Los tiempos de cierre de listas, siempre complicados, este año se adelantaron (y fragmentaron)  por las primarias. Las listas siempre estuvieron listas, pero el pasado fin de semana, con los significados obvios, pensaba yo que algunos deben tranquilizarse a sí mismos, calculando que el tiempo pasa y hasta octubre, buena parte del electorado “ya habrá digerido y aceptado a todos los bichos” total, el peronismo licua a cualquiera sabía decir el actual gobernador Barrionuevo, refiriéndose por aquél entonces a la incorporación de algunos (en vez de la licuadora mejor hubiera usado la espada del Samurai) que ahora mismo desvelan a los memoriosos que piensan en la historia política argentina y jujeña de la segunda mitad del siglo XX y todavía no lo pueden creer, ya que el batido que se fue logrando es cada vez más espeso, más denso y más inconducente si del futuro de la población hablamos.
      A lo mejor cuando se trata de buscar, designar y definir candidatos no se está hablando de “conducir a la sociedad para que mejore su presente y su futuro” y yo estoy confundida y soy una ilusa y me creo que la realidad puede cambiar si algunos políticos dicen otra vez que quieren hacer crecer la provincia. Tengo esa inocencia. Vuelvo a creer. Vuelvo a creer que pudiendo hacer las cosas bien, no las van a hacer mal. Pero indefectiblemente me equivoco.
      Pero tampoco ellos tienen la culpa del todo si consideramos que el país, la sociedad argentina, sus dirigentes, están tan dementes que le dan el Martín Fierro de Platino a Marcelo Tinelli por defecar por televisión todos los días, función por la que le pagan cientos de miles de dólares por mes. El ex CONFER lo multa pero él no paga las sanciones y cómo si tal cosa; eso es poder, porque hacer caca por TV. No la hace  cualquiera.
      Es verdad que la pantalla chica es mayoritariamente un asco en casi todos los países del mundo y los televidentes, coprófagos convencidos y entusiasmados, levantan el rating y, lógicamente, los avisadores van al pie y el círculo se cierra y no hay nada qué hacer. Ahora, digo yo, ¿no era que la Ley de Medios iba a moderar algunas cosas? ¿Cuándo sucederá? ¿Y cómo?
De todas maneras sigo creyendo firmemente que no debe haber censura, pero si formas de regulación.
      Ahora, un país tan tinellizado como el nuestro, en el que las cirugías plásticas son en demasiados casos, más importantes para legisladores y funcionarios de ambos sexos, que la coparticipación federal; o que los temas más remotos en los discursos son los que tienen que ver con la pobreza espantosa, porque es como de mal gusto hablar de que hay pobres; un país en el que hay que buscar con lupa un político con el que se pueda analizar la situación, sin que enseguida empiece a explicar que la culpa la tienen los otros. O esas conferencias de prensa a las que se convoca exclusivamente a los medios en los que a los periodistas se les baja la consigna de que no se debe preguntar ni lo obvio; es que, como dice una inteligente dirigente política con unas cuántas campañas encima: se fueron cerrando tanto entre unos pocos que cada vez están más lejos y son más ajenos a la base de sustentación.

      Ud. se preguntará porqué hoy divago sobre todas las cosas precedentes, tan periféricas de alguna manera y, la verdad, es que no quiero ni puedo decir lo que pienso, lo que pensamos muchos, sobre el temor que nos da el futuro en Jujuy.