Un día de julio, el hincha argentino de fútbol soñó: “los jugadores de verde y amarillo se agitaban como un ramo de flores eufóricas, en extraño juego de victoria. El césped del Nacional de Lima era el escenario de una mordaz contingencia. El público (unas 45 mil almas) que colmaba las graderías y aquel otro (millones de adictos al deporte en el mundo) que accedía a las imágenes a través del sistema mediático, se sentían golpeados por un resultado que, un segundo antes de finalizar Argentina-Brasil, era triunfo argentino. Ahora, penales de por medio, la ‘gloria’ era del protagonista que menos méritos había hecho o intentado”.
“La mordacidad de la broma –seguía el sueño- de los fantasmas que (aunque no se crea) eligen las canchas de fútbol con frecuencia, sacudía a la lógica; ridiculizaba a la justicia; sancionaba al inocente”.
“Esta vez –en el sueño- le asestaba un duro mazazo al fútbol confrontación. Al fútbol espectáculo. Al fútbol como ambición y esfuerzo por la última razón: la victoria”.
“Si el fútbol es la búsqueda de una victoria –soñaba el hincha- a través de la inteligencia, la destreza y el amor a un deporte, en esta tarde de julio en Lima, la justicia había perdido la más grande oportunidad de premiar al mejor”.
“El resultado que el racimo de camisetas verde-amarillas festejaba, daba por tierra con los análisis que un instante antes los cronistas habían imaginado. Ese análisis –soñado- se atrevía a hablar del triunfo del fútbol ‘lindo’. De un fútbol hace tiempo desechado que estaba de regreso en la nueva dimensión de una selección argentina. Con respeto a la vocación primogénita de un deporte hermoso y subyugante”.
“El análisis exponía –en el sueño- la exhibición del equipo argentino en la Copa América, como un intento moderno de reponer el fútbol espectáculo al primer lugar de un espectro alguna vez derogado y vapuleado. Derogado por otros sistemas mezquinos, donde la fuerza, los esquemas y las estridencias extrañas al juego mismo, se esnseñorean en nombre de la ambición única de ganar. Vapuleado por la ambición mediática de imponer lineamientos ajenos a la idiosincracia argentina; o por la desaparición paulatina del ‘potrero’ o la canchita improvisada a la vuelta de la esquina”.
El sueño (como todos los sueños) se interrumpió, de pronto. Las voces de crítica se volvieron a oír con fuerza. Las palabras (fáciles) de descalificación para los jugadores reaparecieron disfrazadas de “examen profundo de la realidad futbolísitca”.
El hincha...el que cree en el fútbol “lindo”, a pesar de los analistas de la derrota; a pesar de la caída increíble; a pesar de todos los agoreros de América...el hincha está vivo...y volverá a soñar.