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Hablemos de política

EL REY DEL COMPAS

Laura Barberis
“En la corte he aprendido cuatro cosas; si
estás junto a grandes hombres, te vuelves
grande tu también; los grandes hombres,
en realidad, son pequeños; el poder lo es todo;
no hay razón por la que un día no puedas
tomarlo tu, por lo menos en parte”.

Baudolino. Unmberto Ecco
.

Los cultores del tango -no es mi caso- dicen que, entre los muchos célebres autores e intérpretes de la música ciudadana, el que cultivó la veta más popular de un género popular por antonomasia, a pesar de la complejidad musical de las composiciones, fue Juan D’Arienzo, el Rey del Compás, que con su Orquesta Típica, hizo bailar en las boites, cabarets, pirigundines y también confiterías de los años ’40 y ’50 a varias generaciones del pueblo argentino. Sus discos de pasta eran un lujo en los bailongos de todo el país. Era el tango para bailar. Los que saben, dicen que la “Típica” de D’Arienzo era puro ritmo, corte y quebrada e imán para la gente. Más de un político quisiera contar con esas dos virtudes fundamentales que adornaban al Rey del Compás: ritmo e imán. O sea, el criterio justo y el carisma suficiente.
Cuando vivimos anonadados por los ex abruptos presidenciales, las torpezas inefables y melancólicas del Jefe de Gabinete, las confusiones de algún desorientado ministro; los codazos simbólicos pero evidentes entre López Murphy, Carrió y ahora Rozas para no ceder un centímetro de vertiente opositora, funcional y anodina al fin. La montaña rusa de la protesta social en todas sus variantes, con el aditamento de la CGT, recientemente amuchada, preparándose para una estrategia que sólo en la cancha se va a ver si resulta, y si pueden. Mucho más. Los aprontes para el rearmado del PJ nacional (ojo, que ahí hay puede haber un fuerte componente local, que agregue ingredientes a la coctelera). La exclusión espantosa que, digan lo que digan, no cede significativamente. Los múltiples vaivenes de la Deuda. El MERCOSUR. La obra pública. Los planes sociales y los intentos de recuperación laboral. Educación y Salud en terapia intermedia. La inseguridad, capítulo aparte. La TV, como una bruja malévola que todos quieren usar, pero que al final tiene una perversa y malsana vida propia. Y más. Cualquier cosa. Nuestro país. Un verdadero y loco macro almacén de ramos generales. Y claro, todo ello derramando en las coordenadas locales.
Falta, en este país falta, un Rey del Compás, un director de orquesta típica que promueva ritmo y entusiasmo, con sones ordenadores, que escriba por fin la partitura que todos estamos esperando y que maneje la batuta como un grande.

LA MILONGA
QUE SE VIENE
¿Cómo será la segunda mitad del año en Jujuy? Parece que movida. La coreografía todavía no está y aunque existen muchos tangueros, hay clubes donde se ha optado por otras melodías. Por ejemplo, en la Legislatura, Walter Barrionuevo y los diputados de ambos pelos, prefieren la cumbiamba. No la buena, alegre, rítmica cumbia colombiana, sino esta cumbiamba así nomás, despistada por airecillos de ritmos norteños y recortes onda el viejo Cuarteto Imperial. En la Cámara, a la hora de los bifes, la música, ininteligible para los representados, no desafina nunca para los representantes. Siempre se enfrentan entre ellos tipo opereta, pero nunca cambian de escenario, ni de conjunto o banda musical.
En el Concejo Deliberante capitalino, las cosas son un poco distintas. Ahí Pablo Lozano, algunos ediles del PJ y la bancada radical prefieren la zamba, la ordenada, previsible y confiable zamba de toda la vida. Alguna edil justicialista salta, de cuando en cuando, al son de duros tambores macumberos y el del ARI, al igual que su jefa, prefiere el tango, inclinándose más por la letra que por la música.
¿Y en la Intendencia Martiarena, mal llamada por algunos ignorantes Municipalidad de la Capital? Allí adoptaron el minué; lenta coreografía y aburrida música de la época de la Colonia, cuando las damas no podían danzar ritmos más placenteros, por aquellos engorrosos y asexuados miriñaques. Bailan el minué mientras la vida pasa. En cualquier momento, despavoridos contemplarán como los invade el rock nacional con toda su fuerza. Aunque algunos creen que en la comuna se mide todo en tiempo de bolero. Los lentos y empalagosos boleros de los ’40.
En otros municipios, con San Pedro a la cabeza, es imposible armonizar ninguna melodía. Todos son ruidos estridentes, ninguna armonía, un verdadero batifondo, que ni siquiera da lugar a la más primitiva de las danzas. Como sólo en los corsos les va bien, prefieren optar por aquello de “todo el año es Carnaval”.
¿Y en la Casa de Gobierno? ... Ah, ahí no hacen música. Ahí escuchan el bombo (no el del Tula) la mayor parte de sus días. Pero en la Casa de Gobierno se reprimen cuidadosamente para que no escape por alguna ventana, el songorocosongo que producen, con prisa y sin pausa, cotidianamente. No hacen música, pero bailan, ah, cómo bailan.
Muchos, algunos obsecuentes, otros memoriosos, creen que en Jujuy sí hay un Rey del Compás. Otros opinan que eso se va a certificar en la movida que resuelva o no la Reforma Constitucional. Y para seguir con la metáfora del dos por cuatro, decía Troilo que en el tango -donde la espontaneidad del solista es tan importante como en el jazz- hacer una interpretación redonda, buena orquestalmente y apta para el baile, requería de las mañas de un buen pescador. Cuándo tirar, cuándo aflojar, cuándo resignarse, no tener miedo al agua y, sobre todo, cuándo arriesgarse con pasión.
A esta altura, Ud. se preguntará porqué lo de Baudolino. Y porque sintetiza, casi como en un pentagrama, la vieja y eterna pista del poder. Siempre igual. Un lugar pequeño, ordenado, que centraliza todo y a donde todo confluye, como los caminos a Roma. La cuestión es en qué baile se meten los mensajeros cuando salen a bailar. ¿Ud. me entiende, no?





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