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Héctor Masnatta y la reforma constitucional

"MEJORAR LO QUE ESTA APUNTANDO A LO NUEVO QUE TIENE QUE VENIR"

La reforma de la Constitución es un tema que "hay que aprovechar". Es preciso "mejorar lo que está pero también apuntar a lo nuevo que tiene que
venir". La definición es del doctor Héctor Masnatta, convencional en la asamblea
constituyente que modificó la Constitución Nacional en 1994, y entre otras muchas actividades académicas, docentes y diplomáticas, fue Ministro de la
Suprema Corte de Justicia entre l973 y l976; primer Auditor General de la Nación, l993; y actualmente, uno de los abogados que defiende los intereses argentinos de Yaciretá en una demanda millonaria entablada por las empresas que construyeron la presa. En estos días se lo menciona como candidato a la Procuraduría de la Nación-

Masnatta, en un rico diálogo con La Revista, habló de varios
temas de gran actualidad, como los problemas que hacen de la Corte Suprema
un organismo incapaz para ejercer sus funciones esenciales, los pro y los
contra de la reforma constitucional de 1994 a una década de ese proceso, la
reforma política y la crisis de representación y la profesión del abogado,
que no escapa al descalabro generalizado.
Tras recordar sus tiempos en aquella Corte puesta por Juan Domingo Perón a
la que le tocó ser testigo de la negra época de "Isabelita" y López Rega y
que luego desarmó de un plumazo el Golpe Militar del 76, el viejo abogado
fue consultado sobre la evolución del sistema judicial argentino en estos
años de Democracia.

-Es la historia de la degradación. Hemos visto que ha ido quebrando cada
vez más. Me parece que la situación de esa famosa de la Corte de Mayoría
Automática, reflejaba la realidad bastante bien y que en general ha habido
un lote de gente que ha rescatado los valores, que ha defendido los
principios fundamentales, pero es verdad que no han sido muchos.
Pero lo que pasa es que nosotros creo que tenemos que hacer una reflexión
más profunda. Es decir, con qué contamos, cuáles son los medios
humanos que tenemos para elaborar realmente una respuesta adecuada a la
situación. No sólo en la Justicia, en todo. Pero en la Justicia, por
ejemplo, no es la reforma del Código de Procedimiento; no es tampoco -como
hace el ministro Beliz- volver a hacer una melange de todos los juzgados
federales; no es tampoco echar a Fulano y traer a Mengano. Esto no cambia
las cosas. Aquí hay que empezar por fundar las cosas desde el principio. En
el tema de la Corte -yo, a pesar de que estoy muy de acuerdo con las medidas
que se tomaron para renovar el Tribunal- le digo que me pareció que no
sirvió para nada, porque no es el cambio de personas lo que puede modificar situaciones estructurales o de fondo.

-¿Por ejemplo?
-La Corte tiene 15 mil causas, no puede funcionar; no camina desde que se
inventó el recurso de arbitrariedad y entra todo allí. Es el tribunal de
última instancia. Aquí lo que hay que hacer es poner una corte
constitucional que se encargue de los temas constitucionales; dejar una
corte de casación en todo el país, aplicar un principio muy pero muy hábil
que estableció la Conferencia de Abogados y si no se puede inmediatamente
porque para eso hace falta reformar la Constitución; establecer una casación
intermedia que haga de filtro, que termine con este problema. Si no, no se
va a salir nunca; esto tardará muchos años en modificarse, pero por más que
Zaffaroni , Carmen Argibay, que Highton, que Maqueda -que son excelentes
juristas- trabajen día y noche, no podrán dar abasto. No pueden firmar porque
si quieren leer no pueden firmar y si leen no firman. Esta es la cuestión.
La cosa se ha ido degradando en el sentido que hay 80 secretarios letrados
que son los que hacen las sentencias; los jueces lo que hacen generalmente
es supervisar.

-¿Qué sistema habría que propiciar?
-El sistema de los americanos. Nosotros pusimos, en la época de Alfonsín, el sistema que tiene la corte americana por el cual le ponen a los expedientes un sello, esto sí, esto no. Entonces, sacábamos 15 o 20 asuntos por año. El aborto, el caso de la pena de muerte, estos son los temas para la Suprema Corte pero no ocuparse por ejemplo de la pesificación o si pagaron o no los deudores hipotecarios. Estas son cosas que no le entran en la cabeza a
nadie. Y lo que digo para la Corte, lo digo para el resto del sistema judicial.

-Desde este presente ¿cuál es su mirada de la reforma constitucional de
1994, con sus pro y sus contras?
-Hay que separar lo que fue la ocasión de lo que fue el resultado. Nadie
duda que la ocasión fue la reelección de Menem y el negocio político con
Alfonsín que. a caballito de esa exigencia, consiguió una cantidad de cosas:
el tercer senador, el Consejo de la Magistratura, etc.. Pero el resultado ha sido
más allá de eso. La reforma hizo una buena Constitución; hay principios muy
importantes que se fueron incorporando, como el principio del desarrollo
sustentable que he visto ahora que el gobernador Fellner lo quiere hacer
acá. Me parece magnífico; la cuestión de los grupos indígenas, el Hábeas
Corpus con categoría constitucional; los medios directos de democracia como
la Consulta Popular y la Iniciativa Popular. Inclusive; este sistema del
Consejo de la Magistratura, con los defectos legales que tiene; el principio
es bueno; la creación del Ministerio Público como un organismo independiente, rompiendo la esquizofrenia que dependía de uno, que dependía de otro y no dependía de nadie.
No hay dudas que se ha hecho una cosa muy importante que ha sido darle
fundamento legal al orden jurídico porque no sabíamos qué regía: si la
reforma del 53, si las reformas posteriores, si las reformas de la época
anterior a Frondizi. Esto terminó y ahora tenemos una constitución votada
por unanimidad; es un paso único.

-¿Considera posible, en estos tiempos, una reforma política sustancial en el orden
nacional?
-Lo que pasa es que hay una crisis general de representación. Este es un
tema que no sólo está acá. Acaba de salir un ensayo de José Saramago,
"Ensayo sobre la lucidez" , donde cuenta todo lo que pasa en un pueblito
donde nadie vota; allí se percibe lo mismo. El modelo que se tomó en el994 privilegia a los partidos políticos, mantiene el sistema de la representación que evidentemente está superado porque ya no
es más "el pueblo que no delibera ni gobierna". Hay que salir a la ventana y
ver que el pueblo está en la calle, viene, entra; no sé si es el pueblo pero
ya no es que los representantes tienen la exclusiva, el monopolio. Aquella
cosa de los constitucionalistas ingleses y americanos está hecha trizas.
Entonces, esto hay que replantearlo. Ahora, ¿cambiar la Constitución?; acá
lo que hay que cambiar es el estado social., Con el 50 por ciento de pobres, con tantos
con excluidos, no se puede elaborar un sistema político. Usted no puede
decirle a un tipo "preocúpese por saber cómo es la representación
uninominal o la lista sábana", cuando el tipo no tiene para comer. No son
pre-requisitos, pero sí una condición necesaria, aunque no suficiente. resolver
el tema de la sociedad civil.

- En Jujuy, hay un debate, para mi mal encarado, entre el PJ y la UCR y la oposición respecto a una reforma de la Constitución provincial. Se quiere achicar el número de diputados, reformas en lo económico, cambiar la nominación de jueces, modigicar normativas que anarquizan los municipios y otros temas...
-Yo creo que hay que aprovechar como en el 94. Hay que aprovechar la
cuestión de la reforma constitucional y tenemos que conseguir concitar a los
mejores talentos, a la gente que mejor piense y, aparte, tratar de mejorar lo
que está pero también apuntar a lo nuevo que tiene que venir.

-Me gustaría saber cómo ve a la profesión de abogado hoy en la Argentina,
donde todo está tan deteriorado y el ejercicio de la abogacía no escapa a la crisis de valores.
-Aquí existe la movilidad social para abajo. De esto no se escapa nadie
ni tampoco los abogados. En la época en que yo empecé a ejercer mi
profesión, me levantaba a las tres de la mañana para viajar y llegar en horario,pero uno sabía que ascendía. Ahora, no. Al contrario, es el precipicio. Unido a eso, el
deterioro general de la parte ética, que es muy grave.

-¿Hacia donde se va, entonces?
Las perspectivas, creo, son muy malas porque el deterioro de la educación y
de la enseñanza universitaria se manifiesta en todos lados, pero casi todas
las universidades que han proliferado, lo primero que hacen es poner una
facultad de Derecho que, cuando no comercian con el título, en realidad lo
mal venden. Es decir, no sale gente con formación ni nada por el estilo. Es
una crisis general, una crisis estructural pero además, la profesión ha
dejado de ser lo que era antes. Ha surgido este invento de los doctores en
Ciencias Económicas, estos señores que confunden las leyes con una planilla
de rédito y ha surgido también una cantidad de licenciados que han copado
incumbencias que antes tenían los abogados. A los abogados les van robando
pedacitos de su tarea y cada vez les queda menos.

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(Recuadro)
EN LOS TIEMPOS
DE "ISABELITA"
Como miembro de la Suprema Corte, entre 1973 y 1976, el doctor Héctor
Masnatta fue consultado sobre la afirmación del abogado especialista en
Derechos Humanos, Fermín Garrote, respecto a que cuando se habla de la
violación de derechos humanos en la Argentina, hay que empezar por
preguntarse qué pasaba antes del golpe militar.

-Mire, uno de los cargos que se hacía a nuestra Corte fue que nosotros le
dábamos curso a los hábeas corpus. Tal es así que el presidente de la Corte
se había reunido con los jefes del Ejército y Aeronáutica, para ver cómo se
reglamentaba el Habeas Corpus, porque no había manera de que nosotros
realmente no diéramos la opción para que se saliera del país. Frente a los
hechos como estaban, generalmente lo que hacíamos era avisar que íbamos a
aplicar el Derecho de Opción, avisar al poder político, darle plazo para que
lo hiciera y si no le sacábamos el auto. Entonces, había conocimiento de lo
que era la razón de Estado y por el otro lado, respeto a los derechos
humanos. Ahora, las otras cosas, eran muy complicadas. Por ejemplo,
conseguimos que un jurista que había hecho un voto luminoso sobre la
justicia social fuera conjuez de la Corte. Pero nos costó muchísimo poder
meter algunas cosas en los fallos. Fue una época brava y difícil. Lo que vino después, fue mucho peor.





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