Laura Barberis
De cara a octubre y mirando un poco la cuestión nacional pensaba -con cierta lentitud mental vergonzante, es verdad- ¿existe representación popular por estos dÃas? ¿Hay candidatos a cargos importantes o que tengan lugar en las cúpulas polÃticas, cuyos ingresos sean, por ejemplo, de $1000 o $1.500? ¿dirigentes que viajen en colectivo o en remises? De los candidatos a presidentes y a vice, a diputados nacionales y provinciales, a gobernadores, etc., seguro que ninguno. Hay varios/as rotundamente ricos, demasiado; moderadamente otros y, los menos, tienen ingresos entre $8 y $15 mil pesos, ingresos que también los dejan muy lejos de los sueldos de un maestro o de un empleado de comercio.
Y los reclamos y reivindicaciones al respecto en los partidos polÃticos tradicionales surgen de personas igualmente poderosas económicamente hablando. Por ejemplo tantos nostalgiosos del peronismo de Perón que siempre están esperando alguna lógica actual respecto de sus orÃgenes doctrinarios y, cuando pasa algo, es del estilo de la reciente sanata del Congreso de San Luis de dónde, si todo sale como esperan los âarmadoresâ de la cosa, saldrá candidato a presidente Sosbich, que nunca consideró al PJ una opción valedera.
¿Cuánto sumarán las fortunas personales de los que arengaban a los trescientos participantes, pero sobre todo se exaltaban ante las cámaras de TV? Si sumamos la de Puerta, con la de los alegres e inefables hermanos puntanos, con la de Menem y los otros, no le digo que pagarÃamos la deuda pública del NOA y del NEA, pero una ayuda significativa sà que serÃa. La representación popular no estaba muy presente que digamos; parece que hasta los que tocaban el bombo eran de una privatizada de la percusión. Lo que me hizo advertir que ya, definitivamente, ningún partido de los que ganan elecciones cuenta con gente común en los lugares de decisión.
Los ricos decidieron que la polÃtica era un negocio que no se podÃan perder y los polÃticos comprendieron que ser ricos era lo mejor de todo, asà que se encontraron a mitad de camino consustanciados los unos con los otros en un maridaje sin grietas ni excepciones.
Ud. dirá pero ésta es una caÃda del catre, viene pasando hace tanto. Y sÃ, pero después del que se vayan todos, de tanto discurso progresista en los últimos cuatro años, después de tanto corte de rutas y tanta proclama piquetera, después que el gobierno de K. incluyó hasta en el gabinete a lÃderes de los movimientos sociales -que tampoco viven con mil o mil quinientos pesos por mes-, a los que pondera y destaca en general hasta en contra de los ejecutivos provinciales del palo, era para pensar que algo, alguito, algunas pequeñas sillitas con anuencia de voz y voto se iban a ir arrimando a la mesa del banquete. Pero no. Los de arriba cada vez tienen más plata y los de abajo -aparte de menos plata- tienen menos representatividad; en realidad ninguna. No existen y parece que no se dan cuenta.
Encima tampoco se trata de ricos ilustrados. Son re brutos cualquiera sea el partido tradicional en el que les haya convenido meterse. Tampoco gobiernan con eficiencia. Tiran de la cuerda hasta lo imposible y siguen ganando las elecciones. El momento es como una buena pieza de literatura fantástica.
La gran ausente, como desde hace tantos años es la izquierda argentina; a los herederos de la izquierda âpensanteâ de la primera mitad del siglo XX, parece que se les atrofió un lóbulo y los que no son corruptos, la única pasión que los arrastra es la de la oratoria; la revolución permanente a través de la palabra. Nunca se preguntan porqué después de la dictadura les ganaba Ãlvaro Alzogaray. Para ellos toda la culpa era, primero de AlfonsÃn y después de Menem. Más actual, de hace dos meses, ¿no es mucha ceguera no analizar públicamente, no decir ni pÃo, respecto de porqué Sosbich volvió a ganar las elecciones en Neuquén, con el escándalo del asesinato del profesor pocos dÃas antes? En todo su espectro la izquierda nacional zafa de su liviandad anunciando siempre que la culpa la tienen los otros. Ahora, ya le empezaron a pegar a Binner en Santa Fe, por las dudas.
En todo el paÃs es igual. Y en Jujuy, en varios sentidos, es más igual todavÃa. En la elecciones del â83, del â85, â87, â89, hubo en forma decreciente gente común -en cuanto a sus ingresos- en las listas de diputados provinciales y concejales. Un amigo funcionario al leer esta nota va a pensar sÃ, pero enseguida cambiaron de status; y claro, la naturaleza humana es lo que es; necesita conducción y ejemplos para mejorar. Pero hubo épocas en que, caudillos o no, los âjefesâ tenÃan otros lÃmites si hablamos de decencias mÃnimas.
Qué quiere que le diga, serÃa sano en sà mismo que un chofer de colectivo, un pasajero, un vendedor, un sencillo maestro, un quiosquero, etc. -que no sean punteros tratando de acomodarse- gente querida y respetada en sus barrios, por ejemplo, tuvieran un lugarcito a la hora de hablar de polÃtica o de tomar decisiones. Pero esta vez, ni en sueños va a suceder.
Algunos lectores, y muy agradecida les estoy, esperarÃan que analizara el momento de Barrionuevo-Segura; Perassi, Nieva e incógnita (hasta el momento de cierre de esta edición); Gerardo allá, las broncas acá; Daza, las radicales K, los revoleos de Miguel Tito, Ekel Meyer; Conde-Lucio; Martiarena-Jenefes; Isolda; Gronda-Medrano; Snopek-Quevedo; Chuli Jorge; Pablo Lozano; Liliana-Miguel Morales e intendentes; y más y más fragmentación, saltan los pedazos cada vez más chicos en todas direcciones. Es una dispersión tan fuerte de dirigentes que me intriga mucho cómo irá a ser la de los votos.
A esos lectores les digo que precisamente los vaivenes, el ir y venir de quienes van buscando la coyuntura que les convenga con un ojo en las internas del Partido Justicialista y de la Unión CÃvica Radical, y el otro en las generales de octubre, no permite mayor ponderación ni análisis. Se están moviendo con frenesà todo el tiempo, lo cual es una definición en sà misma del estado de las cosas, Ud. me entiende. Entre julio y agosto, sà o sÃ, van a tener que quedarse afuera, adentro, al costado, arriba o abajo de los otros, pero hasta tanto, pueden seguir haciendo piruetas circenses para caer lo mejor parados posible. Con excepciones, justo es decirlo.
Sigo pensado que hubiese sido mejor que Fellner hubiera podido ir a la reelección. ¿Hace falta que lo explique de nuevo?
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