Con la conmemoración de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires (1806-1807) ante las Invasiones Inglesas, nuestro paÃs inició una remembranza histórica que evoca un proceso polÃtico, económico y social, matriz geocultural de nuestra Patria Grande. Proceso que abarca una década fundacional de nuestra nacionalidad Argentina y Suraméricana.
Con el 25 de Mayo de 1809 en Chuquisaca, en el Alto Perú (actual Bolivia) y el 25 de Mayo de 1810 en Buenos Aires (Capital del Virreynato del RÃo de la Plata), comenzó el proceso libertario continental. La causa emancipadora tuvo su culminación el 9 de Julio de 1816, en Tucumán, con la declaración de independencia de las Provincias Unidas de Suramérica. Todos estos mojones son claves de la causa por la libertad e independencia. Sin embargo, la emancipación no hubiera sido posible sin la participación del pueblo. En este sentido, la proyección de un bicentenario federal implica retomar la senda popular, superando conceptos cerrados, aldeanos o portuarios. Conceptos amañados por una historiografÃa regional, con asiento en el RÃo de la Plata.
La gesta Sanmartiniana, Belgraniana y Güemesiana, tienen en el Norte Argentino sustentos fundamentales para evocar la epopeya popular. El Ãxodo Jujeño y las batallas libradas por Manuel Belgrano en RÃo Piedras, Tucumán y Salta son cantadas en el Himno Nacional por Vicente López y Planes; la presencia imperecedera del General José de San MartÃn al mando del Ejército del Norte (1814), es el misterio geocultural que encierra la Salta del Tucumán como tierra de encuentro de Los Libertadores. La Epopeya de la Guerra de Milicias Gauchas al mando del General  MartÃn Miguel de Güemes, (1814-1821), es el pedestal esencial de la Campaña Libertadora Sanmartiniana. Es la gesta olvidada, minimizada, que igual que al gaucho MartÃn Fierro, la corrieron a la Frontera.
Al conmemorarse 200 años de vida, a nuestro paÃs se le presenta una oportunidad única para revisar nuestra historia, valorar la identidad nacional, nuestra tradición popular, y a partir de esa reflexión, construir el paÃs que queremos. Soberano, libre e independiente. Solidario continentalmente.
Aproximaciones a un
diagnóstico histórico
La cuestión bicentenaria en los paÃses suramericanos, también en nuestro paÃs, es fruto de una concepción cultural, encuadrada geográfica e históricamente.
Hay dos lÃneas de integración nacional opuestas en nuestro pasado, que deben superarse en nuestro presente. Una que mira a Europa, a los paÃses centrales, a través del puerto, que termina siempre en la capital puerto, hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tal como se realizó en el Centenario. Cuyo proceso de poder motorizaba la Generación del â80. Proyecto basado en la división internacional del trabajo, en el que se nos reservó el papel de ser la granja de Europa. En lo cultural, envidiosos de lo ajeno. Otro proyecto, es el que mira la historia (siempre contemporánea) desde el interior de nuestro paÃs. Desde la América profunda. Un plan autónomo, no autárquico, de desarrollo integrado, generoso. Tal el que pensaron Los Libertadores y sus epÃgonos. Ideal motorizado intelectualmente por la generación del â70 (suprimida por la fuerza, cualquier parecido con la historia contemporánea, no es pura coincidencia). Cuyos máximos exponentes fueron los hermanos Hernández, José y Rafael, Olegario VÃctor Andrade y Carlos Guido Spano, entre otros. La primera perspectiva fue maximizada en 1910 en Buenos Aires (protegida por el Estado de Sitio), y minimizada la segunda en 1916 (salvo por los gobernantes y el pueblo tucumano), al evocarse el centenario de nuestra independencia.
El proyecto portuario, europeÃsta, se gestó ambiguamente con el grito de libertad del 25 de Mayo de 1810, apoyando a Fernando VII, gritando: ¡Viva el Rey, muera el mal gobierno! y abriéndose incautamente al libre comercio con Gran Bretaña. El proyecto nacional se expresó en la Junta Grande, al incluir a los representantes del interior. Cuya cabeza visible fue el Deán Funes. Es nuestro primer intento de Gobierno propio, nacional. Intento que se pronunciara claramente en el Congreso de las Provincias Unidas de Suramérica, en 1816, en Tucumán.
Buenos Aires, la ciudad-puerto, expresada por su burguesÃa comercial, después de Pavón (17.09.1861) abre las puertas de la tierra, de nuestra tierra, al poder Imperial Británico. Desandando en consecuencia la heroica defensa y reconquista realizada en 1806 y 1807. Tiraba por la borda su papel de hermana mayor, al aceptar los designios del capital extranjero. Se convierte en la hermanastra de la cenicienta (nuestras provincias interiores). Esta polÃtica centralista se fue imponiendo en el tiempo del Reyno de Indias, al compás de la corrupción burocrática, nacida del contrabando. Después, ya independizados, firmados los tratados de paz, amistad y comercio con el imperio inglés, la oligarquÃa porteña administró el crecimiento de la pampa húmeda para alimentar Europa, teniendo por meta su inserción en el desarrollo acoplado a la paz británica. Sobre este desarrollo se montaron los festejos del Centenario. La elite porteña festejaba su triunfo, el pueblo esperaba su tiempo.
La otra lÃnea histórica, la nacional y popular, identificada en Tucumán, tiene arraigo continental, porque corresponde a los hombres de la tierra y no a los hombres del mar, aquellos que llegaron de afuera para repartirse los frutos de nuestra comunidad. Aquellos que vienen a conquistar la América. Asumiendo de este modo, el desarraigo, la nostalgia del trasplante. Piensan como europeos, desde afuera del paisaje americano. Los otros, los criollos, son pa'dentranos, piensan desde adentro. Fueron y son lo opuesto al pa'juerano, es decir: a quienes miran para afuera. Cuando decimos: criollos, nos referimos al proceso de mestizaje cultural que se identifica con el gaucho, la mejor adaptación del español a estas tierras. Criollos y gauchos se hermanan como hijos de la tierra. AlegrÃas y desgracias, conforman su nostalgia de futuro.
                                       Y dejo correr la bola
                                       Que algún dÃa ha de parar
                                       Tiene el gaucho que aguantar
                                       Hasta que lo trague el hoyo
                                       O hasta que venga algún criollo
                                       En esta tierra a mandar.
                                       MartÃn Fierro (versos 2089 y 2095)
(â¦) Si "gauchoâ es una forma de vivir, "criollo" es un modo de sentir, una aproximación afectiva al gaucho. Existe además entre ambos vocablos una relación de género a especie; el gaucho es necesariamente criollo, el criollo puede no ser gaucho. La aproximación simpática hacia el gaucho produce lo criollo, éste a su vez constituye un estilo, el ya mencionado "orden", en el cual se insertan no solamente afinidades formales, sino puntos de vista esenciales para dilucidar los conflictos que padece el paÃs. ("Introducción criolla al MartÃn Fierro", capÃtulo: Lo gaucho y lo criollo, Pág. 20, de Juan Carlos Neyra).
Es el Imperio Incaico asumido en su mestizaje por el relato vivencial del Inca Garcilazo de la Vega; son las misiones jesuÃticas basadas en el barroco americano. Esta experiencia informa la tradición de nuestras provincias arribeñas. En esta lÃnea doctrinaria, basada en la práctica geocultural, en la lucha de Tupac Amaru y Pedro Domingo Murillo, se nutre la generación de 1809/1816 de Manuel Belgrano, MartÃn Güemes y José de San MartÃn. La construcción de una doctrina suramericana, implica mantener el territorio y la unidad polÃtica continental, heredada de la Nación Incaica y del Reyno de Indias. Son ellos, quienes proponen en el Congreso de las Provincias Unidas de Suramérica un rey Inca, proyecto al que se le agregó naturalmente la capital en Cuzco, la monarquÃa constitucional temperada y la declaración de independencia de toda dominación extranjera. Desde este punto de vista, asumimos la interculturalidad, no la pluralidad de culturas. Concepto que hoy prima en los hacedores de cultura, autodenominados: progresistas. Detractores del Estado-Nación y de lo que denominan: populismo.
Punto geográfico-institucional
para pensar el bicentenario
En este proceso histórico, de aprendizaje cultural, existe un aspecto geográfico, de unidad institucional, regional, que ayudó al proyecto de emancipación.
La Intendencia de Salta del Tucumán (1782-1814) integrante del Virreynato del RÃo de la Plata, 1776, fue protagonista principal de la gesta libertaria e independentista, siendo la única intendencia del territorio que abarcan actualmente Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay y norte de Chile, entonces perteneciente a la Intendencia de PotosÃ, Alto Perú, que apoyó la Primera Junta Patria (1810), y dividida como Intendencia de Salta, 1814, decidió la posibilidad de la Declaración de la Independencia en Tucumán, 1816, al forjar en el Pacto de los Cerrillos (22.03.1816) un pacto preexistente de la Unión Nacional que permitió el nacimiento de una nueva Nación. Entre ambos hitos fundacionales, el Noroeste Argentino y el Sur Boliviano fueron el ámbito histórico donde se libró la primera victoria patriota: Suipacha, 7 de Noviembre de 1810, y también fuera derrotada la última resistencia realista: Tumusla, 1 de Abril de 1825. Subrayando especialmente que desde 1809 a 1825, fue el espacio geopolÃtico fundamental de la defensa de las provincias argentinas y de la reconquista del Alto Perú. Salta, capital de la Intendencia de Salta del Tucumán, en 1810 y 1816 mostró una madurez criolla-gaucha, al ser parte fundamental del apoyo libertario e independentista. No era frontera sino centro del vasto espacio geocultural Suraméricano.
La epopeya de la guerra gaucha, conducida por el General MartÃn Miguel de Güemes, gobernador-intendente, comandante de las milicias, protegió a las provincias argentinas, al sur de Bolivia y al norte de Chile. Sostuvo una obstinada guerra de recursos, agotando las fuerzas de Salta, Jujuy y Tarija. Manteniendo dignamente, la independencia de la región. De esta forma, cumplió sobradamente con el plan Sanmartiniano, en su aspecto defensivo. De no caer Güemes asesinado, a raÃz de un complot regional de los perjudicados con esta resistencia, hubiera completado su avance sobre el Alto Perú, en cumplimiento de la faz ofensiva. Su meta era la ocupación de PotosÃ, llegar al rÃo Desaguadero, lÃmite con el bajo Perú. De ser posible, avanzar sobre Lima. Su muerte trajo como consecuencia la disgregación de las Provincias Unidas. Esta gesta olvidada, aunque sà reivindicada por la historiografÃa nacional, es la que falta reconocer, difundir, actualizar, en procura de construir un nuevo poder en nuestro paÃs. Un poder nacional, para la integración y el desarrollo. Ayer y hoy, pensando en mañana, Salta está cercana a Tarija, Bolivia, a Antofagasta en el Norte de Chile, a Asunción, capital del Paraguay, hermanada por la historia con Arequipa, Perú; es el centro de nuestra salida argentina al Pacifico, el mar del Siglo XXI. Este rombo formado por las ciudades mencionadas, conforma un espacio fundamental de nuestra proyección regional. Para afinar, cito al filósofo español José Ortega y Gasset, quien a raÃz de sus viajes a nuestro paÃs, dejara páginas insustituibles sobre nuestra idiosincracia, señalando algunas de nuestras virtudes y defectos. Añadiendo a este afecto argentino, su conocimiento de Tucumán, en la época del Centenario (1916)
Ortega y Gasset, en sus Meditaciones de la Criolla, realizadas por Radio Splendid, en 1939, en su tercera parte, expresó: â(â¦) Es este, sin duda, un pueblo joven. El otro dÃa hacÃa yo constar en La Plata que esa expresión âpueblo jovenâ no es simple manera de hablar. Pero no exageremos, no es un pueblo párvulo, tiene ya un pasado respetable. Aunque ha sido la nación más nueva de estas americanas, tiene a su espalda y allá arriba, hacia el noroeste, cuatro siglos de pasado. En la perfecta criolla de hoy se han destilado gota a gota esas cuatro centurias de esfuerzo vital, de experiencias, de ensayos, de fervores, de dolores. Y el error óptico de este paÃs, está en mirar demasiado poco a ese noroeste, al tesoro de ese pretérito que está ahÃ, en ustedes, pero está paralÃtico, sin movilizar, sin actualizar. No puedo ahora desarrollar este tema, como no puedo ni siquiera lanzarme a describir la formación de la criolla a lo largo de esos cuatro siglos. Lo único que puedo, asà apurado como voy, es disparar un pistoletazo para llamar la atención, sirviéndome de un ejemplo extremo."                      Con un pistoletazo de atención, dirigido a nuestros compatriotas, a nuestros comprovincianos, reafirmamos la idea-fuerza que guÃa nuestro accionar público: el Bicentenario Federal. Este implica: reflexionar y proyectar nuestra historia contemporánea basada en el proceso polÃtico, social y económico que desembocó en la Declaración de la Independencia, realizada en Tucumán el 9 de Julio de 1816. Corregir el error de óptica de la historiografÃa porteña y sus seguidores. Que por cierto, es parte del poder cosmopolita, desarraigado, con eje en el puerto de espaldas a la tierra. Es decir: afirmar que el Bicentenario se cumple en el año 2016, no en el año 2010. La revolución de mayo (de los dos 25, el de Chuquisaca y el de Buenos Aires) son importantes, como pasos previos, libertarios, como movimientos ciudadanos gestados en ciudades trascendentes, pero no abarcativas del paisaje humano de nuestra Patria Grande. Para superar una visión fatua, que minimiza el papel de las ciudades subalternas, pensamos reafirmar nuestra voluntad nacional, convocando a todas las provincias que no firmaron el acta de las Provincias Unidas de Suramérica, a suscribir este nuevo pacto de Unidad Nacional, reafirmando nuestro mandato de ser libres de toda dominación extranjera. Este y no otro, debe ser el tan cacareado y zarandeado Acuerdo del Bicentenario. Esta feliz idea, propuesta por la Fundación Bicentenaria de Tucumán, integrada por instituciones históricas del noroeste argentino, apoyada por las Comisiones del Bicentenario de Salta y Jujuy, equilibra nuestras cargas con el centro portuario de nuestro paÃs, con la pampa húmeda. Nos solidariza con todas las provincias argentinas. Norte y Sur, Este y Oeste, unidos en la pluralidad de lo nacional, desde nuestras raÃces abiertas al Continente de la Esperanza. Sin dejar de lado el necesario reacomodamiento de la situación internacional. La crisis mundial afecta nuestro continente. Por ello, debemos pensar las formas de la transformación, desde la metodologÃa de un pensamiento autónomo. Desde nuestra cultura arraigada del paÃs interior, abierto a Suramérica. No podemos encarar el Siglo XXI sin una estrategia nacional, como ocurrió en el Centenario. Para ello, los desafÃos exigen respuestas. El mundo global abre camino a los grandes espacios regionales. Por todo lo expresado, afirmamos: ¡Nuestro Norte, es la Patria!
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