Marta Argul
Los mensajes del vandalismo
 âDecà por Dios que mes has dao que estoy tan
cambiao, no se más quien soyâ. (Letra de tango).
El segundo centenario encuentra una Argentina completamente diferente a la
de 1910. Aquellos años veÃan crecer un paÃs con Ãnfulas de potencia,
granero del mundo, principal exportador de carnes, poseedor de la más
extensa red ferroviaria de Sud América, con un nivel educativo muy
superior al resto de sus vecinos y un ingreso per cápita del nivel de los
paÃses desarrollados. Su clase dirigente tenÃa un propósito: ser el mejor
de Sud América y meterse entre los diez primeros del mundo.
Ahora en cambio retrocedimos al tercer lugar entre los hispanoamericanos y
ya nos pisa los talones Colombia. Nuestra calidad de vida pasó del primer
al quinto puesto entre los sudamericanos. El ferrocarril funciona como una
caricatura de lo que fue y la educación pública tiene los peores
indicadores de la historia en deserción, repitencia y costos por
estudiante.
Después de Fangio campeón mundial cinco veces, solo supimos conseguir un
Reutemann, apenas subcampeón una vez. Dos campeonatos mundiales de fútbol
para descender a un Maradona, representante de Dios en la tierra, que reza
por un milagro encarnado en el pié de algún chico superdotado.
Nos especializamos en golpes de estado durante el siglo pasado, también
nos coronamos en democracia demagógica, en corrupción generalizada y en
nepotismo. Ahora estamos ensayando con una forma de monarquÃa patagónica
que orilla el fascismo.
En economÃa probamos los modelos que nos llevaron a la hiperinflación a
finales de los 80. No conformes con ello anunciamos ahora que un poco de
inflación es bueno. Que hay que vivir con lo nuestro porque el mundo nos
juega en contra, no necesitamos a nadie, el FMI nos aconseja mal, âla vida
me engañóâ (Otra vez el tango, fiel reflejo de nuestra cultura llorona).
Equivocamos el camino pero perseveramos en el error. Seguimos discutiendo
cuestiones económicas de primero inferior como si fuera algo misterioso:
el origen de la inflación, el nivel del gasto público, la matriz
energética, la conveniencia de atraer inversiones, de dónde salen los
recursos del estado, la globalización. Asesoramos a los demás paÃses sobre
como enfrentar las crisis financieras, nosotros que todo lo sabemos.
Ya no perseguimos objetivos como el autoabastecimiento de petróleo que
proponÃa Frondizi, sino que financiamos el fútbol por TV abierta para que
nos eduquemos en el deporte. Mientras tanto, cada vez hay menos reservas
de hidrocarburos y cuando hace frÃo paralizamos las industrias al costo
que sea, total tenemos cada vez más barcos con combustible venezolano
descargando en el puerto.
Como ya no somos vanguardia en nada porque dejamos de fabricar aviones,
trenes, barcos, usinas y nos transformamos en proveedores de las grandes
fábricas de Brasil, hemos resuelto ser los más progre de América
legalizando el matrimonio gay, avanzando rápidamente hacia el aborto y la
droga lÃcita.
Hemos dejado de soñar grande para conformarnos con la mediocridad
cocoliche que pasean nuestros gobernantes por el mundo. Los delirios de
ser los más europeos de Sud América, mejores en casi todo, imbatibles en
los deportes, naufragaron en un mar de realidades que además de los
fracasos evidentes, nos costó una guerra interna con miles de muertos y
generaciones de resentimientos, y otra con Inglaterra que nos ubicó
definitivamente en el mapa latinoamericano, perdedores en toda la lÃnea.
Dejamos de ser un paÃs con propósitos para transformarnos en una bolsa de
oportunidades de negocios. Asà entendemos Argentina los argentinos, tanto
los polÃticos que nos gobiernan desde hace décadas como los empresarios
que orientan las grandes decisiones económicas. Hasta las ong sociales y
ambientalistas más renombradas, actúan pensando en el rédito económico. Y
si no te gusta, palo y a la bolsa. Nuevamente somos enemigos de los que
piensan distinto y eso nos da derecho a aplicarle mano de hierro, como en
los setenta, cuando matábamos al que pensaba diferente. Y entre las flores
de nuestro jardÃn, nunca un Lula, un Mujica, una Bachelet. Ni soñar con un
Mandela.
No digo que todo lo que hicieron nuestro antepasados fuera correcto. La
colonización y la conquista fueron cruentas y a los aborÃgenes sobrevivientes
los sepultamos en el olvido. Pero tampoco compro la visión culposa de un
paÃs que todo lo hizo mal. Primero porque no fue asÃ, ya que los que
construyeron Argentina (Moreno, Alberdi, Belgrano, San MartÃn, Rozas,
Roca, Sarmiento junto a tantos otros que aportaron su esfuerzo) obraron
según lo imponÃa el momento, fueron parte de la historia actuando con un
propósito superior, que era edificar un paÃs cada dÃa mejor, traccionando
para arriba a sus coetáneos. Ahora, en cambio, nos sentimos con derecho a
juzgarlos con las anteojeras de nuestro tiempo, como si el pasado pudiese
resolverse y el futuro se construyese sobre el resentimiento. El propósito
actual parece ser nivelar para abajo, que nadie sobresalga. Ahora resulta
que lo importante es lo que les ocurre a los personajes de la TV, a los
jugadores de fútbol o al próximo espejito que nos pone delante el gobierno
para distraernos de los temas de fondo. De nuevo el tango nos describe
magistralmente a través de algunas lÃneas de Discépolo: âEl que no llora no
mama, el que no afana es un gilâ¦ves llorar la Biblia junto al calefón⦠lo
mismo un burro que un gran profesorâ.
Buenos Aires tuvo y tiene un propósito: manejar Argentina a su beneficio.
Y asà funciona el paÃs, con la anuencia de los representantes de las
provincias. Ya lo dijo Alberdi: 1810 fue sólo un cambio de coloniaje, en
el que pasamos de la corona española a la colonización interna. Y asÃ
seguimos.
Mendoza tuvo y tiene un propósito: manejar con inteligencia su agua, y por
eso es un vergel en el desierto.
San LuÃs tiene un propósito: aprovechar de la mejor manera los beneficios
de la promoción industrial y convertirse en un polo de atracción de
inversiones sobre la base de la seguridad jurÃdica, la educación y las
comunicaciones.
Salta encontró hace poco tiempo su propósito que es aprovechar todo su
potencial para ser la provincia lÃder del NOA.
¿Y Jujuy? ¿la dirigencia jujeña polÃtica, empresaria y social, tiene algún
propósito que no sean meros negocios? ¿Tenemos algún propósito los
jujeños, sabemos qué clase de provincia queremos y estamos dispuestos a
trabajar para lograrla? ¿O sólo navegamos con los vientos que nos llegan
desde la Capi, manejados por los caprichos del gobierno de turno, formando
parte de alguna comparsa polÃtica o de algún negocio financiado por el
Estado?.
En 2012 se cumple el bicentenario del Ãxodo. Quizá sea buen momento para
que regresemos simbólicamente a nuestro Jujuy y nos pongamos de acuerdo
para pensar grande y trabajar en pos de un propósito superador.
|
|
|