospital de Niños y mejor no mencionar el hedor, parecido al de los criaderos de cerdos. (¿A quién se le habrá ocurrido autorizar el funcionamiento de puestos de venta de comidas en ese lugar?)
los colectivos que siguen contaminando el aire con sus escapes.
      -los que para publicitar una bailanta o los precios de este o aquel comercio siguen usando el arcaico sistema de los altavoces montados en el techo de un coche y salen a la calle a la hora más inoportuna, especialmente la de la siesta.
      -y mejor ni hablar de los piqueteros, ya institucionalizados como los transgresores por excelencia. En aras de esta o aquella reivindicación, cortan calles y rutas, rompen algún que otro automotor, insultan, desafían y tratan de intimidar a la población. Además, convierten Alvear al 1100 en un chiquero (pobres vecinos) cuando hacen cola para retirar los bolsones alimentarios que pagamos entre todos.
      Claro, en esto más que nunca es aplicable el dicho que reza “no tiene la culpa el chancho sino...”. O acaso la frasecita sí sea adecuada para todos los casos de transgresiones antes comentados y otras aún por mencionar.






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