En la Edad Media a la peste la mandaba Dios para castigar a hombres y mujeres por sus pecados, según sentenciaban algunos obispos y sus convencidos y malignos adláteres, mientras los papas tenían hijos y alentaban asesinatos y guerras. En estos tiempos, ya ni siquiera post modernos, nos cayó la pandemia de la gripe porcina; eso sí, no tenemos ninguna certeza de quién nos la mandó y mucho menos para qué; de una cosa estoy segura: ni a la peste otrora ni a la gripe ahora las mandó el buen Dios. Es de lo único de lo que estoy segura y eso porque lo mío es una creencia.
      Porque en el mundo tan comunicado que tenemos por estas épocas dudo de todo lo que se afirma, puedo pensar que esta gripe decidió ser difundida desde la única y gran multinacional que, en medio del descalabro financiero internacional, perdió mucha rentabilidad en el área medicamentos; a la vez puedo imaginar sin descartar lo anterior, que una pandemia distrae y cambia de lugar a las prioridades en relación a cómo va decayendo estrepitosamente la calidad de vida de sociedades enteras, por la misma crisis ya mencionada.
      No me quiero hacer la graciosa (de todas maneras para mayor rigor y seriedad en cuestiones de salud física y mental, ver nota de la pág. 26), todas estas especulaciones apuntan a comentar un poco cómo lo que producen minuto a minuto, red mediante, los medios masivos de comunicación está bajo absoluta sospecha; ud. y yo sabemos que no se puede creer nada respecto del origen editorial de la información que consumimos, aún aquellos que ni siquiera leen diarios papel o virtuales reciben un menú cotidiano por radio y TV que casi exclusivamente tiene que ver con los intereses del poder. En realidad, estamos igual que en la antigüedad, cuando ni siquiera había un lápiz de grafito, sigue siendo muy difícil saber cuál es y dónde está la verdad de las cosas.
      Cuando  hablamos de la verdad como en tantos temas vinculados a la salud mental o a la política, hay que poner algún acento en la interpretación de los hechos: por ejemplo, no estoy de acuerdo con la presidente de la Nación en que el Frente para la Victoria ganó las pasadas elecciones ya que al FPV le dijeron algo más que “¡un momentito!” en muchísimos lugares de la diversidad nacional.
      Pero también echan líquido fuera del tarro los dirigentes de la oposición que quieren mostrar que el 28 hubo una masacre del kirchnerismo ya que, si bien se ve que la UCR ha evolucionado bastante desde aquél tremendo 2% -indudable mérito de Gerardo dicha evolución, aunque la interna lo cuestione- en la provincia de Buenos Aires el que ganó fue de Narváez, dígame si es para alegrarse tanto; en Santa Fe Reutemann arañó y en Córdoba Juez hizo lo suyo, medios de comunicación mediante, a partir de todo el apoyo oficialista en la campaña de hace dos años. Al que no se le puede negar un triunfo rotundo -para hablar solamente de aquellos a los que vemos todo el tiempo por TV- es a Julio Cobos, que tampoco, con respeto por la investidura, es para bailar en una pata, menos en las dos. En Capital, Macri o Micheti, como quiera; fijesé que Carrió quedó tan deprimida que no puede ni hablar.
      Teniendo en cuenta un solo dato, para qué vamos a analizar lo que pasa en el peronismo en las provincias más chicas: la esposa de Capitanich le ganó a Lilita y a Rozas juntos, hasta en la denguesificada Charata.
      Claro que como a toda hora está en el ring el encuentro Clarín vs. Kirchner, el poco análisis de los acontecimientos que había se perdió del todo. De los que tienen la manija me parece que ninguno ganó demasiado. Todos perdieron bastante, salvo en el caso de Cobos, Dios nos libre y guarde.
Es fácilmente imaginable el circo que vamos a vivir hasta el 2011. Lo que da miedo es pensar que por ahí se sueltan las fieras y la vamos a pasar muy mal.
      Pensar que si el Gobierno Nacional tomara algunas medidas populares de verdad, como anunciaba Kirchner allá por el lejano 2003, las cosas empezarían a entrar en caja. Pero, por estos días, ahí se quedaron las utopías.
      Hemos charlado mucho en la radio sobre lo que pasó en Jujuy, pero una pequeña síntesis aquí: el PJ y la UCR ganaron y a la vez perdieron en forma inversamente proporcional. También podemos decir que ganaron Fellner y Gerardo y también perdieron. O decimos lo mismo diciendo: ganaron Marcelo Llanos y el Chuli Jorge. El que perdió, seguro, fue Carlos Daniel Snopek. Y perdieron Isolda Calsina, Federico Medrano y todos los demás, por lo que parece que aquello del bipartidismo, o bipolaridad, había sido así nomás.
      Y siguiendo con la cuestión ¿están íntimamente contentos Eduardo Fellner y Gerardo Morales con el significado de los triunfos de sus candidatos? ¿Y Rivarola? ¿Y Segura? ¿Y Jenefes? ¿Estarán contentos? ¿Cómo andarán de ánimo ahora que les quieren convertir la “mesa chica” en una enorme tabla de banquetes?
      En Jujuy también vamos a vivir hasta el 2011 a pura interna.