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Martín Güemes (h)

Tren a Huaytiquina

      Vuelvo al tiempo de los godos, a su jefe el General Pío Tristán, momentos antes de la batalla de Salta. Con su catalejo observa el horizonte. Su estrategia es cubrir la entrada posible a Salta, el Camino Real. La única que racionalmente concibe en su mentalidad europea. Su visión española, su formación militar, lo ha llevado a menospreciar a los criollos, a los gauchos. Otros senderos escapan a su imaginación, a su experiencia, a su racionalidad iluminista, absolutista, propia del pa'juerano. Del que mira para afuera no para adentro. Sobre todo, teniendo en cuenta que ha nacido en Arequipa, Perú.
      Â¡Tendrían que ser pájaros para pasar esas montañas! Expresa -el General. Pio Tristán- a su Estado Mayor, refiriéndose a las montañas del norte, situadas a sus espaldas. Y el ejército patriota por senderos impenetrables, en caminos de altura, se convirtió en una bandada de pájaros. Como golondrinas, volaron por precipicios y senderos impenetrables… 
      Cual brasa ardiente de la libertad surcaron el aire de nuestra tierra. Así, Manuel Belgrano triunfó en el campo de La Cruz, en tierra salteña, perteneciente a la Intendencia de Salta del Tucumán. Guiado por rastreadores de sendas perdidas… 
      Pasaron los años, el 20 de Febrero de 1921 los salteños, los norteños, decidieron volver a ser pájaros. De emprender otra empresa sugestiva de vida en común. De librar otra batalla en las alturas del pensamiento y de la acción. Les hablo del Tren de las Nubes, del Ferrocarril Huaytiquina.
      Feliz coincidencia aquella de recordar la batalla de Salta y de iniciar la construcción del ferrocarril al Pacífico. Para rectificar geografías. Por alturas mayores a 4.000 metros abrirse paso buscando el mar. Para construir la Patria Grande. Yrigoyen y Perón coincidieron en este objetivo mayor. Conservadores, liberales, radicales, peronistas, socialistas, en continuidad de esfuerzos, proyectaron el destino. Para asombro del mundo. Es posible, afirmaron: ¡Argentinos, a las cosas!
      El ferrocarril, como lo estudiara Raúl Scalabrini Ortiz, fue instrumento de dominación al servicio del capital inglés. No solamente por confluir las vías férreas en forma de embudo sobre la ciudad de Buenos Aires, sobre el puerto, favoreciendo el desarrollo de la pampa húmeda, del granero del mundo. Sino por permitir el control de la dirección de los ferrocarriles el manejo de tarifas diferenciales, de acuerdo al interés británico. En una palabra, una tarifa elevada era motivo de vida o muerte para una emprendimiento empresario o comercial en nuestro interior. Todo se media en las cotizaciones de la Bolsa de Londres… en un todo de acuerdo a la mano invisible del mercado.
      Permitirnos por autoestima nacional la salida al Pacífico, era un acontecimiento cercano a una independencia económica a nivel regional, continental.
      Lo pensaron aquellos que guardaban en su memoria los viajes al Perú. Por negocios, por exilios, por la libertad, por la independencia. Contra Fernando VII, contra Rosas, contra todos aquellos que sujetaban el potro de la imaginación.
      Del Virrey Toledo a Güemes, de Manuel Solá Tineo a Indalecio Gómez. San Martín, estratega terrestre y marítimo, cruzó los Andes para libertar Chile y Perú. Todos ellos tenían un horizonte de sal. La mirada en el Pacífico. El Imperio Inca y el Imperio Español de los Austria, se asentaron en la columna vertebral de los Andes, y en el mar del Siglo XXI. Para reflexionar hoy, en esta Década Bicentenaria (2006-2016).
      Nostalgias de futuro fue para la región Noroeste, el emprender la construcción del camino de acero al Pacífico. ¡Otro plan Sanmartiniano! ¡No podían estar ausentes los gauchos de Güemes!
      El Gobernador Joaquín Castellanos (radical), en su discurso (17.06.1921), por el centenario de la muerte de Güemes, al mismo tiempo que inauguraba la construcción del Ferrocarril al Pacífico, reencontraba la doctrina de la Patria Grande (...) El estado político y social creado por Güemes en Salta, de equilibrio entre la clase capitalista y la asalariada, plantea un gran problema y ofrece la forma de resolverlo en condiciones satisfactorias para los intereses más vitales de la nacionalidad. Este problema debe concretarse en el siguiente postulado: ¿Puede la bandera nacional argentina ser bandera de rehabilitación de los trabajadores? O en otros términos: ¿con el sentir y la noción de Patria, se puede realizar la obra de solidaridad humana? ”.
      Podríamos hablar de otra realización social, de la Ley Güemes de protección a los trabajadores rurales o de su influencia en el Estatuto del Peón, consecuencias naturales del revisionismo de Joaquín Castellanos y de Arturo Jauretche (basados en la epopeya gaucha). Lo dejaremos para otra oportunidad. Me basta con decirles que, el 20 de Febrero de 1921 los salteños, los norteños, librábamos otra batalla de la tierra y el cielo.
      El ingeniero Ricardo Maury, norteamericano afincado en Suramérica, fue el encargado técnico de realizar la proeza. Maury tuvo la inteligencia de leer el paisaje, de escuchar a sus habitantes, de planificar la esperanza entre senderos, precipicios, montañas, arroyos y ríos. Y otra vez fueron vaquéanos locales, rastreadores, gauchos, obreros y pastores, los que inspiraron al gringo hacedor de túneles, puentes y trochas. Hoy inactivos, pero… admirables.
      Â¿Qué nos pasó? ¿Por qué el ferrocarril Huaytiquina no funciona? Ni para el turismo, ni para el transporte. ¿Dejamos de volar, porque sí? Me parece más acertado expresar que pajarotes públicos sobrevuelan nuestras estatuas, nuestros símbolos, dejando caer el estiércol de su impudicia cívica. Ya no tenemos un gobernador como Castellanos, poeta, historiador, ni como Adolfo Güemes, con una memoria de servicio.
      Â¿Pudo más el interés privado que el público? Pregunta a contestarnos como salteños, norteños y argentinos. Lo cierto, comprobable, es que el ferrocarril en el Norte ha dejado de funcionar. Ya no recorren los caminos de la Patria, como ayer los ejércitos libertadores. Ni a Bolivia, ni al Pacífico. Se ha olvidado la gesta Sanmartiniana, Belgraniana y Güemesiana. Este olvido ha hipotecado nuestra libertad e independencia.
      Mientras no recuperemos nuestra intuición, nuestra experiencia, nuestros sueños, como rastreadores en la batalla de Salta y en la construcción del Huaytiquina, solamente nos especializaremos en la cháchara de los dicharacheros de siempre. Permaneceremos con la mirada perdida en el Camino Real, no en las sendas que nunca debimos abandonar. Volver a la realidad, a nuestra realidad, es el imperativo inexcusable, ayer y hoy.






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