Libro de poemas de José Domingo Rodríguez Bárcena
Apóstrofe Ediciones

      No sé si decir un hombre culto y un hombre ilustrado apunta a igual significado; lo que sí creo es que ambos, o el mismo,  tienen alguna vocación, alguna sensibilidad especial, por las expresiones del arte (o Arte), casi como si las mismas fueran lo único que vale la pena en este sórdido, horrible, mundo. Durante muchos años he visto a José hacer música, difundirla, propiciar encuentros, invitar a reuniones, eventos, recitales y también apoyar y mostrar por todos los medios, exposiciones y movidas de las artes plásticas y literarias. Siempre discretamente, sin molestar, ubicadísimo; claro, nunca tuvo ni tiene por qué ser estridente, lo que promueve es lo mejor.
      Digo todo lo anterior, porque después de leer sus poemas (y como la poética es casi lo único que considero que vale la pena, digo, la pena de vivir) pienso con cierta incomodidad en que siempre estoy apurada y nunca hay tiempo para charlar con José, a pesar de todos los sobreentendidos que nos conectan cada vez que nos vemos.  Pero cuando leo que un aguilucho planea/recortado/ sobre el cielo viejo y rastreo cierta confusa emoción ante un pájaro airoso, indiferente y libre entre las brumas de Volcán, siento real gratitud y pienso que, al final, para qué hay que hablar.
      El libro sin prólogo, sin explicaciones, sin comentarios, se presenta solo y refleja una vida, una que se está viviendo y si bien la síntesis poética no decae nunca ya que es un parejo latido página a página, los poemas reunidos bajo el título de San Salvador de Jujuy tienen mucho de crónica (¿oficio de fotógrafo?) del presente que nos toca, desde el monstruoso gato de papel hasta las bolsas de residuos de las almas que van a la basura; desde la presencia de seres con sólo algún derecho al silencio hasta como va desapareciendo el pasado bajo la pica desde la indiferencia, el no hacer de una comunidad impávida que sólo mira. Y, sobre todo, cómo desde lo cotidiano campea la muerte con su imagen definitiva.
      Creo que Color recuerdo empieza a ser un libro importante cuando José Rodríguez dice el aire se queda/en la sombra/del lapacho/una flor desprendida/roza la vereda.