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Entre duendes y ucumares
Laura Barberis

Hablemos de Política

      La literatura fantástica local -tan rica en duendes y ucumares, en plantas mágicas, en los sortilegios de los oscuros habitantes de los socavones y de los seres alados que con el viento se mueven entre las altas cumbres- ni siquiera imaginó las maravillas y las transmutaciones que se iban a dar en el devenir político de la campaña electoral del 2007 en Jujuy.
      En nombre de las “inyecciones” de ética (o sea de las jeringas) y las proclamas sobre los valores a recuperar nos fuimos desayunando, día a día, entre tostada y tostada, a medida que se iba conociendo la conformación de las listas, especialmente las de los candidatos a diputados provinciales, sobre unas transformaciones inconcebibles que se habían producido velozmente al calor (o sea con el combustible) de la proximidad del cierre de listas y el milagro colectivo irrumpió en la escena, conmoviendo a la feligresía y a los faltos de fe:  unos que eran como eran, se habían convertido en otros.
      Lo que tantos alquimistas buscaron, dejando la cordura y la vida en sus laboratorios del Medioevo, lo consiguieron de una,  alianzas y frentes jujeños, en esta campaña 2007.
      Un montón de dirigentes provenientes del PJ; algunos radicales K (símbolo químico para un elemento que parece que proviene de otro planeta, cuya maleabilidad es harto conocida pero aún indescifrable) y otros personajes, fluctuantes como los materiales blandos, que siendo los indiscutibles y felices  poseedores de unos sellos municipales, provinciales y nacionales que los habilitan para exigir una que otra banca o, al menos, un banquito en la cocina de los más ricos, entre todos, lograron encontrar la piedra filosofal y convirtieron el plomo y también el barro en oro.
      Los que ayer eran considerados venales por la población y el resto de la dirigencia, hoy, luego de unos retoques en la Cámara de la Metamorfosis, salieron a blandir los estandartes de la pureza. Enarbolaron las banderas de la moral más rancia y empuñando unos pendones, como los de los Cruzados, pasaron a explicar a un electorado atónito que ya no se trataba de la misma gente; que aquellos que fueron habían pasado a ser otros, que sólo los nombres, las voces y las apariencias eran los mismos. Y que por efecto de la metanoia, estos que ahora son, sí saben como luchar contra la corrupción y cómo acabar con la pobreza y generar cientos y cientos de empleos en blanco y bien remunerados y controlar y cuidar los dineros públicos, promover el turismo y la cultura, la instalación de empresas, de numerosas cooperativas y el desarrollo general de la provincia.
      Puede ser verdad. Hay milagros que se comprobaron; eso se sabe, están documentados. La Iglesia es rigurosa en esas cuestiones y la ciencia más aún. Por eso hay santos y santas, beatos y beatas. Pero hay tanta gente incrédula en esta época impía. Gente de poca fe, que desconfía de todo, que no quiere a nadie y que de puro insensible nomás no cree ni acepta que los integrantes de las listas son otros que los que fueron siempre.
      Por ejemplo, hay dirigentes/as que explican sin ruborizarse que tantos meses de negociaciones, que tanto revoleo del libro de pases, que tantas reuniones para posicionarse, fueron en verdad, el tiempo de conocerse, conocerse a fondo, desentrañar coincidencias y desacuerdos, escudriñarse hasta el alma y reunirse en la cripta donde se guardan a buen reparo la ideas celestiales. Son unos incomprendidos, porque la malvada opinión pública está segura de que en realidad querían estar en tal o cual lugar de las listas y una vez que lo consiguieron, aplicaron la dialéctica para mostrarnos las cualidades de los sectores que pudieron acomodar todas las fichas, más o menos de acuerdo a los intereses personales previos.
      Claro, algunos no pudieron acomodar nada, quedaron afuera de todos los acuerdos, pero a estos, como despejados penitentes, les queda la ventaja de exhibir la mayor y mejor de las purezas.
      La gran mayoría nos dice “tengan la plena seguridad” de que esto o aquello va a pasar “si me votan a mí las cosas van a andar” “porque yo sí sé cómo hacer las cosas para el bien común”. Y otros mensajes del mismo tenor.
      Por estos días va creciendo un discurso de tipo mesiánico, con muchas frases hechas, con tantos lugares comunes que parecen estribillos de canciones. Y guarda con hacer algún chiste o broma irreverente. El sentido del humor está prohibido ya que es para gente poco seria, que no comprende la solemnidad de los rituales de aquellos que, siendo los mismos, pasaron a ser otros y son los que van a rescatar a la política de la herejía.
      Una serie de elegidos/das, tocados por el dedo de Dios,  discurren sobre todos los temas que angustian a la sociedad. No se privan de nada en este corto tiempo hasta que las urnas digan su propia verdad. Porque parece que no se dieron cuenta que tienen que ser elegidos por el voto de la gente. Y está tan incrédula la gente…

      Por suerte hay unos cuantos candidatos/as que hablan en concreto de lo que creen que se puede hacer respecto de los distintos temas. No los acompaña quizás la voluntad divina, pero sí un poco de formación política y técnica. Habrá que apostar a ellos.

      Los espacios nacionales tampoco inspiran demasiada confianza ni a propios ni ajenos, sobre todo porque los propios y los ajenos se mezclaron demasiado y ahora son todos unos perfectos extraños. Ud. me dirá que no todo el electorado piensa así, que hay muchísima gente entusiasmada con uno u otro proyecto político,  y probablemente tenga razón. Pero imagínese los problemas de gobernabilidad que habrá a corto plazo en muchas provincias, por lo menos en varias, dados los complicados cruces de las campañas que pusieron a la Biblia junto al calefón. En Jujuy de eso algo sabemos.
      Curiosamente, a lo mejor se lo induce adrede, se siente no una aceleración de los tiempos electorales, sino como la inminencia de imprevistos que caerán sobre nuestras cabezas no en forma de fina lluvia sino de piedras, por ejemplo, los precios que no dejan de subir. Es como el granizo. A eso también estamos acostumbrados acá, en Jujuy,






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