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Sergio Aramayo

Los ingenieros del desarrollo

Sergio Aramayo

      El motivo de esta nota tiene origen en la preocupación que siento en relación al pensamiento y la actuación de muchos colegas profesionales de la ingeniería en sus distintas especialidades.
      Mi paso por el Colegio de Ingenieros me permitió profundizar el conocimiento de  un sector de la sociedad en el cual se expresan distintas intereses y formas de pensar y de actuar en la vida económica, política, social, cultural y científica. Sin embargo, creo que por sobre todos los intereses que existen en estos pensamientos, los ingenieros, por nuestro trabajo específico, somos un sector clave en la estructura productiva, en la creación de bienes y servicios y en la aplicación concreta de las políticas de desarrollo que pudieran establecerse.
      Entonces, cuando uno repasa el accionar de este sector de la sociedad en el periodo de la aplicación de las políticas neoliberales de los ‘90 en el país y de la actuación que tenemos en esta fase de recuperación de la economía nacional, por lo menos creo que hemos sido parte importante de la aplicación práctica de mucha de esas políticas y que la actualidad nos encuentra todavía sin haber hecho un balance correcto de nuestro papel y nuestro rol, que nos permita ser parte activa de la construcción de una nueva realidad.
      De ahí que lamentablemente, muchos de nuestros profesionales algunos por convicción y otros por necesidad, contribuyeron a sostener el modelo neoliberal que se impuso en el país, con consecuencias por todos conocidas.
      Por consiguiente, sin menospreciar la influencia que tuvo el discurso hegemónico de ese periodo, es necesario ver como esto se ha traducido en cifras que expresan por sí mismas lo que ha significado la aplicación de esas políticas, ya que la apertura del mercado interno, la sobrevaluación del tipo de cambio y el aumento de los costos financieros provocaron la quiebra y la desaparición de miles de pequeñas y medianas empresas nacionales.
Solo en la industria se produjo una disminución de la participación de este sector de un 30% de PBI al inicio del periodo a un 15 % a finales de la década pasada y principios de la actual. En el año 2004, el valor agregado industrial por habitante fue 40% inferior al registrado en la década de 1970.
      Lo cual se vio agravado por la concentración de la producción y la participación dominante de monopolios y filiales de firmas extranjeras. Así podemos ver según un trabajo del año 2002 de CEPAL-INDEC “ Encuesta de 500 grandes empresas”,  que de las empresas encuestadas, 300 operan en la industria manufacturera, generando el 40% del PBI industrial y 50 de ellas generan casi el 60% del valor agregado y el 70% de las utilidades. A su vez casi 300 corresponden a filiales de empresas extranjeras, con una participación de un 84% del valor agregado, lo cual muestra el extraordinario grado de extranjerización del sistema productivo argentino.
      Basta tener presente que en la década de 1990 ingresaron cerca de 80 mil millones de dólares de inversión privada extranjera, con lo cual el acervo de este tipo de capital creció al 20% anual.
      De esta manera nuestro país se convirtió en uno de los principales receptores de inversión privada extranjera ya que luego de concluida la etapa de la compra de empresas públicas, la mayor parte de esa inversión se aplicó a la compara de empresas privadas nacionales.
      El mismo estudio revela que el 33% de las inversiones se concentraron en el sector petrolero, el 25% en la industria manufacturera, el 21% en los servicios públicos privatizados o concesionados, el 11% en el sector financiero y el resto en sectores diversos.
      La consecuencia directa de esta apertura indiscriminada, el tipo de cambio sobrevaluado y la perdida de participación de las empresas nacionales provocaron la perdida de competitividad y la ruptura de los eslabones del entramado productivo nacional. Generando rentas y regalías que fueron transferidas al exterior, lo que contribuyó a disminuir así el ahorro interno y la acumulación de capital nacional.
      Esto y otros factores de orden políticos fueron los que se conjugaron en los últimos años y es probable que los ingenieros a más de sostener el modelo en muchos casos, no supimos tener la claridad y las herramientas necesarias para contraponer un modelo de desarrollo nacional.
      Es probable que luego del 2002 se hayan abierto nuevas condiciones para revertir esta situación, donde el desarrollo productivo y económico del país pueda lograrse a través de un proyecto que movilice las fuerzas sociales nacionales haciendo un aprovechamiento pleno y racional de los medios de producción y recursos naturales disponible. A la vez que se hace necesario remover todas las trabas que se oponen a ello, es preciso recuperar la soberanía sobre aquellos de carácter estratégicos de manera de orientar su utilización en forma planificada hacia un desarrollo industrial y tecnológico integrado y una expansión sostenida de la producción primaria. Donde es fundamental volver a dar un papel principal a la producción nuclear y el  sector de la industria pesada que a la vez mantenga una correcta relación con la industria liviana, la actividad minera, agropecuaria y la pesquera.
      Sumado a esto es necesario resolver adecuadamente el uso de la tierra potencialmente apta para producir, ya que esto es condición fundamental para ampliar y abaratar la provisión de alimentos y materias primas de origen agropecuario y forestal que transforme el campo y todo el interior del país en un gran demandante de productos industriales de origen nacional, lo cual puede ser una factor poderoso para producir en gran escala maquinas, herramientas e insumos básicos que libere al país de la dependencia tecnológica actual.

      Recuperar la soberanía económica nacional es una cuestión clave en un modelo que pretenda un desarrollo independiente y armónico del conjunto de las regiones que componen el país, lo cual es una condición necesaria para recuperar la capacidad de acumulación de capital.

      Finalmente creo que los ingenieros debemos y podemos ayudar en tal sentido, poniendo nuestro conocimiento y preparación al servicio de un proyecto industrial que se sostenga en un fuerte mercado interno y que en su desarrollo pueda conquistar mercados externos, lo que ayudará a recrear y fortalecer una verdadera y auténtica burguesía nacional, tan determinante en países como Brasil, que junto al aporte de la ingeniería ayuden en un proceso de acumulación de capital nacional y ahorro interno. Así, de este modo, será posible cambiar los efectos de la extranjerización que ha sufrido el sistema productivo nacional en los últimos años. 






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