Reynaldo Castro
Las actividades artÃsticas âen esta provincia, en este paÃsâ no son fáciles de impulsar. Existe una desconfianza a todo trabajo donde el hacedor manifiesta públicamente que siente algún placer al realizarlo. Quizás, esta cuestión sea consecuencia de aquel mandato bÃblico que resuena como una maldición: ganarás el pan con el sudor de tu frente. Lo que casi nadie dice es que la transpiración puede estar ây de hecho lo estáâ ligada a una profunda necesidad.
¿Hace falta decir que escribir en esta región no es una actividad reconocida? ¿Es necesario expresar que es más fácil identificar a un futbolista que reconocer a un escritor? Con el fútbol sucede algo, por lo menos, curioso: miles de pibes se dedican a una práctica en la que triunfa sólo un puñado que tienen condiciones notables y, en no pocas veces, sus adicciones les juegan en contra. Es decir, el fútbol es una práctica frustrante para la mayorÃa de sus seguidores. âPateáme que me gustaâ, dirÃa si fuese futbolÃstica. Pero no lo soy.
Apenas soy un cualquiera que sabe que escribir equivale a pensar. Y esta equivalencia significa cuestionar al poder de turno. Por lo tanto, escribir es una actividad peligrosa. Casi tanto como leer y creerse el destinatario de ese texto para aceptar sus mandatos.
(Antes de seguir una aclaración: es fácil creerse un perseguido por el poder o por algunas instituciones que lo representan. La imagen de burócratas que postergan a los creadores ejerce una seducción grandÃsima. Por eso, muchos escritores se sienten tentados a usar sus palabras en nombre de colectivos que según âestos literatosâ no se pueden expresar: los pobres, los marginados, los chicos de la calle y la lista sigue. A juzgar por los resultados, serÃa más conveniente una acción mucha más directa, antes que poemas que denuncien una situación social injusta.)
Escribir, en esta región, significa convivir con inteligencia con un sistema que está preparado para que el fútbol no se detenga nunca (¿se acuerdan cuándo ocurrió aquel corte de agua que dejó a gran parte de esta ciudad sin el âliquido elementoâ durante varios dÃas y que, aún en esas circunstancias, un camión regador llegaba puntualmente al estadio â23 de Agostoâ?) y que carece de polÃticas que incentiven a la creatividad y la reflexión. Por lo demás, serÃa ilusorio pensar que existiesen tales polÃticas porque se tratarÃa de un sistema que se vulnera a sà mismo. Escribir, en Jujuy, significa tener un espÃritu crÃtico frente a las consecuencias de un sistema injusto que se rechaza pero con el que no se puede dejar de convivir.
¿Qué es lo que puede hacer un escritor con este panorama?
Quizás, la primera tarea sea criticarse a sà mismo. Parece algo muy obvio, pero créanme que no lo es. El campo literario, en un punto, coincide con el campo polÃtico: es el lugar donde más sobran la trascendencia, la pedanterÃa y el lameculismo.
Un escritor puedo autocriticarse cuando conoce la diferencia entre escribir bien y escribir mal. Y, cuando sabe la diferencia trascendental que existe entre escribir bien y producir una obra de arte, hasta puede llegar a reÃrse de sà mismo. Llegado a este punto, no puedo dejar de aceptar algo: escribo mal. Pero, a diferencia del fútbol, la escritura es una actividad en la que uno aprende más del fracaso que del éxito.
¿Cómo alguien que escribe mal puede terminar esta nota? No es tan difÃcil si se cuenta con lectores atentos, entonces uno puede solicitarles ayuda. Eeehh⦠¿Por qué se van? ¿Hay alguien frente a estas palabras? ¿Alguien se anima a decirme que libros le parecen escritos por necesidad? ¿Y a cuáles considera una obra de arte? ¿Hay alguien allà o se fueron a jugar al fútbol?
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