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Pedro Ascarate

Acerca del trabajo y la producción

Pedro M. Ascárate

PARADOJA
APARENTE
      Es indudable que la cuestión pendiente por excelencia en la Argentina de los últimos 30 años es la de lograr una respuesta adecuada al flagelo de la desocupación. Ya en aquella época, al comienzo de los ’70, el general Perón acuñó aquella frase premonitoria que decía: “gobernar es crear trabajo”, y así como no se alcanzó esta meta todavía, tampoco se logró aquella otra más antigua de la primera mitad del siglo XIX de J. B. Alberdi: “gobernar es poblar”, porque aún padecemos una baja proporción de habitantes en nuestro territorio, mal que les pese a los antinatalistas contemporáneos.
      Pasada la ola inmigratoria, fue justamente Perón quien rescató en su último gobierno la máxima alberdiana cuando sostenía: “queremos cincuenta millones de habitantes para el año 2000”, y sólo alcanzamos treinta y seis en el censo del 2001, con una inadecuada distribución por el fenómeno de la concentración urbana, siendo Argentina una de los primeras naciones del mundo que padece este problema.
      La debilidad geopolítica que esto representa no admite discusión y no es en absoluto contradictoria la propuesta de crear trabajo y aumentar la población para lograr una “ocupación sostenible” del territorio. Decimos esto porque no faltan hoy los cómplices, conscientes o no, de los intereses globales hegemónicos, que desprecian la defensa de la soberanía territorial porque “nos sobra espacio” y se oponen al crecimiento poblacional por entender que “somos muchos para alimentar”...¡en un país casi vacío, exportador de alimentos!. Las Ciencias Económicas a las que supuestamente les compete específicamente esta materia, no han podido o no han sabido encontrar el diagnóstico y la terapéutica que de salida a la hecatombe que se abatió sobre la nación sin que mediara ninguna catástrofe climática o bélica, y que registra indicadores de desocupación y pobreza sin precedentes, superiores a la media Latinoamericana.
      Si nos introducimos en la legislación laboral encontramos que el derecho al trabajo se encuentra garantizado en la ley de leyes, la Constitución Nacional, de manera tal que constituye un imperativo para todos los ciudadanos procurar su vigencia, sin embargo asistimos a una degradación de las relaciones  laborales en todos sus aspectos. Probablemente se nos acuse, y con razón, de realizar una búsqueda ingenua de las causas de la falta de trabajo en el país porque ya se sabe de la instrumentación y manipulación de las ciencias y de las leyes para lograr esto que no tiene otro nombre que el saqueo de la Argentina iniciado a partir del denominado Proceso. Nacido del golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976, fue el que introdujo el paradigma de que el mercado interno no tenía relevancia, que había que abrirse a la importación, que se debía privatizar las empresas públicas para bajar el déficit y que era una ventaja tener pocos habitantes, objetivo al que contribuyeron con particular esmero.
      Para dilucidar los fundamentos de esta importante cuestión y haciéndolo como militantes del movimiento nacional, herederos de la cultura de nuestro pueblo forjada en la participación en las comunidades y de la libertad en Dios, echaremos mano de una fuente bibliográfica muy despreciada en el mundo materialista en que vivimos, que no tiene bases científicas y sin embargo puede dar razón de lo razonable, se trata de la Verdad Revelada. 

REVELACIÓN Y REBELDÍA                   
      En el libro del Génesis leemos: “Creced, multiplicaos y henchid la tierra....” Gen. 1-28. El mandato de la procreación es también el nacimiento de la economía, siendo la principal actividad económica, el trabajo, para así sostener la nueva humanidad, es decir la familia originada por el vínculo procreador. En este mandato la economía encuentra su única finalidad verdadera. La otra producción fundamental del ser humano es la cultura, que es lo que lo distingue del animal, y es el hábitat natural del ánthropos (el que mira de frente). De modo que Procreación, Trabajo y Cultura están íntimamente ligados entre sí y esto atañe a todos los hombres. No es un atavismo, ni una cuestión arqueológica o histórica, o una moda, sino que es el presente de la humanidad.
      La contracultura, también denominada Cultura de la Muerte, se ha esforzado por borrar todo signo característico de humanidad. Preconiza los derechos humanos mientras se olvidan del derecho de las personas a la vida y el derecho a cumplir el sentido de esa vida. Atacaron primero la procreación con el triple objetivo de impedir el crecimiento de la humanidad, destruir la familia y liquidar el concepto mismo de paternidad primero, y de maternidad después. Esta verdadera campaña contra la vida comenzó (en su última versión), con el denominado “Informe Kissinguer” presentado en abril de 1974 al Presidente R. Nixon, donde se señalaba como una amenaza para la seguridad interna y para los intereses de los EEUU el crecimiento poblacional de los países en vías de desarrollo y pobres. Esto se transformó luego en ideología disfrazada de derechos humanos, protección ambiental y lucha por libertades de las minorías, que se difundió por los organismos internacionales y por las fundaciones financiadas por las empresas multinacionales depredadoras y los bancos usureros beneficiarios de las operaciones en esos países.
      A la ideología neomalthusiana nunca le intereso la llamada liberación femenina ni la homosexualidad, salvo para usarlas como armas a favor en la implantación de la política de control demográfico mundial para garantizar las reservas de recursos naturales que permitan mantener el estándar de consumo de la  sociedad  opulenta. Sobre los jóvenes cargaron la angustia económica, la promoción de prácticas permisivas y libertarias acompañadas de adicciones de diversa  índole; contra los ancianos, la inseguridad del sustento y el “exilio” en los geriátricos, agudizando así el corte generacional.
Desarrollaron además el negocio de la enfermedad disfrazada de salud, donde la mayoría de la población no tiene cobertura ni acceso. Sufrimos la invasión de la “cultura en lata” de las sociedades de consumo suntuario, individualista, competitiva y violenta, acompañada de la acción masificadora y relativista de los llamados medios de “comunicación social”. Respecto al trabajo, fuente de dignidad y educador de la persona, crearon  la economía de la especulación dejando a millones sin empleo y rindiéndolos por hambre.

ASPECTOS DOCTRINARIOS DEL TRABAJO
      Sabemos que el pensamiento materialista y economicista convirtió al trabajo en mercancía  equiparando al hombre a los insumos y materias primas, concibiéndolo exclusivamente como fuerza laboral y no como destinatario de la actividad económica. No obstante el trabajo es un bien que posee dos aspectos inseparables: útil y digno, objetivo y subjetivo. La consideración de solo una de las facetas ha traído en el transcurso de la historia consecuencias lamentables que todavía no se han superado. Es muy importante recordar que los medios de producción, como la técnica y el capital nacieron del trabajo humano, tanto que puede existir producción sin capital, pero no sin trabajo. De allí que esta actividad humana sea la clave de la cuestión social.
      Su Santidad Juan Pablo II percibió la necesidad histórica del paso de la justicia distributiva (aquella que defendían los sindicatos de la era industrial), a la justicia atributiva que procura un derecho previo al trabajo, previo a lo que cada uno da, hace o merece (Laborem Exercens-1981). En otras palabras la persona que trabaja debe recibir una retribución que le permita sostener a su familia independientemente de cualquier otro factor.
      Esto supone la supremacía del trabajo sobre el capital, como lo sostenía Perón en los años ‘50 en la frase: “la economía debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la economía”. Indudablemente estos postulados constituyen un escándalo para el neoliberalismo reinante que necesita mano de obra esclava para alcanzar una rentabilidad competitiva como explicaremos más adelante.

LA ECONOMÍA DEL DIABLO                 
       Decíamos que el capital es uno de los componentes de la actividad productiva y no siempre fue el más importante, pero existen épocas donde las finanzas se convierten en el factor dominante, poniendo a su merced todo el resto del ciclo productivo. El dinero, que surgió para facilitar el intercambio y que por sí mismo no debería tener ningún valor sino en relación con los objetos del canje, comenzó a tener valor propio pudiendo obtenerse ganancias con solo atesorarlo.
      Según A. Álvarez, a mediados de la década del ´60 se produjo una acumulación del capital en el mundo, un exceso diríamos, fenómeno que se extendió hasta fines de los ´70, fruto de un auge de producción y consumo, y de ganancias del comercio del petróleo, los llamados petrodólares. Había dos caminos legítimos para los capitalistas, invertir en los países en desarrollo o guardar en los bancos. Se negaron a los dos, porque en el primer caso pensaron que podían  generar una competencia a sus negocios tradicionales y en el segundo, porque bajarían demasiado las tasas de interés bancario con el consiguiente perjuicio a sus depósitos. 
      Se decidieron por una perversa estrategia mixta: el circuito de la “economía negra”, la usura, la bicicleta financiera y las inversiones en el Este comunista. Los astilleros del Gdansk (Danzig) y los camiones Ursus en Polonia, eran de capitales ingleses y alemanes. Contra ellos luchó Solidaridad, además contra el PC polaco y ruso, socios en dichas inversiones. Los países comunistas eran la “colmena” ordenada, la mano de obra barata y bien vigilada. Hoy eligieron China por las mismas razones, según lo señala R. Vázquez en su informe El Trabajo del Futuro, donde un trabajador gana al mes 50 dólares promedio.
      Otra creación fueron los medios de pago paralelos, la “bicicleta financiera”, empapelaron el mundo con certificados de depósitos transferibles (CDT) y otros. Nadie paga, todo a futuro mediante emisión  monetaria y bancos “desregulados” para esas operaciones. Dinero digital circulando a gran velocidad generando mucha inflación. Actualmente existe una “burbuja financiera” donde solo uno de cada diez dólares es legítimo, los últimos emergentes de esta situación fueron la quiebra de las empresas Enron y Parmalat, esta última en salvataje. Endeudaron a los estados nacionales compulsivamente y se quedaron con las empresas del estado que fueron compradas a precio vil con papeles a valor nominal, cuestión que se demostró cabalmente en Argentina en la denuncia efectuada por Alejando Olmos en 1982 y que está descripta en su libro La Deuda Externa.
      En el llamado “circuito económico negro” fomentaron el mercado de armas y el narcotráfico. Las armas además de buen negocio, generan muerte y disminución de la población, mientras la droga estupidiza y doblega a los pueblos. El dinero del narcotráfico es incorporado luego en el circuito financiero desregulado y en las empresas “lavadoras”, potenciando así la ganancia hasta el orden del 500 al 1000 %.

DESTRUCCIÓNDEL EMPLEO                            
       De allí que la rentabilidad de la economía real es muy baja comparada con la virtual de “casino”. Pocos empresarios invierten ya en la producción y comercio de bienes y servicios, y para peor, el dinero que sale de este circuito raramente vuelve al mismo. Este proceso opuesto a la producción, necesita disminuir el ritmo de la actividad productiva sin perjudicar al empresario, y lo hace bajando el consumo, mediante la reducción del salario del trabajador amparándose en la flexibilización laboral entre otros recursos. El sistema financiero es como el aparato circulatorio, si no lleva oxígeno y alimentos a las células estas se mueren, este sistema esta hoy anémico, porque a la Argentina le hacen falta grandes cantidades de circulante en  comparación con los países centrales. En su reemplazo crean medios de pago paralelos como bonos o tarjetas de crédito para ganancia de los usureros, y son finalmente los pobres los que no pueden comprar ya que normalmente se mueven con dinero cantante y sonante.
      Por eso el FMI no permite la emisión de moneda en nuestros países, porque al achicar la base monetaria provoca escasez  aumentando las tasas de interés de los bancos.
      En definitiva hay trabajo para hacer, pero no se tiene con que pagarlo, no hay circulante.
      Otro factor concomitante es la tecnología , no siempre aliada del hombre, como lo explica M. Prelooker en su libro La Economía del Desastre. En el último “ciclo de Kondratieff”, a diferencia de los anteriores en la historia, se desarrolló una tecnología que expulsa mano de obra, por ejemplo la automatización y los ordenadores, este último invento permitió su vez la globalización de la usura.

      Se suma el hecho de que la investigación actual esta orientada solo a obtener poder bélico y lucro económico, sin ningún tipo de limites morales. En este marco esgrimir la educación y la capacitación como panacea universal es utópico, cuando no falaz, y frecuentemente son empleadas como subterfugio para excluir y culpabilizar a las víctimas.
      No es el propósito de este trabajo introducirnos en el plano de la prospectiva y/o propuesta que llevaría varias páginas más, sino esbozar un panorama de esta problemática, dejando sentada la inviabilidad  de este modelo perverso por mucho más tiempo. Nos preocupa mayormente la captura que las finanzas hicieron de la política, de tal modo que la actual dirigencia es inerte para afrontar los problemas de fondo que nos afligen, y solo atinan a proponer paliativos con tal de no modificar el statu quo vigente.
      En realidad el problema argentino no es económico sino político, se trata de cómo el pueblo con la gracia de Dios recupera el control de su destino, como siempre ha sido a lo largo de nuestra historia, y podrá ser nuevamente si así lo queremos, rogamos, y luchamos por ello.






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