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El 17 y los octubres de la democracia

Carlos Morcillo
      En el tema al que me he de dedicar, el mayor desafío es presentar sintéticamente la historia de un hombre sólida e indisolublemente unido a su pueblo. Referirme al mayor acontecimiento histórico político del siglo XX en nuestro país y sus posteriores repercusiones en América latina y el mundo, es nada más y nada menos que vivenciar nuevamente un 17 de Octubre. También me toca hondamente referirme a los “octubres” vividos desde 1982 en adelante, momentos también históricos del recomenzar de la actual democracia.
      Comienzo por destacar los valores humanos de importancia contenidos en el respeto, el esfuerzo personal, la honestidad y tantos otros, también destaco la amistad, el amor fraterno, las alegrías compartidas, las tristezas profundas por lo perdido, los éxitos y fracasos, una conjunción de sentimientos y de cosas inmateriales, eternamente humanas, componentes de nuestro ser y esencia. Desde esta perspectiva deseo que el lector o lectora, imaginariamente se ubique en ese espacio espiritual mencionado y se refleje en ese día esencial para los argentinos y tan paradigmático para los peronistas en particular, remontarse a aquella mañana del 17 de octubre de 1945; luego de este sencillo ejercicio mental, podrá interpretar mucho mejor lo sucedido y  sobre lo que a continuación he de referirme.
Sólo así nos daremos cuenta y cobrará dimensión el significado de un 17 de octubre entre el sentimiento inmortal de Juan Perón y el de Evita junto a su pueblo. Respecto de aquella gloriosa gesta del pueblo humilde, solicitando la liberación de quien comenzará a ser su líder, decía José María Rosa en su fascículo de historia N° 6 de “Perón” refiriéndose a los días previos, en un acto realizado el día 11 de octubre en la secretaría de Trabajo: “la desconcentración fue difícil y lenta mientras se coreaba con fervor ¡Perón Presidente! hubo algunos disparos de armas contra los peronistas porque su actitud entusiasta no era interpretada por sus enemigos. El odio era profundo pues nada es más odiado por el enemigo que lo que no comprende”.
      Ese acto dará nacimiento a una semana de acontecimientos históricos que dejarán plasmada la unidad dialéctica del líder y su pueblo, un pueblo profundo jamás vivenciado, y por otro lado dejará al desnudo el hondo rencor de las clases gobernantes y pudientes, la oligarquía de entonces, que llamaban “fascista” y “demagogo” a Perón,  que la noche del 11 se reunirán en el Salón del Circulo Militar, a oficiales y marinos y un grupo de varones consulares entre quienes se encontraban Saavedra Lamas, Rivarola y Alfredo Palacios, entre otros. A Perón había que meterlo preso “para que no anduviese haciéndose el loco” le sugerirían al General Ábalos, asumido como ministro de Guerra el día anterior. El dilema de la época era el alicaído gobierno de Farrell al que intentaban transferir el poder a la órbita de la Corte Suprema de Justicia y convocar a elecciones, obviamente el problema yacería en quién sería el candidato oficial que para Abalos,era Amadeo Sabatini; el problema era entonces qué hacer con Perón, algunos, como el mayor Desiderio Fernández Suárez opinarán “que se lo fusile sin más trámite” .
      Perón es detenido el día 13 de octubre por el jefe de policía Mitelbach y trasladado a la Cañonera Independencia para ser llevado luego a la Isla Martín García, la noticia se conoció por la radio y después por el “boca a boca”, el Coronel Perón había sido detenido; la oligarquía mencionada, señoras bien, gritarán frente al Jockey Club y el Circulo Militar: “¡ya se fue! ¡Libertad! ¡Gobierno a la Corte!” Por otro lado ese Pueblo Profundo casi invisible, aquel que no frecuentaba ese Jockey Club, comenzará a bullir, “detuvieron a quien nos diera dignidad”, había mucha inquietud.
      Eva Duarte, en poco tiempo señora de Perón, conocía a los dirigentes obreros que lo seguían e intentará convocarlos;con ese propósito, a bordo de un taxi, un chofer contrario la reconocerá y la denunciará a un grupo de estudiantes en la Facultad de Derecho, para que la golpearan y humillaran salvajemente. El día 16 se reunirá la CGT en la Unión Tranviaria, llamando a la huelga general para el 18 de octubre.
      Con agitados vientos, amanecía aquel 17. A primera hora, Perón era trasladado al Hospital Militar gracias a la oportuna y leal intervención del entonces capitán médico Miguel Ángel Mazza, quien primero advirtió del peligro del confinamiento en la Isla Martín García y, segundo, de la estrategia del traslado que era tenerlo más cerca y comunicado con lo que más tarde sobrevendría.
      El pueblo estaba impaciente y decidió avanzar sobre la Capital, procedente del gran Buenos Aires, los primeros a la madrugada cruzaron el Puente Pueyrredón antes de que lo levantaran por orden del coronel Ramírez, impartida a la policía que además de levantar el puente reprimió al pueblo para que no continuara avanzando, lo que no fue impedimento alguno ya que la gente siguió cruzando en botes, planchas y hasta a nado, para ir a liberar a su líder, su amigo, su par y compañero.
      Al medio día las calles de Buenos Aires que conducían a Plaza de Mayo hormigueaban de hombres y mujeres que sin temor caminaban y cantaban “¡paso, paso, paso, se viene el peronazo!” esos humildes que no se acostumbraba ver por el “centro” y que la “gente bien”, despectivamente denominara “cabecitas negras” y a los que después Evita los inmortalizara como sus “descamisados”. Los más jóvenes y alegres coreaban “¡aquí están, estos son, los muchachos de Perón!”, al pasar por la aristocrática zona de Recoleta  coreaban a la casta oligarquía “¡maricones a otra parte/ viva el macho de Eva Duarte!”. Al referirse al pueblo que concurría a Plaza de Mayo, Leopoldo Marechal diria: “no hay rencor en ellos, sino la  alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder, y fatalmente Raúl Scalabrini Ortiz los definirá como “el subsuelo de la patria sublevada”.
      Ya por la tarde, Plaza de Mayo estaba rebalsada por una multitud impaciente que superaba las 100.000 personas, esto también dará inicio a una nueva tradición política, en especial peronista, de convocatoria a la histórica Plaza. En reacción a tan gran suceso podemos decir de las intenciones del almirante Vernengo Lima que sugería que se disolviera la manifestación a balazos, este oscuro personaje se retirará más tarde, quitándose el uniforme para no ser descubierto ante la presencia de Perón.
      Juan Domingo Perón llegó caída la tarde a la Casa Rosada con algunas exigencias: las renuncias de los militares responsables y el llamado inmediato a elecciones presidenciales. Para descomprimir la situación, ante la convocatoria espontánea del pueblo sublevado, Farrell y otros le ruegan a Perón que  hable a los manifestantes para calmarlos, el ahora “Coronel del Pueblo” les dirá entre otras cosas a la concurrencia: “desde hoy sentiré un verdadero orgullo de argentino porque interpreto este movimiento colectivo, el renacimiento de una conciencia de trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la Patria”. Por último, les pedirá que se queden quince minutos más, ”para llevar en mi retina el espectáculo grandioso que ofrece el pueblo desde aquí” y que se desconcentrasen en paz.

          Octubre quedará marcado como hito fundamental de la historia política argentina y de Jujuy, coincidentemente con el regreso a la democracia actual acaecida allá por el año 1982, mes en que la dictadura para la reorganización nacional, como  llamaran al genocida golpe del 76, liberarán la veda política impuesta por el régimen. El primer acto importante rumbo al suceso democratizador fue el del peronismo un 17 de octubre de 1982, en la puerta del viejo Partido Justicialista de Otero e Independencia, con un nutrido pueblo lleno de fervor y con una activa militancia, decididos a recuperar la democracia, actitud que se reflejaba también en los demás partidos políticos de la época, hombres y mujeres que todavía venían de conocer a líderes como Perón o Balbín y los grandes caudillos como José Humberto Martiarena y Carlos Snopek, “dirigentes, conductores” de verdad, maestros de la política, respetuosos del compañero y la lealtad por su gente.
      En la década del ochenta, puedo afirmar, reinaba un ambiente exultante, lleno de vibraciones ideológicas de todos los sectores, la lucha era franca y honesta, siempre valiente y respetuosa del rival ocasional. En las elecciones de octubre de 1983 en Jujuy ganó el Peronismo con Carlos Snopek como gobernador y, a nivel nacional, se impuso con un sorprendente triunfo el Radicalismo, con Raúl Alfonsín, actualmente bien llamado “el precursor de la democracia”, aunque de transición, afianzó junto al pueblo el sistema democrático que hoy lleva 25 años de existencia.
      Así trascurrieron losoctubres en la patria y en nuestra casa. Hoy continuamos esperanzados en recuperar esa mística vivida, los valores perdidos, aquellos principios básicos de nuestro pensamiento, las enseñanzas filosóficas de nuestra doctrina, el concluir con el proceso de insectificación y de la náusea como angustia abstracta que planteara Heidegger, como explicaba el general Perón: recuperar el sentido de proporción, restablecer la armonía entre el progreso material y los valores espirituales.
      Todos estos elementos, intrínsecos de la naturaleza humana, fueron siendo desgastados en el ultimo decenio, por la despolitización como herramienta para el establecimiento de nuevos proyectos ajenos a la voluntad popular utilizando como medio la corporización de la política, la planificación de estrategias desmoralizantes en la conjugación de sociedades anónimas, el avasallamiento a la carrera política por la tecnocracia sin identidad, la obsecuencia y la compra de conciencias, olvidándose de la construcción verdadera como tan bien supo expresar el actual gobernador Walter Barrionuevo en su discurso, con motivo de la apertura del 147° período de sesiones ordinarias de la Legislatura, donde dijo claramente: “mi único desvelo es cumplir con mi juramento que hice por Dios de trabajar por el bienestar de Jujuy y su gente; brindar un servicio del cual me sienta orgulloso y volver a casa, limpio de conciencia. Pienso así porque soy un militante de la causa peronista que subió la escalera peldaño por peldaño y no sucumbió ante el facilismo del rápido ascenso…”
      Esto nos da a las claras un fresco aliciente, dice que soñar todavía no es una utopía inalcanzable, que retornar a esos octubres de fervor político y retomar la verdadera política como única vía, todavía es posible. Quizás sea oportuno recrear la fábula de Goethe siempre comentada en las brillantes clases de formación política del general Perón, y que decía: “lo que le acontece a un hombre desdichado al verse compelido a una elección extraordinaria. Melusina, reina del país de los enanos, lo invita a reducir su tamaño y compartir con  ella su elevada jerarquía. Le ofrece amor, poder, riquezas, sólo que en un grado inferior: será rey, pero entre enanos. Trasladado al país donde las briznas de hierbas son árboles gigantescos, este hombre, el más mísero de los mortales, añora su forma anterior. Y advierte que en la prosperidad o en el infortunio su estado anterior era inimitable. En el hecho complejo de existir el hombre es, sin más, una entidad superior”.
      Â¿Este octubre del 2008, palpitará con más fuerza en nuestros corazones?




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