Una temporada infinita
Cuando llego a la casa, la encuentro llorando. Siete días y siete noches se pasa llorando. No come. No duerme. No va al baño. Llora. Desconsoladamente. Cuando intenta dar alguna explicación, hipa y el llanto irrumpe con mayor fuerza. Los primeros días intenté consolarla. Pero han sido en vano todos mis esfuerzos. Ya se le pasará, me digo a mi misma y mantengo mi rutina. Al octavo día, vuelvo a casa y ella ya no llora. Parece rejuvenecida. No voy a preguntarle nada, me prometo. Sin embargo, a las pocas horas, me escucho interrogarla. Al notar la primera lágrima, sé que esta temporada será larguísima.
Mutaciones
De noche es un lobo hambriento que me despedaza como una presa indefensa en medio del bosque. Pero a la mañana se transforma en un gatito recién nacido y busca protección y calor entre mis brazos.
A media mañana, es un pez escurridizo de aletas coloridas. El mediodía, en cambio, es un animal huraño, como una hiena que sonríe pero es de temer, y huye de todo contacto o caricia.
A la hora de la siesta es un koala en estado de hibernación y es imposible quitarlo de la pereza.
A la tarde es un águila que disfruta de la noche azul volando hacia la frontera entre el cielo y la tierra.
Pero no todos los días son iguales ni sus mutaciones tan prolijas. Hermanos
Los dos tenían el mismo nombre. Los habían separado en un tiempo del que no tenían memoria. Se reconocieron por la marca en la frente. Uno había vivido rodeado de una familia amorosa. El otro, en la calle, con el crimen como único sostén. En eso estaba cuando se encontraron. Lo miró fijamente a los ojos. El mimado le sostuvo la mirada. Lo hacía extrañado, como si no lo conociera. ¿Cómo podía ser eso posible? ¿Acaso nunca le habían hablado del Brian que estaba en las calles y era su gemelo? La bronca y el resentimiento lo invadieron. Sacó el arma. Apuntó, sin dejar de mirarlo fijamente. Y disparó directamente a esa mancha que él veía todos los días cuando se miraba al espejo.
El disparo quebró la quietud de la siesta y alivió al delincuente, que huyó con la satisfacción de quien despierta de una pesadilla y vuelve tranquilamente a su realidad.
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