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Ernesto Altea

Educación: ¿y por casa cómo andamos?

      El menor de mis hijos tiene 15 años. A los otros tres los educamos con mucho empeño y no sin dificultades pero, como dicen las viejas, “eran otras épocas”. Y aunque parezca mentira, actualmente diez años de diferencia marcan otra generación. La cuestión se plantea no sólo para los padres jujeños que nos preocupamos por la educación en general y de la de de nuestros hijos en especial, sino para todos los padres del mundo, cuyos vástagos crecen en medio de una explosión socio-tecnológica que se expande a una velocidad creciente, tanto que parece inmanejable.
      Enfrentan el mismo problema los gobiernos y quienes tienen la responsabilidad de diseñar y manejar las políticas de educación. Inclusive los empresarios que están a la vanguardia de la innovación, como Google Earth, Faceboock, etc, reconocen que el horizonte hacia donde marchan es tan amplio, que no pueden prever todas las consecuencias sociales que la nueva tecnología provocará en la humanidad.
      Las posibilidades de comunicación que brindan los celulares, la intimidad abierta que se practica a través de las redes sociales por Internet -ni qué decir de Wikileaks- el uso creciente de bebidas estimulantes y drogas, a lo que se suma en nuestro país la casi total ausencia del Estado en el control de la violencia, genera una angustiante sensación de indefensión y de falta de herramientas idóneas para aplicar en la educación de los hijos.
      Tanto la educación pública como la privada, aunque ésta en menor grado, avanzan perdidas en la batalla cotidiana de formar nuestros jóvenes para la vida en el mundo actual. Los jóvenes que egresan del sistema educativo preuniversitario y tienen que entrar al mundo del trabajo, no están preparados para hacerlo. Requieren entrenamiento adicional. Aquellos que pueden optar por seguir estudiando, salen desorientados respecto de la carrera que elegirán. Y los egresados de las universidades, también manifiestan fallas en la calidad de la educación recibida, especialmente en lo que respecta a relaciones interpersonales, lecto-escritura y actitud emprendedora.
      No es que en mi época las cosas fueran mejores. Lo que ocurre es que ahora el nivel de exigencia de la vida es mucho mayor. Se vive la cultura del “llame ya”, todo es instantáneo. ¿Conocés jóvenes a los que les interese leer? Inclusive entre los mayorcitos resulta difícil encontrar lectores. Seguramente la televisión, Internet y los celulares están sustituyendo aquella costumbre que tanto ayudó a los humanos a superarse, a desarrollar el pensamiento abstracto. Porque leer un libro lleva su tiempo y el contenido guarda casi siempre algo de misterio que nos exige algún esfuerzo para dilucidarlo. En cambio la nueva tecnología informática satisface nuestras necesidades de información de manera casi instantánea. Sólo hay que saber dónde buscar porque ahora, como nunca antes, el conocimiento universal está a disposición de cualquier persona medianamente informada que pueda pagar un ciber.
      Nuestro hijo de 15 años se está criando en este mundo. Nació en la cresta de la ola de una transformación cultural cuyas consecuencias son imprevisibles. Todo cambia tan rápido que no hay tiempo de adaptarse a lo nuevo, porque ya salió la última innovación que tira por la borda lo que hasta ayer era vanguardia. Y confieso, me da miedo, me llena de dudas e inseguridad. Entonces comprendo a los padres que, tratando de encontrar un camino seguro, optan por parecerse a los jóvenes, comportarse como amigos de sus hijos, compartir travesuras, ropa, idioma. Y también entiendo, aunque no justifique, a aquellos que se rinden y bajan los brazos, dejando a los hijos a la deriva para que los eduque el sistema, los amigos, la vida. Es que no saben que rumbo tomar, no entienden que pasó, por qué todo cambió tan de repente.

      Me parece que debemos hablar de estos temas sin rasgarnos las vestiduras. Porque no sólo Jujuy tiene problemas con la educación de los jóvenes. También los países desarrollados, otrora vanguardia en este tópico, avanzan ahora a prueba y error ensayando métodos diferentes para ver cuál se adapta mejor. Un ejemplo de que no todo lo que brilla es oro, es la crisis moral y económica desencadenada por los EEUU y que derramó a todo el mundo, generada por el globo inmobiliario fabricado por los jóvenes maravilla, graduados en los MBA de Harvard y Pensilvania, que poco les importó que los norteamericanos pierdan todos sus ahorros, sus propiedades y empleos, a la hora de engañar al sistema financiero más grande del mundo para conseguir bonos multimillonarios para ellos. ¿Y la ética profesional? Parece que se olvidaron de incluir esa materia en la currícula.
      Creo que padres, docentes y gobierno debiéramos acordar algunos temas básicos que, independientemente de la marcha de la evolución tecnológica, seguirán siendo básicos. Y trabajar para que se apliquen en la casa, en la escuela y a través de las acciones del estado. Entre estos temas me gustaría incluir la ética, entendida como aquella actitud que evita hacer cualquier cosa que pueda afectar negativamente a otras personas. Otra cosa que yo incluiría sería el sentido de responsabilidad por los propios actos para que dejemos de criar jóvenes que creen que tiene solamente derechos, porque desconocen sus obligaciones con la sociedad. Que dejen de hablar en tercera persona y de buscar culpables de las cosas que pasan. El respeto por la vida en todas sus manifestaciones, lo que debería cambiar nuestra manera de entender el medio ambiente como un bien de uso irrestricto. Quisiera que se introduzca el concepto de trabajo, la conciencia de que para progresar hay que esforzarse. Ayudarlos a superar la cultura facilista que propone el acceso a los derechos básicos sin mediar esfuerzo alguno. Otro valor que me gustaría introducir es el de valorizar SER antes que TENER. También me gustaría incluir actividades que mejoren la manera de expresarse tanto oral como por escrito. El trabajo en equipo creo que debiera estar presente desde la niñez, así como el compromiso solidario con la sociedad mediante acciones de ayuda que permitan a los jóvenes conocer otras realidades diferentes a la de su familia.
      Además de lo propuesto, creo que debemos marchar hacia un sistema de enseñanza que incluya las nuevas tecnologías, pero sin dejar de lado el desarrollo del pensamiento abstracto, las matemáticas, la lectura y el uso adecuado del idioma.
      Nos guste o no, estamos cabalgando el cambio. Los días pasan, los chicos crecen y nosotros seguimos contemplando absortos este torrente de novedades que nos abruma. Ha llegado la hora de hacer algo. Empecemos por hacer pública nuestra opinión.






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