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Maradona volvió al juego, Argentina sueña con la gloria

Maradona volvió al juego

El Diez.


      Esta vez no le tocará definir dentro de la cancha una clasificación o un partido sobre la hora, ni tampoco recibir los golpes de los duros rivales de turno. No será el encargado de simplificar los caminos hacia el gol apilando rivales; ni siquiera pedirán falta cuando toque una pelota con sus manos. Esta vez fue elegido para ponerse al frente de un plantel plagado de figuras internacionales, a las que sólo les falta ganar un mundial.
      Una vez más Diego Maradona  tiene la oportunidad de hacer historia, como si no fuera suficiente todo lo que nos brindó como jugador. Pero a él, que se reinventa a cada momento, parece no alcanzarle lo logrado y va por más. Esas ganas de ser técnico y ponerse al frente de la Selección, cuestionada en un momento, repercutió en todos los que ahora esperamos después de 24 años, volver a ver al seleccionado campeón de un mundial de fútbol. Diego Maradona, es uno de los responsables de ese entusiasmo, aunque hace siete meses, dudábamos en las sufridas Eliminatorias. No creíamos en un planteo de juego o en la táctica de un técnico sin experiencia, que había fracasado en Racing o Mandiyú y que, como entrenador de Argentina en las Eliminatorias, tampoco había demostrado demasiado. A medida que pasó el tiempo, vimos a un Maradona más comprometido con su cargo, viajando y hablando con cada uno de los jugadores que él ya sabía iba a convocar. En el medio del camino, tuvo tiempo para pelearse con Bilardo y amenazar con irse, pero sus ganas de escribir un nuevo capítulo de la novela que es su vida, lo llevaron a aguantar todo, hasta que lo acusen con o sin razón de apañar a los barras bravas con lugares de privilegio y hoteles cinco estrellas en Sudáfrica.
      Incluso cuestionamos la lista de los 23 convocados, extrañamos a Zanetti y Cambiasso, nos lamentamos por Lavezzi y otros más, sin embargo varios ya se sumaron al sitio “perdón Diego”. Maradona vuelve al juego que más le gusta, el fútbol, su hábitat natural, hasta hace taquitos cuando le llega la pelota al banco y no encuentra otra forma de devolverla. Está disfrutando como lo hacía cuando jugaba, está concentrado y lejos de las recaídas, las que no lo dejaban proponerse estos objetivos. La vida fue buena con Diego Maradona, será porque también ella le quiere rendir honores, la vida le da una revancha más, la que Diego promete jugar hasta el final y si la gana correr desnudo al Obelisco.
      Promesas, anhelos y sueños que se reflejan en cada uno de los jugadores que llevan bien pegada al pecho la camiseta de Argentina, como Mascherano que repite por enésima vez lo que siente por ser el capitán y llora cuando escucha el Himno. Como Messi que se propone en cada partido deslumbrar y correr sin parar, porque sabe que para ser leyenda hay que ganar un Mundial. Como Sergio Romero que hasta hace un año ni se le cruzaba por la cabeza estar hoy bajo los tres caños del Ellis Park o el Soccer Citty. Es el momento de la verdad, del final de las palabras, de que comencemos a demostrar para qué estamos. Es el momento de dejar atrás las frustraciones de EE.UU. 1994, Francia 1998, Korea-Japón 2002, Alemania 2006, es momento de olvidar el machete del arquero Lehmann en los penales, de borrar la lesión inoportuna de Abondanzieri, la salida de Riquelme y el desperdicio de Messi en el banco. Es la hora indicada para comenzar a soñar que hay un camino rumbo a la tercera copa Mundial, bajo el mando de Maradona, el último que puso a la selección Argentina en lo más alto.
      Es momento de dejar atrás a los barras, a las peleas Ruggeri- Grondona, la supuesta baja física de Messi y las reflexiones de Villani cuando se metió con los días libres de los jugadores y en la intimidad de las parejas de sus muchachos. Todo se terminó, Argentina puso primera por 15ta. vez en una cita mundialista y no arrancó mal, al contrario nos alimentó el ego a todos, como exitistas que somos. La Selección que otra vez tiene una constelación de estrellas, buscará la gloria, porque tiene jugadores grandes, como lo son Messi, Higuaín, Tevez, Milito, Agüero y Palermo, los que todos juntos suman 150 goles en la pasada temporada. La misión de Maradona, sin dudas, es armar un equipo, porque las individualidades sobran. De a poco nos vamos agrandando porque Messi es capaz de hacerse cargo del equipo, porque Tévez es puro corazón y genialidad a la vez, como lo hizo en Boca, porque Higuaín hizo tres goles en un solo partido y porque Heinze les tapó la boca a todos los que decían que no tenía que estar, mandándola a guardar en el primer gol de Argentina ante Nigeria. Es el tiempo que la defensa funcione con la solvencia de Samuel y Demichellis y que el país no tiemble ante cada pelota cruzada al corazón del área, porque sabemos que ahí estará Romero, arquero que entendió que rechazar con los puños es la mejor manera de no complicarse con la liviana pelota jabulani.
      Argentina salió a la cancha y por lo que vemos hasta ahora, seguirá saliendo por varios partidos, ojalá sea hasta el final. El país más pasional de la tierra, le pide a los muchachos que dejen la vida como Mascherano, Jonás y Di María, que terminen de cantarle a Verón, “el que no salta es un inglés”, que miremos en el LCD más grande el abrazo en cada gol. El Mundial ya comenzó, en medio del “waka waka” de Shakira y las ensordecedoras vuvuzelas de los sudafricanos, que no hicieron sonar tanto cuando perdieron ante los uruguayos. Arrancó el Mundial y en Argentina está todo dicho, nos jugamos la vida todos, los muchachos de Diego en la cancha; Maradona en su corralito de traje y corbata; Bilardo desde algún lugar del estadio, que tenga onda positiva y del que no se moverá nunca para mantener la cábala; nosotros en el mismo sillón, con la misma ropa y en el televisor de la suerte. Basta de razonamientos, Argentina es favorita y cuenta con Lionel Messi, sin dudas una de las máximas figuras del fútbol mundial, acompañado por un grupo de jugadores que brillan en las principales ligas del mundo. Pareciera suficiente para erigirse, al menos, en uno de los principales candidatos. Basta de recordar que, desde que Diego se hiciera cargo de la Selección, se vistieron de celeste y blanco más de cien jugadores. Que las eliminatorias significaron un enorme dolor de cabeza sólo resuelto con una aparición agónica de Martín Palermo ante Perú y una victoria apretada en el Centenario contra Uruguay. Eso ya es pasado, ahora los días de la Selección en Pretoria sirvieron para alimentar la ilusión de muchos. Diego armó una especie de fortaleza en la que -se supone- terminó de transformar un plantel en un grupo y el grupo en equipo. Aprovechemos el favoritismo de España y Alemania, que alternan entre buenas y malas o la candidatura de Brasil, la que siempre se adjudican en cada mundial. Basta de palabras, ya se sabrá si el magnetismo que generan Diego y Messi, fácilmente comprobable en Sudáfrica, es suficiente. La camiseta celeste y blanca nos seduce a millones de argentinos, a quienes desde hace unos días nos cuesta pensar en otra cosa. Un nuevo capítulo en la novela de Diego se puso en marcha y nosotros somos espectadores de lujo, pero a la vez colaboramos en la historia, creyendo que es posible volver a levantar la Copa como en el ‘78 y en el ‘86, como casi fue en el ‘90 en el que llegamos a la final contra los alemanes y en donde las lágrimas de Diego nos dolieron hasta el alma. El acontecimiento futbolístico más importante ya está con nosotros y se muestra al mundo desde una inexperta Sudáfrica, que deja todo para aprobar con buena nota la organización del mundial por primera vez en el continente africano, a pesar de las ruidosas cornetas. Los nueve estadios reciben día a día, a miles de hinchas que dejan el corazón por sus colores, El Soccer City brilla, el estadio en honor a Mandela es pura historia y el Ellis Park se hace cómplice del fuerte color naranja que abriga a los simpatizantes en medio de la fría cancha. Los primeros escalones nos generaron incertidumbre, pero cuando comenzaron los encuentros ante Nigeria y Corea del Sur, nos dimos cuenta que estamos para más.
      El Mundial está en marcha y los que no podemos estar en Sudáfrica sentiremos un gran dolor, pero festejaremos igual cada gol y cada pelota ganada, porque somos argentinos, futboleros, exitistas, soñadores y pasionales. Somos como Diego, nos reinventamos a cada instante y pasamos del ocaso a ser campeones. Ha pasado mucho tiempo y la reedición de Argentina Campeón puede convertirse en una película muy taquillera. Aprovechemos que dentro y fuera de la cancha están los mejores actores y juegan para nosotros. Total soñar no cuesta nada.






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