En Moravia todavÃa flotaba el olor de la pólvora que dejara una rebelión bastante convincente contra Francisco José I de Habsburgo, unos pocos años antes, cuando el 14 de agosto de 1857 nacÃa en el seno de una noble familia germana, el Barón Carlos MarÃa Shuell. Sus padres: el Barón Eduardo von Schuell y la Baronesa MarÃa von Garnen tuvieron tres hijos en ese rincón de la República Checa, incluida entonces en el Imperio Austro-Húngaro dominado desde setecientos años antes por la misma dinastÃa.
Francisco José I fue el último Emperador de la familia germano-española de los Habsburgo. Era un momento floreciente de una corriente de avanzada en lo cultural y en lo cientÃfico, La Universidad de Viena era la mejor de Europa. También era un momento en que los distintos paÃses reclamaban sus propias nacionalidades y autonomÃas, por que ¿qué tenia que ver un serbio con un bosnio o con un húngaro, o un checo o un esloveno? Los absolutismos estaban llegando a su fin. Era un momento de mucho desarrollo en lo polÃtico y cultural y proliferaban las intrigas palaciegas, el espionaje; habÃa levantamientos, provocaciones, tiroteos, petardeos y negociaciones funambulescas,
El Barón Shuell estudió en la Universidad de Viena y se graduó de Ingeniero Perforador e Ingeniero Agrónomo; apasionado por la Ciencias Naturales siempre estuvo vinculado al Museo de Ciencias de Viena que depende directamente de la Casa de Altos Estudios. Ingresó al ejército en la Landswer, de donde se retiró con el grado de Teniente Primero. Comenzó a trabajar en aspectos técnicos de las explotaciones petrolÃferas. En alguno de esos fastuosos palacios vieneses o en alguno de esos paseos de ensueño de pelÃcula europea conoció a Cornelie Pfeffel y se enamoró, ella era concertista de piano. El Barón comenzó a frecuentar la Corte de Francisco José I quien le brindó su protección y amistad.
Rodolfo de Habsburgo (1858-1889), archiduque y prÃncipe heredero de Austria, único hijo del emperador Francisco José I fue mecenas de la literatura y las artes. En 1881 se casó con la princesa EstefanÃa de Bélgica. Pero también mantuvo una apasionada relación romántica con una joven de la nobleza austriaca, la baronesa MarÃa Vetsera, y que acabó con la violenta muerte de ambos. Sus cuerpos fueron hallados en un pabellón de caza situado en Mayerling, cerca de Viena. Alguien modificó el escenario y lo hicieron pasar por un homicidio seguido de suicidio Aunque el gobierno austriaco anunció de manera oficial que los amantes se habÃan suicidado, han persistido hasta nuestros dÃas rumores sobre el asesinato, en gran parte debidos al apoyo del archiduque Rodolfo a la causa del nacionalismo húngaro. No tuvo hijos varones, por lo cual el heredero del Imperio Austro-Húngaro pasó a ser su primo Francisco Fernando.
El Barón Shuell comenzó a sentir calosfrÃos en la corte y en las ciudades; el llamado âsecreto de Mayerlingâ le pegó un susto bárbaro, pero no terminarÃan aquà las tragedias para Francisco José I (ni los malos presentimientos para Schuell); en 1898, su esposa, la emperatriz Isabel (popularmente conocida como SissÃ), fue asesinada por un anarquista italiano; y en 1914, Francisco Fernando murió en un atentado perpetrado por un nacionalista serbio.
Para este último acontecimiento, que dio inicio a la Primera Guerra Mundial, el Barón Shuell ya estaba muy lejos, en la otra punta del eje, los claustros académicos y los peligrosos palacios. Estaba en Tilcara clasificando la flora de la Quebrada, estudiando los restos fósiles de animales marinos que vivieron en lo que hoy es la montaña, escudriñando las entrañas de la tierra para comprender en profundidad el modus vivendi de las comunidades originarias y en contacto siempre con el mundo de ciencias coetáneo. Contribuyó con donaciones cientÃficas al  Museo de La Plata, al Etnográfico de Buenos Aires, al Museo Natural de Viena, al Museo de la Universidad de Colorado (Estados Unidos), etc. Mantuvo correspondencia y conocieron su obra Carlos Spegazzini, Carlos Bruch, Juan Bautista Ambrosetti, Salvador Debenedetti, Miguel Lillo, Carlos Mareli, T.D.A. Cockerell, Franz Heder, Ricardo Wegner, Salvador Mazza, etc.
En 1906 se radica en Santa Bárbara, Jujuy, como Director General de la CompañÃa El Petróleo Argentino Ltd. El Barón habÃa tomado un buque hacia América dejando a su esposa Cornelie y a su pequeña Maria PÃa en Europa.
Entró en contacto con el embrujo cultural de la Puna y Quebrada.
También comienza sus investigaciones y colecciones en ArqueologÃa, Botánica y ZoologÃa, habiendo nacido hasta ese entonces un contacto permanente con los cientÃficos argentinos Carlos Spegazzini y Carlos Bruch. (ver facsÃmil de nota de Carlos Spegazzini al Barón Schuell).
Realizó importantes explotaciones y trabajos en la Laguna de La Brea y en Santa Bárbara (Jujuy). En aquel momento el Barón Schuell insistÃa con optimismo en la existencia y, por consiguiente, la explotación de petróleo; fue uno de los verdaderos autores que dieron las bases para la instalación de torres de perforación y extracción que se levantan en el Oriente de Salta. Ãl ya sabÃa que en Calilegua hay petróleo. Era un adelantado en su tiempo.
Su contribución a la ArqueologÃa no fue menos que a las otras disciplinas que ocupaban, con método, su infinita curiosidad. Cuando los yacimientos arqueológicos de la Quebrada y Puna sólo conocÃan el silencio, Schuell comenzaba atenta y minuciosamente la extracción de materiales, en los que leerÃa, con la disciplina del investigador, el pasado de las poblaciones originarias. Se adelantó en sus investigaciones en el Pucará de Tilcara a J.B. Ambrosetti y a S. Debenedetti.
En 1911 regresa a Austria a buscar a su esposa e hija que estaba por cumplir nueve años. En una foto, que acaso sea una de las últimas tomada en Austria, se los ve a los tres en un claro de la floresta austrÃaca.
Las colecciones arqueológicas, producto de los trabajos de Schuell, tuvieron distintos destinos; algunas llegaron al viejo mundo, como la enviada a Viena en 1913, como nos muestra la correspondencia de ese año con Franz Herder por entonces Director de La Sociedad Antrolológica de Viena. Muchos fueron los escritos de Schuell. Solo uno fue publicado completamente gracias a la participación, en calidad de traductor, de  Salvador Mazza, el trabajo se llama âRuinas de las poblaciones de los indÃgenas de la Provincia de Jujuyâ. También hay una nota de Schuel, a través de Franz Herder en una publicación de la sociedad antropológica de Viena: âSitzungsberichte der miteilungen de Anthropologusche Gesellschaft in Vienâ. Algunos manuscritos los entregó el propio autor a Richard Wegner de Francfurt, de los cuales se tiene poca o nula noticia. ¿Celos académicos? ¿Robo académico? Hay algo que se conoce fehacientemente: tanto las colecciones expuestas en el Museo Provincial de Jujuy, como algunos de los manuscritos importantes que guardaba Schuell en los cajones de su escritorio, fueron robados en los dÃas subsiguientes a su muerte. Varios trabajos muy parecidos a los que tenÃa en estudio Schuel fueron posteriormente publicados por otros cientÃficos que lo habÃan conocido y tenido contacto con la obra original.
Desde que llegó Schuell a Santa Bárbara comenzó a trabajar en el campo de la Botánica. Es aquà donde le cabe, además, haber sido el iniciador en forma sistemática, de las investigaciones en Jujuy. Colectar, describir y pintar en acuarela a la manera de un artista los especÃmenes vegetales que existÃan, desde la selva a la puna fue la tarea que se impuso como manera de vivir, este vienés argentinizado que dejó los últimos veintiún años de su vida en nuestra provincia.
Las clasificaciones taxonómicas las realizó en correspondencia con Carlos Spegazzini, de las que surge una lista de 248 especies, casi con exclusividad de la Provincia Fitogeográfica argentina, en el sector jujeño de la Selva Occidental. Algunas de sus colecciones pueden verse hoy en el Museo del Colego Nacional âTeodoro Sánchez de Bustamanteâ. El tributo mas grande que se le ha rendido en el campo de la Botánica, es haber denominado algunas especies con el sufijo Schueli, por ej. âGarabato 4 carasâ: Acacia schueli.
También realizó colecciones entomológicas y de vertebrados, de estas últimas se desconocen los paraderos, aparte de la que fue enviada a Viena en 1913, en tanto la primera tuvo a Carlos Bruch como especialista para su clasificación. Hacia 1920 descubren en Santa Bárbara un depósito de insectos fósiles, algunos de estos ejemplares fueron enviados al âUnited Estates Nacional Museumâ y quien tuvo a su cargo la clasificación fue Cockerel. Esta situación los llevó a conocerse en 1925. Schuell habÃa enviado un ejemplar muy extraño a la Universidad de Colorado, EE.UU, el que es descrito por el propio Cockerel en una publicación. A este ejemplar, que se encuentra depositado en el âBritish Museumâ, se le dio el nombre de Carabites schueli en su homenaje.
Un accidente cerebro-vascular lo deja hemipléjico de su lado izquierdo lo que lo distrae de la investigación en campo, pero no abate su ideal por el conocimiento y su difusión.
En 1924 realiza la última obra para brindar a los hijos de la provincia que el amara como uno más de ellos, su modesto monumento a la cultura, su modesto manifiesto contra el olvido y la ignorancia: el primer Museo Provincial de Jujuy. Schuell fue nombrado en el cargo de Director por el entonces Gobernador Villafañe. Dice una publicación conjunta entre Salvador Mazza y Napoleón Ãlvarez Soto: âConocimos en las bovedillas de la Casa de Gobierno de Jujuy una pequeña y valiosa colección clasificada de alfarerÃa indÃgena, de cráneos y objetos recogidos en excavaciones de diferentes antigales, o sea restos de poblaciones y de enterratorios indÃgenas. Una serie de trozos de maderas de los bosques de la provincia, cada uno acompañado de un dibujo de las hojas y flores de los árboles que las producÃan, asà como su clasificación botánica, completaban este pequeño museo arcaico y de ciencias naturales, de sabor regional hasta por lo humilde de los estantes que albergan los objetosâ (Salvador Mazza y Ãlvarez Soto,1930). âEste museo no obstante su laboriosa formación una vez desaparecido Schuell (en el año 1927), ha sido desalojado de su modesto alojamiento. Es asi como una obra útil, queda destruida, desaparecida y sin rendir el provecho que estaba llamada a prestarâ ( Mazza y Ãlvarez Soto, 1930).
DÃas después de la muerte de Schuell desapareció más del cincuenta por ciento del Museo que estaba en la Casa de Gobierno. Aunque no todo se perdió, algo de aquellas colecciones pueden verse en el ya mencionado Museo de Ciencias del Nacional 1 âTeodoro Sánchez de Bustamanteâ.
Es necesario que se le otorgue el lugar que le corresponde en la Historia de la Ciencia en Argentina. âHacerlo es, no solamente dar a conocer el pensamiento de quien fue un pionero consustanciado con la naturaleza que lo rodeaba. Es ir mas allá y mostrar una vida que es ejemplo de dedicación, aún los múltiples inconvenientes, a la entrega incondicionada en pro de los intereses más noblesâ (MartÃn Alberto Ibáñez-Novión)
La presente nota intenta adelantar un fundamento para que Schuell ocupe el lugar que le corresponde en el colectivo jujeño. La lucha es contra el olvido y la ignorancia. Salvador Mazza y Napoleón Ãlvarez Soto fueron, tal vez, los únicos que comprendieronron la importancia de su obra.
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