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Víctor O. García

La vivienda tradicional en el Valle
de San Francisco

Todos los pueblos crean su propia arquitectura con una sabiduría que proviene de siglos de aprendizaje de la naturaleza y de la propia cultura que ellos construyen, siendo la arquitectura el soporte espacial dentro de la cual aquélla se desarrolla.

En la zona subtropical húmeda de Jujuy, con la fundación y organización de los actuales centros poblados a fines del siglo pasado, se construyó una tipología de vivienda urbana popular que demostró su alta eficacia regional. Esta eficacia desde el punto de vista de la adaptación ambiental, se puede analizar y explicar a partir de un modelo sistémico.

EL MODELO

Entendiendo al ambiente como un sistema en el que sus componentes son: a.- Naturaleza, b.- Población, y c.- Cultura, podemos dividir este sub-sistema en dos campos: el de la cosmovisión y el tecnológico (Rabey, 1982). Si ésta es la estructura formal, la funcional determinada por los flujos intrasistema y del sistema con su entorno, puede ser descripto en función de la cantidad de energía y/o información que circula entre ellos. En este esquema de flujos, la cultura aparece como el subsistema intermediario entre la población y la naturaleza. El flujo de energía se realiza a través del campo tecnológico mientras que el de la información por el campo cosmovisional.

Forma

Asumiendo el sistema ambiental como un sistema significativo, el flujo energético (tecnología –población – naturaleza) es la estructura significante del significado que es el flujo de información (tecnología – cosmovisión).

“... el conjunto de categorías, ideas, pautas, y valores de una cultura se expresa en la forma de todos los componentes del sistema y en sus mutuas relaciones energéticas y recíprocamente, esta estructura energética genera un conjunto de condiciones (lo cognoscible) que interactuando con las condiciones cosmovisionales (las categorías cognitivas) generan las imágenes cognitivas – es decir los conocimientos- que el grupo y sus miembros elaboran acerca del sistema ambiental y que constituyen la base sobre la que se producirán futuros cambios en el mismo, a través de la tecnología –es decir, a través del comportamiento, y de los objetos construidos y modificados-“ (Rabey, 1982)

Forma

El reconocimiento de las condicionantes climáticas (naturaleza) y de su flujo energético son percibidas y respondidas por las categorías ideológico-cognitivas (cosmovisión) del grupo humano (población) a través de un objeto construido (tecnología). La vivienda, soporte significante del cúmulo de conocimiento del grupo, produciendo el flujo de informaciones entre los campos tecnológicos y cosmovisional.

NATURALEZA Y RESPUESTA TECNOLÓGICA

Para Eduardo Sacriste (1976): “el clima... como lo señala Spengler, tiene una calidad maternal, así como condiciona nuestro carácter, condiciona nuestra vivienda”. Del subsistema naturaleza, ésta es la variable que define tecnológicamente a la vivienda. Nuestro clima es caracterizado como un clima compuesto. Ubicada nuestra región dentro de la zona cálida (II) húmeda (b), conforme a la clasificación bio-ambiental según Normas IRAM (MBS – Subsecretaría de Vivienda, 1973)

Podemos resumir sus características, como de veranos húmedos con alto nivel pluviométrico concentrado en esa época de elevadas temperaturas, y por consiguiente gran evaporación; de inviernos suaves pero con heladas que bajan la temperatura por debajo de 0º Cº; las brisas más frecuentes provienen del nor-oeste.

Hemos analizado (García, 1984) este clima con las planillas de Mahoney (1969), y las recomendaciones que obtuvimos para la composición de los espacios, sugieren orientación axial E-O, con habitaciones en fila, muros de gran retardo térmico (pesados), techos livianos bien asilados, mientras que para los elementos de la arquitectura, amplía que las ventanas además de su tamaño medio deben estar a barlovento, evitando la luz solar directa, permitiendo ventilación cruzada1.

Se trata además de una zona de elevada peligrosidad sísmica, tal como lo caracteriza el Reglamento INPRES CIRSOC (INTI, 1984).


El último sismo notable se registró el 19 de noviembre de 1.973, con una magnitud de grado VII según escala Mercalli modificada, con epicentro en la localidad de Arroyo Colorado a 45 Km de San Pedro de Jujuy (INPRES, 1976).

¿Cómo era nuestra arquitectura perdida? Exactamente como lo recomienda este análisis: una fila de habitaciones comunicadas entre sí, con aberturas exteriores enfrentadas, con galería hacia el norte, y un patio de densa vegetación, pesados muros de adobe, y techos semipesados. Un profundo conocimiento del clima implica esta tipología. En el verano el patio tamiza la luz solar y la deja pasar en invierno, porque sus árboles son de hojas caducas (paltos, mangos, chirimoyas, guayabas).

FormaLa galería hacia el norte2, impide la incidencia de los rayos solares del estío sobre los muros y aberturas, proveyendo una zona fresca nocturna además. La organización en hilera permite enfrentar las aberturas, obteniendo ventilaciones cruzadas en forma franca, sin descuidar en el caso de los dormitorios, la privacidad ya que las puertas hacia la calle tienen banderolas por arriba de los dos metros. El muro pesado está exigido fundamentalmente por aquellos días más fríos de invierno, de manera que el poco asoleamiento de esta época le permite actuar como un colector que irradia la energía acumulada durante la noche. A diferencia de las zonas áridas del N.O.A., estas paredes se revocan para evitar su erosión durante el período de lluvias, protegiéndolas además con aleros.

El techo de caña, barro y tejas, si bien no es liviano, por limitaciones tecnológicas, consigue cumplir con los requisitos porque aunque la teja no es un elemento altamente reflectante compensa esa desventaja con su buena emisividad; esta elección de materiales se complementa con una decisión proyectual: la gran altura permite que la “zona caliente” (por el ascenso térmico) esté por arriba del zócalo habitable, y además se enfría la superficie interior del tejado por circulación del aire que entra por las banderolas3.

En cuanto a la resistencia sísmica, si bien la respuesta tecnológica no era la más eficaz para ese desarrollo tecnológico era adecuada. No contando con materiales dúctiles, el diseño respondía a sus exigencias: simetría, ortogonalidad, densidad de muros elevada, columnas de madera en las galerías, construían la respuesta espontánea ante el fenómeno natural.

Podemos generalizar diciendo que la composición arquitectónica respondía a las exigencias sísmicas, mientras que el diseño de los elementos de arquitectura al clima.

POBLACIÓN Y

COSMOVISIÓN

Los poblados de nuestra región a fines del siglo pasado, eran núcleos en formación. De allí la clara voluntad de alineación hacia el exterior creando una línea de fachada que definía la apenas insinuada calle de esos tiempos. Eran viviendas urbanas por vocación, inclusive esta voluntad de direccionalidad fachadística se imponía por sobre las variables de orientación climática, privilegiándose el interés urbano por sobre la determinante física.

Desde el punto de vista funcional, esta vivienda se caracteriza por:

La indefinición de sus locales, actitud clásica ya que la especificidad de uso es promovida por la arquitectura propugnada por el Movimiento Moderno (“la forma sigue a la función”). Esto ha permitido en las arquitecturas tradicionales una flexibilidad muy alta, adaptándose a los cambios en las pautas culturales del grupo durante toda la vida material del edificio. La obsolescencia no existe. El uso del espacio está determinado así, por espacios fijos (Hall, 1973), de 15 a 25 m2, que pueden ser soportes de cualquier actividad doméstica definidas en su uso por los muebles y no por un repertorio formal (ya sea funcional o simbólico) en la composición arquitectónica. La lógica relacional entre las distintas regiones de la vivienda es determinada por el usuario, aunque existía un código cultural por el que cada local era más o menos definido en su uso de manera uniforme en todo el grupo social (la sala se ubicaba generalmente a un costado del zaguán, por ejemplo). La flexibilidad de estas casas se comprueba en la refuncionalizaciones con las que fueron acondicionadas a nuevos usos, a pesar de que en la mayoría de los casos no se aprovechan sus virtudes, sino más bien se las niega. Esta organización de los locales es, en consecuencia, no sólo una respuesta al flujo energético Naturaleza – Tecnología, ya que encontramos este tipo en otras regiones de condiciones climáticas distintas (Cuyo, NEA). Hacia esta época la familia no era claramente nuclear y en estas casas era común que habiten familias de dos y tres generaciones, clara pauta de una sociedad pre-urbana.

[Dibujo]

Espacios de transición exterior-interior: hacia adentro de la casa la transición la daba la galería, desde las habitaciones al patio; hacia la calle esa transición era protagonizada por el zaguán, donde la puerta cancel cobra un significado fundamental, abierta significa casa dispuesta a recibir, la casa y sus brazos de madera, cerrada implica ausencia de moradores o período de descanso. Hacia adentro la tríada interior-transición-exterior era habitación-galería-patio, hacia fuera habitación-zaguán-calle.

Forma

La galería es el espacio convergente de todas las familias que viven en la casa. El zaguán es el espacio convergente con la gente que llega del exterior. La galería es el remanso. El zaguán, esclusa.

En el modelo sistemático que aplicamos los flujos se dan también con el exterior del sistema que consideramos mediante in-puts (entradas) y out-puts (salidas) de la energía y de la información; ésta se da fundamentalmente a través del subsistema cultural bajo la forma de normas, pautas, sugerencias, a través de vehículos, siendo las más importantes los MCM (medios de comunicación masivos). El límite del sistema es un filtro. “Aquí el filtro está compuesto fundamentalmente por el conjunto de categorías culturales dominantes” (Rabey, 1982), que en nuestro caso es la cultura de herencia hispana4. Este filtro decodificará la información exterior y le dará una forma acorde al sistema.

Esta casa-galería, variante reducida de la casa-patio, es la casa que trae el español a América principalmente el andaluz, componente mayoritario de la colonización. La casa andaluza repite un tipo que proviene de la casa pompeyana y que se remonta a tradiciones más antiguas aún y que encontramos también en la vivienda árabe5, lógicamente con cosmovisiones diferentes. Un mismo tipo para distintas culturas.

Aquella casa, producto sincrético de las casas romana e islámica, introvertida, reducto de la mujer, protegida de la curiosidad de la calle (reducto del hombre) y su actividad pública, es la adecuada respuesta a la visión social de nuestra hispanidad. Este flujo informático constituirá la esencia, ”el alma” según Spengler, de nuestra urbanidad: si entendemos como Chueca Goytía (1974) que ante la ciudad doméstica anglosajona, sin plazas, de viviendas introvertidas; la ciudad pública helenística, de ágoras y foros, donde la calle instala la vivienda; y la ciudad islámica, individualista, de vida hacia adentro de la casa y en la que ésta define a la calle, surge ese contrapunto de herencias disímiles que es la ciudad española, donde la mujer no es clausurada al serrallo ni la vivienda niega a la ciudad (una ciudad sin fachadas) pero que limita el ámbito de la mujer a la casa, y el del hombre a la plaza, el café, el club, el bar de la esquina.

En el primer tercio de este siglo el inmigrante árabe fue uno de los principales modeladores de la ciudad, pero su tipología no entra en conflicto con la arquitectura de herencia hispana por provenir de una misma tradición. Con nuestro modelo, esto se explica porque el flujo informático dentro de cultura, en este aspecto, es reiterativo de la información acumulada con este nuevo componente poblacional que traía su particular cosmovisión. Se enriquece entonces la memoria y la tradición sin entrar en contradicción, aunque se produjeran algunos desajustes.

Con la instalación de los grandes ingenios azucareros a fines del siglo XIX, las empresas, para sus enclaves toman esta tipología modernizando sus componentes, compactando su organización, y utilizando una expresión formal diferente. El techo de tejas es reemplazado por la chapa de hierro, o mejor aún por el asbesto-cemento más tarde, que mejora su emisividad (la teja se reservaría para las viviendas del personal jerárquico), asentándose sobre tejuela apoyada en tirantería, la pared de adobe se sustituye por el ladrillo cocido asentado en mortero de cemento, cal y arena; las galerías son una invariante y se introducen las telas mosquiteras en las aberturas. El flujo informático acondiciona según los nuevos componentes cosmovisionales a al tecnología, adaptándose el significante (vivienda) a los nuevos significados (estructura productiva industrial). Es una arquitectura regional que reconoce el tipo local, sin tomarlo como modelo6. Han cambiado las categorías culturales dominantes, la información intra y extra sistema es decodificada y se le da una nueva respuesta en el flujo naturaleza-tecnología.

Pero esta nueva estructura productiva estimulará la radicación de población andina (luego de 1.930) e integrará la región al resto del país generando conflictos en el ecosistema. La incorporación de la región a la estructura económica nacional (Rutledge, 1987), acelera el flujo de información privilegiándose un componente nuevo, propio de las sociedades complejas: el subsistema institucional, sobre todo el estado a través de sus organismos de gobierno.

ARQUITECTURA PERDIDA

Aquella vivienda se perdió. Y para saber cómo es necesario que nos extendamos en el funcionamiento del modelo ambiental, sobre todo en su relación con otros sistemas. Continuamente el sistema pierde energía hacia fuera (entropía) compensando esa pérdida con “in-puts” desde el exterior, que lo equilibran y evitan su desestructuración. Paralelamente recibe y emite información a través del subsistema cultural, la que circula entre los otros subsistemas, creándose por esta relación dialéctica nueva información, la que también fluye complejizando la estructura y acumulándose más información aún;

“... cuanto mayor es el flujo (de información) entre los subsistemas, mejor es la articulación entre ellos (...) los cambios locales son mejor absorbidos por el sistema cuanto mayor sea la información existente (...). El volumen de flujo es un requisito para que la información pueda actuar, ya que ésta necesita cierto grado de redundancia” (Rabey, 1982)

La estabilidad de un sistema está fundado en su orden, lo que no implica rigidez, sino diversidad y adaptabilidad para los cambios, los que son perceptibles desde la visión cotidiana. Un sistema ordenado es un sistema articulado, y ya vemos que esto depende del volumen de información y surtido de componentes. Cuanto más complejo es un sistema en su flujo informático, más información puede generar (sintropía).

Imperceptible, pero claramente, esta tipología de casa-galería fue sustituida por un híbrido internacional que recorría nuestro país desregionalizando la arquitectura, de la mano de políticas oficiales de vivienda: la casa-cajón.

La relación dialéctica del sistema en la circunstancia histórica en que se inicia y culmina el proceso de urbanización en nuestra provincia, con el in-put de información que trae este tipo impuesto por el subsistema institucional, es tan alto en volumen y reiteración, como profundo es el cambio de las categorías culturales, que queda desestructurado el sistema ambiental.

Con esa desestructuración colabora también la inmigración de origen andino, que con pautas culturales propias, importa su memoria de intensas tradiciones, desde otro medio ambiente totalmente contradictorio. Recordemos que la inmigración del “coya”, que incorporaba energía al sistema y la exportaba a su lugar de origen con el regreso al fin de la zafra azucarera, tiende a transformarse casi exclusivamente en in-puts con su tendencia al asentamiento definitivo7, produciendo también la circulación dentro del sistema, de información propia de sus categorías cosmovisionales, en forma ya redundante.

Con respecto a la casa-cajón dice Alberto Bellucci (1976), que

“la tipología se gestó durante la década del ’30, alentada difusamente por las realizaciones del racionalismo europeo –principalmente alemán- (...). El desinterés oficial sobre el tema de la vivienda masiva demoró la maduración del tipo durante quince años, hasta la segunda pos-guerra”.

La vivienda-cajón constituye la antítesis de la vivienda- galería; aquélla evidentemente centrífuga, ésta centrípeta, aquélla de inspiración internacionalista, ésta claramente regional.

Forma

Bellucci enumera ocho características de esta tipología. Veamos el contraste elemental con nuestro tipo local:

Distribución centrífuga.

Distribución funcional compacta zonificada en dos áreas: nocturna y diurna, sin lugares de transición interior-exterior.8

Aplicación de superficies mínimas formalizadas en un paralelepípedo.

Materiales: ladrillos, hormigón armado, techo de losa, revoque a la cal.

Locales de uso específico, crecimiento congelado.

Fachadas planas (la imagen náutica del racionalismo) que posteriormente serán ornamentadas estilísticamente en busca de los modelos dominantes.

Orientación subordinada a la línea municipal.

Costo mínimo determinante.

Esta tipología se tornará en modelo9 que se reiterará por la acción oficial10 o privada, consolidando las expansiones de la planta urbana. Su inadecuación para canalizar el flujo energético Naturaleza-Tecnología se pone en evidencia si la confrontamos con las recomendaciones que elaboramos con las planillas de Mahoney. Organización compacta en vez de axial; habitaciones centrípetas en lugar de organización en fila; techos de gran retardo térmico en vez de ser ligeros; su composición dificulta la ventilación cruzada, y el sol incide directamente sobre las aberturas por ausencia de la galería. Al momento de la imposición de este tipo, las pautas culturales no se habían transformado, es inadecuado como soporte significante, por lo que la vivienda va forzando drásticamente su cambio, originando crisis recurrentes en la adaptación de sus usuarios.

Entre las razones que dimos para la imposición de este tipo debe mencionarse la amplificación desordenada de los flujos dentro del sistema por el proceso de urbanización acelerado que viven nuestras ciudades, llevándolo a la pérdida constante de la información pre-existente (memoria), desapareciendo tradiciones culturales, tanto en su campo tecnológico como cosmovisional11. A la amplificación desordenada contribuye el asentamiento paulatino de las poblaciones de zafreros que con pautas de vida rurales y semi-rurales traen una tipología de vivienda de baja altura, pequeñas aberturas, sin locales de transición y que además, debe constreñirse en un lote urbano, organizándose en fila pero apoyada en el lindero. Un híbrido tan peligroso como la vivienda-cajón. Notemos que la población de origen andino impone en el uso del espacio categorías culturales impregnadas por sus pautas rurales, y aplican esquemáticamente las adaptaciones elaboradas para el medio natural del lugar de origen. Este tipo de vivienda extrañada de su ambiente, se localiza en los loteos fiscales de la periferia constituyendo los asentamientos marginales con los que crecen explosivamente las ciudades de la región.

¿Cómo funciona la vivienda-cajón en la época estival? La losa plana de gran inercia térmica acumula la energía solar durante el día, la que es emitida al interior lentamente durante el descanso, la ausencia de galerías produce la incidencia del sol directamente, calentando los locales en las horas más críticas. La organización compacta impide el mejoramiento del confort pro la falta de ventilación cruzada. En la losa plana que necesita mantenimiento constante debido a que las altas temperaturas producen dilataciones importantes, se originan agrietamientos por donde la humedad filtra debido a que la época de mayor temperatura coincide con la de lluvias.

En la vivienda de la periferia, cuyos materiales comunes son: paredes de bloque de hormigón vibrado sin revocar y techo de chapas galvanizadas, se tienen las mismas consecuencias: sin ventilación cruzada por su organización en hilera apoyada en la medianera, pequeñas aberturas, paredes semipesadas, techo liviano sin aislación y sin galerías, son calientes en verano y frías en invierno. Debemos mencionar como hipótesis a favor de esta vivienda transculturada, que a diferencia de la casa-cajón, las dimensiones de sus locales tienen más relación la percepción espacial de sus habitantes, en los que la distancia personal (Hall, 1970), es menor a la instituida por las culturas locales (¿o acaso no es común la queja por las dimensiones de las viviendas de planes oficiales?) lo que es lógico tratándose de viviendas espontáneas auto construidas.

ARQUITECTURA RECOBRADA

Recuperar una arquitectura que responda al flujo de energías (contexto natural) y actualice el tratamiento espacial tanto funcional como simbólicamente, conforme a las transformaciones producidas en el subsistema cultural, es tarea imperiosa para devolver a la región la arquitectura que no supimos valorizar.

Sería de un reduccionismo elemental querer tomar aquellas casas como modelos, y reiterar su repertorio en forma de “revivals” perimidos. El contexto natural es el mismo pero esta arquitectura, ahora, es soporte espacial de una cultura netamente urbana que expresa usos y necesidades diferentes. Saber tomar la sustancia del contenido y expresarlo conforme a la realidad ambiental es tarea de quienes debemos hacer la arquitectura. Arquitectura regional no es folklore, ni neo-estilismo. En un mundo que tiende a unificarse irreversiblemente en sus expresiones culturales, se trata de ser diverso pero integrado, no renegando de los avances tecnológicos ni de las nuevas formas de expresión de los grupos culturales de la región. Como dice el arquitecto maltés Richard England (1987):

“La base del regionalismo es adherir al lugar, sin por eso significar que se está haciendo arquitectura nacionalista o folklórica. Lo que estamos haciendo es usar las raíces, el “background” como una especie de trampolín (...), mantener vivas las voces del lugar, escuchándolas, se puede saber que necesitan esos sitios”.

Nuestra insistencia en recuperar una arquitectura tiene más que ver con el rescate de una tipología, resemántizándola y refuncionalizándola, y no con la copia de un modelo embalsamado, que paradójicamente entra en contradicción y oposición con su medio ambiente, sobre todo en cuanto a los componentes del subsistema cultural.

Buscamos la estabilidad del sistema, y ello puede ser garantizado con variedad y cantidad de información y con orden en sus relaciones dialécticas. Un sistema abierto y diverso puede ser estable. Recircular aquella información secuestrada en la memoria del pueblo, amplificarla, reiterarla, es buscar una arquitectura del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, parafraseando a Lincoln12.

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