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Machaca

Algunas palabras perdidas...
(Some loss words)

Cuando La Gladis volvió de Caimancito, después de que todo eso sucediera, Machaca le ofreció un espacio en la Facultad de Humanidades, en Yala.
En el idioma tradicional, (Kuna Abya), Yala, significa “tierra noble que acoge a todos”; localidad recostada sobre el margen derecho del río Mekong y la desembocadura del río grande o Urubamba. La cátedra de traducción literaria extranjera estaba vacante.
En esta comarca montañosa, biosfera de las yungas y cabecera cultural antropológica, se produjo un catastrófico terremoto el 4 de enero de 1863, (7,5 Richter) destruyendo las edificaciones existentes, incluida la facultad de letras, y por cierto, la palabra.
En una de las tantas interferencias producidas por la inestabilidad sísmica y anímica de la zona, acompañada por decaimientos radioactivos cinéticos isobáricos, y luego de una extensa odisea estelar que se inició en California, Santuario de Tres Pozos, Los Ángeles, Perico y que culminara en Yala, apareció por la estación de trenes del caserío, el gringo Charles (B). La Gladis lo esperaba, por expresa recomendación de Héctor (T).
Sin saber dónde estaba y de cómo fuera atrapado y succionado por los átomos de antimateria, Charly, fue persuadido de la inexistencia de prostíbulos en los alrededores del pueblo, no encontró cantinas ni mujeres dispuestas, salvo La Gladis, que lo instaló a la vuelta de la casa de Héctor (T); que volvía de Ámsterdam para culminar una novela sobre la vida de un apicultor.
Charles (B) fue succionado por la interestelar Pampichuelas-Güemes-Arizona; y aunque él nunca supo el lugar donde se encontraba, la amistad con Héctor(T) lo eximía de cualquier duda itinerante.
Pensó que estaba en una habitación de Greenwich Village. Aunque su lugar y su espacio se limitaba a una máquina de escribir, una botella de whisky y alguna que otra mujer. Sin embargo, se lo escuchaba decir que “…el amor era para gente real…”.
En todas las conversaciones de Héctor y Charly, mediaba La Gladis; por su experiencia, podía entender el vuelo de Héctor, la simpleza de una narración que hacía viajar de infinitos palpables, a las zonas más oscuras del alma. También lograba contener a Charly, que insistía en poder desintegrar un protón o de explotar el infinito para ver si resiste, así como dar un giro a la historia del apicultor.
Después de algunos ajustes técnicos por el cambio de horario y estación, el encuentro sucedió en la vieja casona de Yala. Machaca, escuchaba desde la ventana la voz pausada y definitiva del escritor Héctor “…la historia transcurre en algún lugar del mundo, donde dos jóvenes se unen en matrimonio. Él es apicultor y sólo desea que su mujer lo ame y compense su cansancio al final de cada jornada. Pero ella, que se ha casado para huir de un padre borracho y violento, no encuentra sosiego en esa unión, porque experimenta una inquietud difícil de comprender y de calmar. Un día, ella huye con el habitual comprador de la miel…”
A Charly le parecía una historia conmovedora, quería modificar algunas certezas que Héctor no le permitía, como peleando a la contra.
¡Le reclama a Héctor!: … tu protagonista no conoce nada de la vida ni del amor excepto el mundo de sus abejas… huye del pueblo porque las verdaderas desgracias no se confiesan.
¡El tipo tiene que volver! le reclama a Héctor.
Es así Charly, contesta el escritor, mientras observa por la ventana la cabeza de Machaca escondida. Hace una pausa, sonríe diciendo: “…El tipo vuelve ya envejecido, vuelve a ocuparse de las abejas y a conocer brevemente el deseo y el amor, siempre sin explicarse, porque “la verdad está en lo secreto”. Vuelve a buscar una respuesta. Al conocerla se va de nuevo. Por fin, es un hombre libre, sin recuerdos…”
Charles (B) sale de la casa a buscar un poco de aire.
Piensa… “un hombre sin recuerdos…”. “…La verdad está en lo secreto…” la libertad de un hombre no puede dejarlo sin recuerdos, su amigo Roberto (J) hubiera dicho que “…pensar en un hombre se parece a salvarlo…” en el lenguaje del dolor y del silencio.
Vuelve a la casa, le da un abrazo a Héctor, que lo mira con esa paz que solo tienen aquellos hombres que han conocido la soledad y el desengaño.
Le apunta a La Gladis: … La forma aparece cuando el espíritu se desvanece… pero le suelta una bandada de oraciones en ingles…..La Gladys traduce… estamos atrapados por un destino singular, nadie encuentra jamás al otro, los cementerios están llenos de fraude y la soledad ocupa tanta gente que ya no se puede respirar… La culpabilidad del desamor esta desterrada, dice, mientras espera que Héctor eternice ardiendo las ideas en los confines del mundo.
Y mirando a Machaca que escapa, le confiesa que existen peores cosas que estar solo, pero lleva tiempo darse cuenta, y cuando uno lo sabe, es demasiado tarde y no hay nada más terrible que sea demasiado tarde….
(Cuando todo eso sucedió, Héctor y Charly profundizaron viejas nostalgias de la vida de escritor, también recobraron el don de escucharse, que, de tanto escribir, se había disipado; y  solo entonces la palabra cobró un inesperado protagonismo. Más aún en las regiones rurales que colindaban con la interestelar de succión Abralaite-Ocumazo-Aparzo-Cianzo en conexión con Nueva Jersey, producto de la inmensa grieta cuando todo eso sucedió, salvo en la capital de Jujuy donde la palabra no se dirigía…)
En una bella tarde de sol yaleño, cerca de la estación, Machaca y la Gladis, que protegían la palabra, vieron salir succionado a Charly que parecía un cohete espacial rumbo a la nada... Desde lo alto se le escucho decir:
“…la clave consiste en resistir, cualquier cosa que sirva para que esta vida siga bailando frente a la palabra….” “… porque no hay nada más terrible que sea demasiado tarde….”
Después desapareció, junto a la tarde, como un lejano crepúsculo de fuego.-

Machaca

Nota:(la historia del apicultor, fue extraída del libro de Héctor Tizón, “La Belleza del  Mundo”, Ed. Seix Baral, 2004; Charly, se refiere a Charles Bukowski, escritor; Roberto (J) es Roberto Juarroz, poeta; Machaca es Machaca, todavía).






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