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Martín Güemes

Diputados Chicheños en el Congreso de Tucumán

      Se conoce que las actas originales de las sesiones del Congreso de Tucumán, y la Declaración de la Independencia, fueron robadas. (…) A fines de julio de 1816, las autoridades de la ilustre corporación enviaron varios pliegos de suma importancia al gobierno de Buenos Aires por intermedio de un correo militar: el oficial Cayetano Grimau. Dichos documentos consistían en las actas de las sesiones, oficios del gobernador cordobés José Javier Díaz dirigidos a Pueyrredón y -según algunos- nada menos que el acta original de la Declaración de la Independencia… En el trayecto, al ir de posta en posta, el joven Grimau, se encontró con individuos extraños, uno de ellos un inglés… El 2 de agosto a las 10 de la mañana Grimau advirtió que otros viajeros iban cerca de él: se trataba de los diputados Corro y Molina, acompañados por una comitiva. En determinado momento el personaje inglés subió al coche de los legisladores citados, conversando largamente con ellos. Luego se apeó, y sacando un trabuco se lo puso en el pecho a Grimau, exigiéndole la entrega de los pliegos oficiales del Congreso…". (Cronología Histórica Argentina de Armando Alonso Piñeyro).
      Este extraño suceso, que tuvo por consecuencia un juicio militar sin resultados, ayuda a la historia oficial (aquella que se impuso después de Pavón) a distorsionar la enseñanza nacional. Afirman, los académicos y sus epígonos, que se trata de la independencia del Río de la Plata no de la Provincias Unidas de Sudamérica. Sutil distinción, que abreva en la necesidad de imponer la memoria del país cosmopolita sobre el país interior. Se trata de una política de la historia, para la cual el Río de la Plata es el país, y el interior gira a su alrededor. Por ello, el Congreso de Tucumán siempre fue un tema tabú de la historiografía liberal. Por razones geográficas, jurisdiccionales, institucionales, de forma de gobierno y de ¡Patria Grande! ¿Conocen las nuevas generaciones, que San Martín, Belgrano, Pueyrredón y Güemes, apoyaron la Monarquía Constitucional temperada? ¿Qué proponían un Monarca Inca, para gobernarnos? ¿Que la capital, debía estar emplazada en el Cuzco? ¿Que en nuestra independencia, participaron diputados del Alto Perú? Si desconocemos estos antecedentes fundacionales, el pensamiento de nuestros libertadores queda trunco, no se proyecta el mandato de futuro: ser libres e independientes de toda dominación extranjera.
      Si los representantes de los pueblos eran la más alta intelectualidad de la civilidad y lo mejor del campo eclesiástico y militar ¿por qué pasaron a un segundo plano, en el estudio historiográfico y en la educación de nuestro país? Preguntas a contestarnos, en este tiempo del Bicentenario de Mayo, rumbo al bicentenario Federal y Continental (2010-2016).
      Se difunde reiteradamente los nombres de la Primera Junta, los integrantes del segundo 25 de Mayo en Buenos Aires (el primero fue en el Alto Perú, en Chuquisaca, en 1809), y no divulgan los nombres y trayectorias de los representantes del Alto Perú (actual Bolivia) que participaron decisivamente en ese Congreso de la Patria Grande.
      Â¿Basta citar sus nombres? ¿No es necesario conocer sus trayectorias, su pensamiento? ¿Sus relaciones con próceres y guerreros de la Argentina? Creo que es tiempo de sacarlos del anonimato, de la minimización realizada ex profeso para olvidar nuestro encuentro germinal suramericano. Encuentro que se realizó en el territorio que actualmente ocupa el norte argentino. Hoy, catalogada como frontera; ayer, centro de un vasto espacio geocultural. ¿Por qué se realizó el Congreso de la Independencia, en Tucumán? Es una pregunta que intentaré contestar, con los siguientes datos documentales.
Buenos Aires no gozaba de prestigio entre las regiones que constituían las antiguas intendencias del Virreynato del Río de la Plata. Sobre todo, después de la primera expedición auxiliadora al Paraguay y el Alto Perú (1810 - 1811). Sumadas ambas actuaciones desatinadas, al enfrentamiento que fomentaron con Artigas, en la Banda Oriental. Convirtiendo al Caudillo, en protector de los Pueblos Libres.  
      Una carta del futuro Obispo de Tucumán, don José Agustín Molina a Fray Cayetano Rodríguez, le transmitía su desazón por la designación de la ciudad de Tucumán como sede del Congreso. Fray Cayetano Rodríguez, olvidando la proverbial paciencia de su Orden, le respondía en frase dura aunque fraterna: (…) ¿Ahora encuentras tú mil escollos para que el Congreso sea en Tucumán…? ¿Y dónde quieres que sea? ¿No sabes que el nombre porteño está odiado en las Provincias Unidas o Desunidas del Río de la Plata? ¿Qué avanzaríamos con un congreso donde no haya de presidir la confianza y la buena fe?".
      Los diputados de la Intendencia de Salta, fueron elegidos al grito de ¡Mueran los porteños! (sin duda influenciados por Moldes, salteño precursor de la independencia).
Al Congreso de Tucumán, asistieron siete diputados por Buenos Aires, dos por Catamarca, cuatro por Córdoba, uno por Jujuy, dos por Mendoza, uno por la Rioja, tres por Salta, dos por San Juan, uno por San Luis, dos por Santiago del Estero, dos por Tucumán, ¡cuatro por Charcas!, uno por Chibchas, uno por Cochabamba y uno por Mizque, los siete últimos procedentes del Alto Perú.
Integraban el Congreso, por profesión, 17 abogados, 13 sacerdotes, 1 médico y 1 militar; a su instalación concurrieron: 19 diputados, a la declaración de la independencia 29 diputados, y no se incorporaron: 5 diputados, hubo uno cesante antes de la jura (Moldes),  sobre el cual escribiremos oportunamente, por la importancia del personaje y su trayectoria. Total de concurrentes a Tucumán: 33 diputados. El límite mínimo y máximo de sus edades estaba entre los 25 y 63 años.
      El acta de la independencia fue redactada por el secretario Serrano (diputado por Charcas), que terminada la guerra en Suramérica (1825), escribiría el acta de la independencia de Bolivia (1826). El acta del Congreso de Tucumán fue vertida a idiomas aborígenes (…) se imprimieron 1.500 ejemplares en castellano, 1.000 en quechua, y 500 en aymara…", demostrando de esta forma -los congresales del interior- la importancia que daban al mundo incaico.
      Los representantes Alto Peruanos, fueron: José Mariano Serrano, José Severo Malabia, Mariano Sánchez de Loria y Felipe Antonio Iriarte, por Charcas; José Andrés Pacheco de Melo y Juan José Fernández Campero, por Chibchas; Pedro B. Carrasco, por Cochabamba; y Pedro Ignacio Rivera, por Mizque. En artículos sucesivos, daremos a conocer su trayectoria, relaciones, actuación política y militar.
      Es de reconocer, que a pesar de que siempre se dio el nombre de Congreso de Tucumán, al celebrado en la intendencia epónima a la actual provincia (Tucumán), como al de su continuación en la de Buenos Aires, compartimos el pensamiento de Raúl A. Molina, cuando expresa: (…) Nosotros pensamos que ambas etapas fueron distintas. Cambiaron sus hombres, las ideas y sus proyecciones en la Historia, perdió su unidad. Por eso nosotros llamaremos al Congreso reunido en Tucumán, el Congreso de la Independencia, para determinar con mayor amplitud, su esencia fundamental…".
      Determinar la esencia fundamental del Congreso de las Provincias Unidas de Suramérica, es una tarea inconclusa. Investigación, interpretación y ensayo, que la generación del Bicentenario, debe encarar como rastreadores del tiempo perdido.

      Los diputados Alto Peruanos, representantes por Chichas, Tupiza
      Curiosamente o causalmente, el diputado electo por Chibchas, el Marqués de Yavi Coronel don Juan José Fernández Campero (…) Cuando fue elegido diputado por Tupiza, elección que aprobó el Congreso el 17 de abril, prefirió a la silla curul de Tucumán, el continuar exponiendo su vida en defensa de esa Independencia que otros iban a declarar. Y llegó el momento en que el destino le fue adverso. Sorprendido y dispersadas sus tropas en Yavi, intentó ponerse a salvo galopando en una mula, en la cual le habían montado trabajosamente. Cayó de espalda al tratar de saltar una zanja y los españoles le tomaron prisionero.". Fue salvajemente torturado en prisión, pasó de Potosí a Lima, y luego, en viaje a España, murió en Jamaica. Es el primer mártir suramericano de procedencia noble (era el único que ostentaba título de Marqués en el Virreynato del Río de la Plata), sentenciado por haber defendido la noble igualdad. Desmintiendo a los prejuiciosos de hoy -fundamentalmente indigenistas- que confunden las generaciones de marqueses y su actuación pública en la zona de la Puna.
      El otro diputado, de quien nos ocuparemos puntualmente, fue el Pbro. Andrés Pacheco de Melo, nacido en Salta el 17 de octubre de 1778, hijo de don Tomás Miguel Pacheco de Melo y de doña Paulina Díaz de la Torre y Echarta, quien tiene dos hermanas, Doña Francisca, esposa de don Francisco Fernández de Córdoba y doña Celedonia, mujer de don Braulio de Anzoátegui (leer: genealogía de los hombres del nueve de julio).
      Sus primeros estudios, los realizó en una escuela de la ciudad de Salta, siendo su condiscípulo don Martín Miguel de Güemes y Goyechea, el Caudillo de la Guerra Gaucha. Estudió en Córdoba, en el Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Loreto, la enseñanza secundaria, siendo su director Monseñor. Dr. Nicolás de Videla y del Pino, quien también fuera Obispo de Salta, y protegido del Gobernador Güemes. Se graduó -Pacheco de Melo- como bachiller en cánones sagrados, y luego ingresó a la Universidad cordobesa, doctorándose en derecho canónico, siendo ordenado sacerdote por Mons. Moscoso, obispo de Córdoba, en 1801.
      Su ministerio lo inicia como cura de Llabi-Llabi en el Alto Perú, en el departamento de Chichas, cuya capital es Tupiza. Ámbito jurisdiccional de gran importancia, en la guerra de la independencia.
Desatado el torbellino de la lucha por la libertad, Pacheco de Melo apoya las manifestaciones populares independentistas. Ambos 25 de Mayo, en Chuquisaca y Buenos Aires, lo tienen como ferviente partidario.
      Los "curas de aldeas", como los define Bernardo Frias, son un motor fundamental de la doctrina libertaria, nacida con la predica jesuítica y franciscana. El conocimiento de las necesidades populares, los lleva luchar por redimir a las masas ignaras, en contra del absolutismo imperial. De allí, el asombro de Castelli, su ignorancia jacobina, sobre las causas del levantamiento criollo en el Alto Perú. Esta actitud del comisario de guerra del Ejercito Auxiliar del Alto Perú, lo llevó a cometer muchas injusticias y arbitrariedades, con consecuencias fatales para la revolución.
Convocados por Buenos Aires los pueblos unidos del Sud a un congreso general en 1815 y requeridos a designar diputados para el año siguiente, la villa de Tupiza, capital de Chichas, en el Alto Perú eligió al R.P. Dr. Don Andrés Pacheco de Melo y al Coronel don Juan José Fernández Campero sus representantes a la magna asamblea, como ya lo apuntáramos al comienzo de este memorial.
Podemos leer, en la obra: Genealogía-Hombres del Nueve de Julio, Bs. As., 1966, el siguiente detalle sobre la actuación de Pacheco de Melo:
      â€œ(…) El Congreso, en su sesión del 7 de abril de 1816, consideró suficientes el acta y los poderes presentados por la junta electoral de Tupiza y resolvió la incorporación de los electos. A pesar de ello, prodújose un incidente, pues un diputado del Alto Perú impugnó las designaciones, porque Tupiza era villa sin ayuntamiento y le correspondía a Potosí la elección. Esto determinó dejar en suspenso la incorporación de los nombrados, pero después de largo debate, en sesión del 21 de junio del mismo año, se aprobó la designacióny Pacheco de Melo se incorporó al Congreso. Fernández Campero no llegó a hacerlo…”.
      Pacheco de Melo se incorporó al Congreso y estuvo en la sesión de proclamación de la Independencia firmando el acta del 9 de julio de 1816. En el debate respecto a la forma de gobierno estuvo por la monarquía, de acuerdo con Rivera, Castro Barro, Sánchez de Loria y otros. Propició la designación de un representante de la Provincias Unidas ante la Santa Sede, a fin de atender las necesidades espirituales de los pueblos y también se acreditara la representación de pueblos y villas sin ayuntamiento pese a su numerosa población.
      El Pbro. Dr. Pacheco de Melo tuvo decisiva actuación en orden a la relaciones del país con la Santa Sede. "El Redactor" extracta la sesión del 13 de agosto de 1816, donde leemos la moción de este ilustre sacerdote, actitud que mucho lo honra: "Se hicieron varias mociones, entre ellas dos notables, una del Dr. Sáenz para que se nombrase por el Congreso un enviado a Norte América para tratar con el gobierno de los Estados Unidos, ponderando la conveniencia y necesidad de esta medida. Otra del diputado Pacheco de Melo para que nombre igual enviado a la corte romana para todos los objetos relativos al bien espiritual del Estado. Fueron aprobadas ambas suficientemente".
      Fue uno de los diputados que se opuso a que Buenos Aires fuera la sede del Congreso, cuando se pensó trasladarlo de Tucumán, como se había resuelto en la sesión del 23 de agosto de 1816, en cuya circunstancia se votó su traslado, empero "prescindiendo por ahora del cuándo, cómo y adónde."
      En la sesión del viernes 27 de junio de 1817, el Pbro. Pacheco de Melo, habló lo mismo que el Deán Dr. Diego Estanislao de Zavaleta, para defender la posición que bregaba por la necesidad de dictar una Constitución estable para el país "porque el país, cualesquiera fuesen sus circunstancias actuales debía ser constituido", como recoge tales expresiones "El Redactor" en su Nº 23.
      Electo Vicepresidente de turno el 2 de noviembre de 1816 presidió el Congreso en abril de 1818 y tuvo, por ello, ocasión de ser la primera figura en la sesión extraordinaria en conmemoración de la victoria de Maipú.
Aunque alejado de su parroquia, en razón de su diputación, nunca olvidó a sus feligreses y al discutirse en el Congreso el proyecto de constitución, logró se consignara en el Art. 128, lo siguiente: “      (…) que a los indios, siendo iguales en dignidad y derecho a los demás ciudadanos, gozarían de las mismas "preeminencias y serían regidos por las mismas leyes y que quedaba abolido el tráfico de esclavos y prohibida su introducción en el territorio del Estado y consecuente con esas ideas, propuso a la Asamblea la creación de escuelas”.
Pacheco de Melo actuó, como congresal, hasta la disolución del cuerpo en 1820, habiendo intervenido en la sanción de la constitución de 1819. Padeció el arresto impuesto a los congresales por el Gobernador Sarratea. Caído éste, su sucesor Ramos Mexía los puso en libertad, partiendo para Córdoba.
      En la trágicas jornadas de enfrentamiento entre Felipe Ibarra, Caudillo santiagueño que buscó apoyar a Güemes en su campaña al Alto Perú (en cumplimiento del Plan San Martiniano), y Bernabé Aráoz, Caudillo tucumano creador de la República del Tucumán, que impide el paso de los refuerzos militares destinados la Intendencia de Salta, cumple un papel importante. La sabia, prudente y eficaz intervención de Pacheco, concluirá en el Tratado de Vinará, el 5 de julio de 1821. Lamentablemente, ya el General en Jefe del Ejército de Vanguardia sobre el Alto Perú Gral. Martín Miguel de Güemes estaba muerto. Un complot regional (con ramificaciones en Tarija, Jujuy, Salta y Tucumán), en connivencia con el Gral. Pedro Antonio de Olañeta, jefe de la Vanguardia realista, culminó en la acción de un golpe comando, que logra herirlo mortalmente. Seguramente, el amigo y condiscípulo, lamentará profundamente su desaparición del escenario suramericano. A partir de esta muerte, de esos años nefastos, Pacheco de Melo desaparece del ámbito político.
      Reaparece en 1823, en Mendoza, "como ministro-secretario de gobierno, con carácter interino, en sustitución del titular don Pedro Nolasco Videla, sirviendo en la administración del gobernador General don Pedro Molina. Este cargo lo tuvo después en propiedad, hasta la asonada del 29 de Abril de 1824, a raíz de la cual se retira, pero tomado el poder por el General José Avelino Gutierrez, éste nuevamente lo nombró en dicho empleo. Mas dos meses más tarde, una nueva revuelta puso término definitivo a su mandato. Un año después, en 1826, interviene, como mediador en conflicto habido entre el gobernador de San Juan, don Salvador María del Carril, y los revolucionarios alzados el 26 de Julio…". Una carta, escrita a Güemes, nos muestra el fondo de su alma. “(…) No faltan hombres que sobre las ruinas del buen ciudadano, quieran afianzar el edificio de su fortuna; mas éstos han de ser tarde o temprano el objeto de la execración de los hombres virtuosos. Yo descanso siempre sobre el testimonio de mi conciencia y estoy persuadido de mi buena comportación en los asuntos públicos de mi país. Siempre seré un eterno defensor de sus derechos, sin apoyar los abusos que corrompen a sociedad, este será el modo de hacer felices a los pueblos" (Potosí, 10 de agosto de 1815).
      Ignoramos el lugar y la fecha de su muerte, pero su actuación notable permanece en nuestra memoria nacional.






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