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José del Frari

Más memoria y menos hipocresía

“La única verdad es la realidad”
Aristóteles.

      Días atrás los medios de difusión de la provincia se hicieron eco de una serie de declaraciones en las que se resaltaba “el bajo número de alumnos regulares en la Universidad Nacional de Jujuy” (condición a la que se llega con dos materias aprobadas por año).
      Consultados algunas/os referentes educativos sobre el tema lo justificaban a partir de una mala gestión en las últimas conducciones de la UNJu; otros por las condiciones económicas y sociales de los alumnos, otros por la baja inversión presupuestaria , otros por la  falta de interés de los alumnos, etc. etc. etc.
      Desde los medios de difusión fueron  pocos los que propusieron “investigar a fondo y buscar las verdaderas causas del problema”.
      Creo que es inconducente continuar con una “cacería de brujas” si lo que buscamos es solucionar el problema; por este motivo, como trabajador de la  educación, acerco mi aporte y opinión, no sin antes remarcar que: buscar respuesta a este tema es abrir una caja de Pandora donde podemos encontrar muchas cosas que no nos pueden gustar,  pero también es un reto que como sociedad nos debemos dar.

Marco referencial
      La  historia nos marca que en 1983 parecía estar claro que la mayoría del pueblo buscaba hacer realidad que con la democracia se come educa y cura. Pero en el caso particular de la educación universitaria, el gobierno radical  no tuvo una política clara; se mantuvo atado a un reformismo clavado en el año ‘18 y a la creencia que el problema universitario residía fundamentalmente en el “cupo” y que la acción reparadora del gobierno pasaba por abrir las puertas indiscriminadamente a los estudiantes usando la universidad como playa de estacionamiento del campo popular.
      No advirtieron  que si bien esto era bueno para el pueblo,  era  contraproducente  para la universidad en virtud que se había pasado de más de 400.000 alumnos a más de 600.000 y de 60.000 docentes a 117.000 cargos. Con la misma infraestructura y con el mismo presupuesto.
      El gobierno neoliberal que siguió, de Carlos Menem, con Decibe y Del Bello empeoró aún más la situación al imponer que la cultura, la educación y hasta las mismas personas son sólo objetos del mercado, desperdiciando un momento histórico donde la escuela estaba llamada a ser una herramienta para la solidaridad, la justicia  y el progreso en un marco sustentable de desarrollo económico social y cultural.
      Así se abrió las puertas a un  proceso de mercantilización  y entrega de todos los niveles de educación en favor de los grupos concentrados de poder que, siguiendo recetas internacionales que ya habían fracasado en otros países de mundo, generaron un proceso de segmentación sin precedentes.
      Este hecho es  la causa fundamental del desastre educativo que vivimos.
      No alcanzaron las marchas de protesta, los cuestionamientos gremiales y las luchas de los distintos sectores de la sociedad para impedir que se impusieran las leyes: Federal Nº 24.195/ 93 y de Educación Superior Nº 24.521/ 95. Recién después de 13 años, desde el sector político, con la sanción de la Ley Nacional de Educación Nº 26.206/06  se  empezó a revertir el camino.
      Por este motivo, reitero para que no queden dudas,  muchos de los  problemas sociales y económicos que hoy tenemos se fueron gestando a partir de ese modelo neoliberal, individualista, mercantilista y de exclusión, desde el que, abiertamente, la educación se transformo en un bien de servicio más. al que acceden sólo algunos sectores que pueden pagar las cuotas mensuales de una educación privada privilegiada por el abandono del Estado de sus obligaciones constitucionales, a partir la falta de inversión adecuada y sin la posibilidad  de creación de nuevas ofertas educativas para el resto de los ciudadanos y con una notoria precariedad de funcionamiento de las existentes
      Es valido y necesario también tener presente la hipocresía de quienes aplaudieron e impulsaron las “transformaciones en educación, dolorosas pero necesarias” y hoy hacen discursos sobre los perversos años ‘90. Mientras  en el actual gobierno “continúan prestando sus servicios” con altos cargos, en el ministerio de Educación o son premiados por el mal que hicieron, con títulos como “Rectores Organizadores” en universidades que se crean año tras año por “favores políticos” recortando aún más el magro presupuesto universitario  nacional.

Después del desastre
      En esta etapa “posneoliberal” en la que vivimos nadie puede pretender cambiar de un día para el otro la realidad socio-económica o los desastres cometidos en educación, porque  esta crisis no se resuelve con pautas  generales sino avanzando distintas líneas de trabajo; en la legislación, en la ejecución diaria de políticas paliativas y básicamente con el incremento sustantivo de fondos  para la educación pública; cosa que hoy esta claramente en discusión.
      Llevamos poco tiempo a partir de la sanción de la Ley de Educación Nacional Nº 26.206/ 08 y de la Ley de Educación Técnico-Profesional Nº 26.058/ 07 a las  que  habrá que controlar en su cumplimiento y reglamentación.
      Por otra parte la llamada “Ley de Financiamiento Educativo” Nº 26.075/ 06 con sus grandes eslogan ocultan la realidad incontrastable ya que obligar a las Provincias, muchas sin recursos propios, a hacerse cargo de una inversión 60% para el pago de sueldos a los docentes mientras la Nación, administradora de grandes excedentes fiscales, sólo aporta el 40% para infraestructura, equipamiento y las fotos para los actos de inauguración o de  campaña.
      Por todo esto, hoy no alcanza, pero ayuda y mucho: La sanción de un presupuesto nacional educativo acorde a las necesidades reales. El aumento de Becas Estudiantiles. El boleto estudiantil. Mejorar la contención de los alumnos. La  articulación de las UUNN con los otros niveles de la enseñanza. La capacitación docente a nivel universitario para los profesores de los primeros años. La apertura de un comedor estudiantil.
      Y sin dejar de lado, reinstalar en la comunidad y en los jóvenes en particular: La cultura del trabajo y del sacrificio. La idea que la educación puede volver a ser el “mejor camino” a la movilidad social. Los valores como elementos positivos. Los ejemplos de vida.
      Porque todo lo que se haga es válido, pero siempre “será poco” para  reconstituir el daño causado y solo el tiempo nos podrá marcar si recuperamos el camino correcto
      La educación por si misma no puede corregir las desigualdades sociales existentes, pero el gobierno de turno debe utilizar el justo reclamo de una educación igualitaria para impulsar un proyecto que implique una verdadera distribución de las riquezas. Debemos exigir al gobierno nacional y al ministerio de Educación en particular un real y efectivo proyecto educativo en todos los niveles del sistema, articulado con las provincias, el mundo del trabajo y “nosotros”, con nuestro accionar; efectivos partícipes y reales controladores del cambio. Para la Universidad Argentina la nueva Ley de Educación Superior en debate debe contemplar como punto de partida “básico” algo que nunca debió haberse perdido: “Que la educación es derecho social para todos los habitantes de la Nación y una responsabilidad indelegable e intransferible del Estado”.






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