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Hablemos de política

Agosto, mes aciago

Laura Barberis
Agosto de 2008,
mes 8 del año 8.
Agosto es el octavo mes del año en el calendario gregoriano y tiene 31 días. Se le puso este nombre en honor del emperador romano Augusto Octavio (Augustus Octavius). En el antiguo calendario romano el año empezaba en marzo y el sexto mes se llamaba Sextilis pero, en el año 24 antes de nuestra era, Octavio Augusto decidió darle su nombre y desde entonces Sextilis se llamó Augustus.
Octavio imitaba así al ya fallecido Julio César quién, veintiún años antes, había hecho lo mismo con el quinto mes, hasta entonces llamado Quinctilis y que con él empezó a llamarse Iulius en homenaje a la familia Iulia a la que pertenecía.
Pero dar su nombre a Sextilis le pareció poco a Octavio, quien aspiraba, por lo menos, a la misma gloria que Julio César, ya que Iulius tenía treinta y un días y Augustus sólo veintinueve. Por esa razón el emperador alteró la duración de varios meses, quitando y poniendo días, hasta lograr que “su” mes tuviera también treinta y un días, Es por eso que aún hoy, más de dos mil años después, julio y agosto tienen la misma cantidad de jornadas.

Eso era tener poder y no como el que tienen los dirigentes de ahora que ni sueñan meterse con el tiempo, no se atreven; entienden que con el almanaque no se juega. Saben que ahí, no pueden. Claro que pueden meterse a vender el petróleo, los aviones, los teléfonos y el agua. Y después, cuando no queda nada, volver a comprarlos. La primera, porque privatizar es bueno. Y la segunda porque privatizar había sido malo.
Pero con el tiempo no se meten como el déspota del emperador Augusto que, encima -y nadie lo recuerda- había vencido a Cleopatra y a Marco Antonio juntos.

Agosto en Jujuy tiene la excluyente tradición de la Pachamama. Hay que darle de comer a la tierra que nos da de comer. La verdad es que a la Pacha, a diferencia del mortal Augusto, la cuestión de los días y los meses, no le calienta.
Y antes, cuando todavía no habíamos vuelto loco al clima, agosto era el mes, también excluyente, del Viento Norte, viento tan malévolo y perjudicial, que se sigue insistiendo en la existencia de una antiquísima acordada -que nadie vio- por la que, si soplaba, los jueces no podían dictar sentencia. Las malas lenguas dicen que la proverbial lentitud de la Justicia argentina, se originó aquí en Jujuy, en los sucesivos, calurosos y polvorientos agostos de principios del siglo XX, antes de la celebración del Centenario. La verdad es que ahora, en Jujuy, en cualquier época del año, tenemos unos vientitos de porquería, vagamente parecidos al Viento Norte. Ni siquiera sabemos si no son el Zonda o el Pampero, tan confuso está todo. Pero aquellos ventarrones que arrancaban carteles y techos, rompían árboles y tapias, provocaban síncopes y hasta la ascensión de Remedios La Bella -porque pasó acá, en la playa del Río Grande, qué se cree el Gabo-, aquellos ventarrones, nunca más.

También tenemos en agosto la conmemoración del Éxodo Jujeño y el desfile de los gauchos. Se hace la quema (Marcha Evocativa) y, no se porqué, entre las cosas que perdió, al campo se le extraviaron ¡en qué momento! los bueyes que arrastraban las carretas de la evocación.
El Éxodo es un orgullo aunque tiene sus detractores por ahí, que siguen diciendo que fue una cobardía.
No se, yo pienso que Belgrano, voz aflautada o no, tenía una formidable capacidad de mando, desconocida por estas épocas; porque mire que hacer que la gente quemara y largara todas sus cosas y se fuera hacia la nada con unos pocos cacharros, no debe haber sido fácil. Si hoy algunos de los que, se supone, conducen la provincia, saliera a leer un bando como aquél, se le desternillarían de risa en su propia cara.

En este agosto del 2008 tenemos de nuevo a Los Hornitos (puestos de comida y bebida que se instalan desde hace añares -salvo alguna excepción politicosa- para las fechas del Éxodo). En los Hornitos se come rico. Y se bebe. Lo que me gusta de Los Hornitos es que no se andan con toda esta cosa tan huevona de la comida étnica. Te dan unos chorizos, unos sándwiches de milanesa o de lomito. Tamales, humitas -si se avivaron de freezar choclo a tiempo- y esas cosas. Por que vio que ahora, alguna cocinera con aires de condesa, le dice al mozo que explique con la debida reserva y seriedad que “hay borch” y también “espárragos sobre un colchón de radichio, con salsa de alcaparras” ignorando que unos campesinos rusos hervían la única remolacha que les crecía y le agregaban la leche agria que iba quedando o que unos pobres sicilianos juntaban todos los yuyos frescos que encontraban y le daban un poco de gusto con las frutitas intensas. Espero que no llegue a Los Hornitos ningún chef, ni técnico gourmet que transforme a la empanada de mondongo en un plato de autor. He visto a gente inteligente, piola, con ideas, rendirse a esta cultura de la pavada, por no decir de la boludez, para la que un plato de fideos cualquiera con unos hongos de Volcán, se convierte, bajo la mirada cargada de sospechas del mozo y del o la chef, en un manjar que sí comprenden.

Pero volviendo a agosto, este año, la poca brisa Norte que tuvimos produjo una de las explosiones sociales más locas y desopilantes que se ha visto en cualquier mes de los últimos años. Unos cuántos voluntarios de la ecología y de la protección del medio ambiente custodiaban, dando grandes voces y hasta tirando piedras, a la Quebrada de Humahuaca, para que nadie fuera a explotar las minas de uranio. Ahora bien, en la Quebrada, no hay uranio; pero se ve que ése es un detalle menor. De las regalías que no dejan ni Pirquitas ni El Aguilar, nadie dice nunca nada. Se ve que también ése es un detalle.
Pero como todo pasa, este agosto también se está terminando y quizás los tiempos que vengan sean de mejor calidad. Aunque habría que hacer una seria investigación sobre si es verdad que la fe es lo último que se pierde ya que, la verdad, la verdad, creo que setiembre va a ser peor.

Vea las cosas que escribo por no escribir sobre las cosas.






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