Hablemos de polÃtica
Porque de ellos será el reino de los cielos
Laura Barberis
Y sobrevino en el mundo la mayor crisis del sistema capitalista. Pero el dinero salió corriendo a rescatar al dinero. Presurosa, la plata acudió a auxiliar a la plata, con una premura jamás ejercida para mitigar la pobreza o para impedir una guerra.   Â
Cuesta imaginar todo un proceso en el que las cifras son tan descomunales, que se convierten en una abstracción total en cuanto se trata de pensar en ellas como, por ejemplo, paquetes de billetes. ¿Qué cabeza puede visualizar varios trillones de dólares o de euros? ¿cuántos kilómetros de puentes, alineados uno al lado del otro, representan? ¿cuántas casitas? ¿cuántas cajas de alimentos pueden ser? ¿qué cordillera de medicamentos? ¿de ropa? ¿de camas y mesas? de todas esas simples cosas que son las que no tienen los millones de desherados de la humanidad?              Â
Ya sé, ya sé, si no se respaldara al sistema se producirÃa más desempleo y serÃa peor aún. Pero no puedo dejar de pensar en cómo se podrÃa organizar un mundo más humano, más justo, con todo ese poder económico, fruto dorado de la codicia, que, será un pecado que no te permitirá entrar al reino celestial ni pasar por el ojo de la aguja por el cual van y vienen los camellos; pero las iglesias de todas las confesiones siempre tuvieron en las primeras filas de sus templos a tantos devotos ricachones y, ahora, la versión del milenio de tanto mercader de largas uñas. Se ve que no los expulsan para que no haya más desocupación. Lo que pasa es que cuando Jesús los echó no habÃa en Palestina desempleo.
Siempre termina dándome más bronca la Iglesia que los ricos. Porque los cobija ¿o no?    Â
Para mà Karl Marx se equivocó al ignorar tantas cosas que pasan en la mente y el corazón de los hombres, pero dÃgame si con lo del opio, en este plano terrestre que es en el que conviven los pobres con la codicia que manda, no tenÃa razón.
Mientras tanto en la Argentina no hay porqué preocuparse, nos dirán, ya que los bancos mantienen una tranquilizadora fortaleza.
Yo igual estoy preocupada por la Argentina, no sé Ud., y no voy a hacer la lista de los males nacionales porque todos los conocemos. De una cosa podemos estar seguros, la ineficiencia y la corrupción tendrán ahora también el pretexto de la gran crisis internacional.
La verdad es que no sé si los hechos polÃticos -o los años que llevo a cuestas- me han cansado; es que harta todo lo que pasa y más hartan las explicaciones que se dan.
Optimista hasta la estupidez, cuando asumió Kichner tuve un arrebatado entusiasmo (ojo, cuando ganó De la Rúa, sin ningún entusiasmo, también pensé que algo iba a mejorar en el paÃs). Pero con K. creà sin hesitar que las cosas iban a cambiar mucho, que se iban a encaminar las acciones para achicar la brecha entre ricos y pobres; que se procurarÃa con el ejemplo atenuar la ineficiencia del estado y la corrupción estructural; que la democracia se irÃa asentando en la sensatez proveniente de las experiencias vividas en los '70, en los '80 y en los '90.
A mediados del gobierno de Néstor K. empecé a dudar y hoy, como tantos argentinos, vuelvo a creer que la única es quedarse en la cueva y hacer la de uno y nada más.
Repasemos breve-mente:
-¿alguien puede creer hoy que el armado oficial de piqueteros va a modificar la situación de los millones de pobres e indigentes del paÃs?
-¿alguien puede creer que todos los recursos del estado van a donde tienen que ir?
-¿alguien puede creer que la democracia se asienta en Bonafini hablando mal de AlfonsÃn?
Sigo preguntándome cómo cambia, cómo puede cambiar, una sociedad; cómo puede mejorar colectivamente. A la luz de la historia argentina de los últimos treinta o cuarenta años, o sea los que vi yo misma, me resulta imposible creer ya en cambios efectivos. Quizás los procesos sean mucho más largos. Quizás los argentinos somos una mezcla de cosas que no se pueden juntar y vaya a saber cuántos años tienen que pasar para que se homogenicen un poco las partes.
Y dÃgame, la llamada oposición a los K, la de adentro y la de afuera, ¿no da como pena en casi todas sus variantes? ¿No estamos locos en este paÃs, donde una mayorÃa