Educación de Nivel Secundario
Silvia Forcinito
Entre las innumerables ideas intercambiadas con docentes de diversos niveles educativos es destacable la preocupación manifestada por mi colega y amiga, la Licenciada MarÃa Alcira Ãlvarez, quien cuestiona el facilismo que se propicia desde las autoridades educativas hacia los alumnos. Entiende que, en pos de brindar a los alumnos de las escuelas de Nivel Secundario igualdad de oportunidades, lo que realmente se logra es una encubierta discriminación.
¿De qué manera se produce esta discriminación? Para encontrar una respuesta a este interrogante vamos a partir de una ligera revisión de lo sucedido varias décadas atrás, y lo que viene sucediendo en el campo de la educación.
Muchos deben recordar o habrán escuchado de sus mayores, aquellas épocas cuando los alumnos debieron soportar las más duras exigencias por parte de sus educadores. Las clases se desarrollaban en un ambiente en el cual la disciplina era extremadamente rÃgida y estricta, no existÃan ni mÃnimas contemplaciones para que un alumno no cumpliera con sus obligaciones. El adulto, ante la duda, preferÃa equivocarse por exceso de rigor que por defecto. Su supuesto estaba referido a que poniendo a los niños y jóvenes ante la mayor exigencia se lograrÃa individuos fuertes y responsables.
Hoy, en general, está asumido que esto permitió que se cometieran severas injusticias y abusos de autoridad. Queriendo subsanar estos errores, nos fuimos al otro extremo, el peso de la responsabilidad pareciera que sólo debe caer sobre el docente. Con el propósito de proteger a los alumnos de la extrema exigencia e injusto trato de otras épocas, les allanamos tanto el camino que nuestros niños y jóvenes corren el peligro de crecer creyendo que la vida les ofrecerá los mismos facilismos.
Sin embargo, esta realidad actual se opone a lo que propone la actual Ley de Educación Nacional. El ArtÃculo 11 enuncia, entre los fines y objetivos de la polÃtica educativa nacional: âAsegurar una educación de calidad con igualdad de oportunidades y posibilidades, sin desequilibrios regionales ni inequidades socialesâ. El ArtÃculo 30, referido a la educación secundaria, expresa en uno de sus puntos un objetivo muy interesante para ser analizado: âDesarrollar y consolidar en cada estudiante las capacidades de estudio, aprendizaje e investigación, de trabajo individual y en equipo, de esfuerzo, iniciativa y responsabilidad, como condiciones necesarias para el acceso al mundo laboral, los estudios superiores y la educación a lo largo de toda la vidaâ.
En cuanto a la calidad educativa,  cada vez se habla más de ella pero cada vez está más vapuleada y empobrecida desde las mismas polÃticas educativas, como lo podemos inferir de los resultados que afloran en los exámenes de ingreso a la Universidad, juegos de competencias en programas televisivos con respuestas que asustan a más de un adulto, comentarios que surgen del mundo laboral y en más de una oportunidad, de los propios padres.
Por otro lado, si ante los incumplimientos de los alumnos se otorgan las más variadas concesiones y justificaciones, ¿cómo es posible que logren el desarrollo y la consolidación de las capacidades enunciadas en el ArtÃculo 30? La respuesta es difÃcil. Si pensamos en el esfuerzo y la responsabilidad, podemos enunciar diversos acontecimientos obstaculizarán estos desarrollos. En cuanto a las inasistencias a clase o tardanzas a la hora de ingreso, en muchos casos se otorgan reiteradas reincorporaciones con la presentación de livianas justificaciones. Atendiendo al cumplimiento de las reglas de convivencia, se dan situaciones de alumnos violentos que dan vuelta sus calidad de victimarios y quedan como vÃctimas, más de una vez con abogados de por medio. Otro emergente, que a simple vista parece trivial pero que tiene su mensaje de trasfondo, sobre todo atendiendo al concepto de responsabilidad, es el referido a la obligación que tiene el alumno de presentar su documento de identidad para rendir ante una mesa examinadora, para lo cual la reglamentación es clara y precisa, sin embargo, hoy los docentes tienen las directivas de permitirles rendir aunque lo hayan olvidado, ante esto el preceptor o secretario informa el número de documento pertinente para que pueda ser consignado en el libro de actas de exámenes. Entendemos que si bien el alumno es reconocido y no hay riesgo de usar un número de documento erróneo ¿por qué no se modifica el reglamento?, ¿se exige o no se exige?, ¿cómo interpreta el alumno esta ambigüedad? Y, el punto más importante, crucial en la educación, es la exigencia del nivel de estudio, para esto sólo voy a dar una imagen: âuna mamá persiguiendo a su hijo por toda la casa con la cuchara de comida intentando que éste se alimenteâ, sólo hay que reemplazar a la mamá por el docente, al hijo por el alumno y la comida por el objeto de enseñanza.
Vienen a mi memoria las palabras de una de mis profesoras del magisterio, ella nos decÃa permanentemente: âal alumno hay que exigirle más de lo que puede rendir porque siempre, en términos mayoritarios, va a responder un poco menos de lo requeridoâ. En contraposición a esta conceptualización, desde hace tiempo, en pos de que apruebe el mayor número posible de alumnos se propicia, desde las autoridades educativas (inspectores hacia arriba), una exigencia más flexible sin que disminuya la calidad, como esto es imposible, serÃa como meterse en una pileta llena de agua y pretender no mojarse. Lo que se viene logrando es bajar el nivel de enseñanza con alumnos que cada vez se esfuerzan menos y que tampoco mejoran los Ãndices de aprobación.
Por otro lado, entendemos que los alumnos, como en toda época, tienen sus propios problemas. Es asà que no debemos perder de vista que nuestros jóvenes atraviesan diversas dificultades económicas, sicológicas, familiares y propias de la conflictiva sociedad actual que se encarga de dar sus deplorables ejemplos. Pero, ¿cuál debe ser la enseñanza que debe dar un docente ante estas dificultades?, ¿engancharse en el lamento o enseñar que una parte de la vida consiste en enfrentar y superar dificultades?, ¿dejarse vencer o profundizar los esfuerzos? Nuestra respuesta consiste en considerar que estereotipar al alumno creyendo que no puede y bajarle el nivel de exigencia de responsabilidad y de enseñanza, es discriminarlo e imposibilitarlo para que tenga igualdad de oportunidades al momento que egrese de su escuela secundaria. De este modo, ¿con qué herramientas va a ingresar al mundo laboral o a continuar con estudios superiores?
Continuemos el análisis poniendo el foco en el docente, tanto a partir de su idoneidad profesional como desde las exigencias que se originan por los cambios de la sociedad actual.
En cuanto al primer enfoque, es interesante observar, que unas décadas atrás, el docente, año a año, iba armando su carpeta con las actividades y apuntes que brindarÃa a sus alumnos; los directivos e inspectores observaban sus clases y daban sus indicaciones; de este modo, a medida que avanzaba el tiempo ese docente iba perfeccionando su labor. Hoy esto cayó, cambió el paradigma de la educación y bienvenido sea el nuevo, los objetivos son otros, más acordes a las demandas de la sociedad actual, pero como sucede en todo cambio, algunas veces se desconoce el rumbo. La formación docente propuso algo que perdió su vigencia, las capacitaciones intentan superar estos conflictos, pero por cuestiones económicas y de tiempo, nunca pueden ser lo suficientemente intensivas como para revertir la formación previa. Por otro lado,  poco queda de ese acompañamiento que hacÃan los directivos con el docente, los cargan de tantas otras tareas que poco tiempo les queda. A esto hay que sumarle la campaña de descrédito que viene sufriendo la docencia desde hace varios años. Ante esto último hay una sola respuesta, si el docente tiene dificultades debe ser ayudado y acompañado por sus directivos o asesor pedagógico para que pueda superarse y, si la situación es más grave, y lo que sucede es que no cumple ex profeso con su tarea, ese docente debe ser sancionado, si esto no se realiza la responsabilidad pasa a ser de sus superiores. Estos pensamientos también me hacen recordar otras palabras de mi profesora del magisterio, ella nos decÃa que nunca debÃamos tildar a un alumno de vago, indisciplinado, malo o cualquier otro adjetivo de carácter negativo, puesto que este tipo de actitud por parte del docente terminarÃa convenciendo al alumno que es asà y no harÃa el menor esfuerzo por su superación. Creemos que esta concepción también es válida para los docentes, como todo ser humano necesitamos el reconocimiento y estÃmulo (nos referimos a la valoración de nuestra tarea, más allá de lo salarial) por parte de las autoridades y de los padres, a fin de mantener el entusiasmo requerido para desempeñar nuestra labor. ¿Qué interpretación puede hacer un docente que se esfuerza, actualiza y pone todo su tesón para intentar que sus alumnos logren los aprendizajes pertinentes, si es desacreditado y desautorizado?, ¿Cuál serÃa el desenlace?
Atendiendo a los nuevos roles que se pretenden del docente, algunos se desprenden como consecuencia directa del análisis realizado con respecto al alumno. Tiene que ser capaz de entender los conflictos y dificultades que tienen los alumnos, prevaleciendo una tarea contenedora por encima de la de enseñar. Además, los contenidos a desarrollar deben responder a las necesidades e intereses del alumno o estar relacionados con la vida real. ¿Es esto posible con la totalidad de los contendidos y para todo el grupo de clase?, ¿todos los alumnos demandan lo mismo?, ¿qué hacemos con las fórmulas quÃmicas, los procedimientos algebraicos o las partes de una flor? Entendemos que existe una gran diferencia entre el intento de hacer que una clase sea interesante a que responda a los intereses de los alumnos o a su valor para resolver problemas de la vida diaria, de este último aspecto se debe ocupar el nivel primario, el secundario requiere mucho más si quiere dar respuestas a las exigencias que provienen del mundo laboral o de los niveles universitarios y terciarios. Es asà que el docente se siente âdescuartizadoâ, padeciendo distintas tensiones y tironeado por todas partes, pretendiéndose de su labor cuestiones tan contradictorias que ni las llega a capitalizar.Â
La idoneidad de un docente abarca fundamentalmente el conocimiento de su disciplina y la didáctica de la misma y, como complemento, alguna formación que tenga que ver con las cuestiones de la sociedad actual y la psicologÃa del adolescente a fin de que pueda detectar y derivar, a quien le competa, los casos que desborden su tarea especÃfica.
Entendemos que brindar igualdad de oportunidades a nuestros alumnos no significa limitarse a que tengan asignado un asiento en las escuelas para que luego se les otorgue un tÃtulo vacÃo de contenidos disciplinares, es el compromiso de cumplir lo que enuncia la Ley Nacional de Educación y esto no se logra con facilismos sino con dedicación y esfuerzos por parte de todos los integrantes de la comunidad educativa.
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