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Luisa Laine

Ché Mandinga

Luisa Laine

      En América Latina confluyen una simultaneidad de miradas que vemos reflejadas en el grupo de música quebradero Ché Mandinga. Saber popular y vanguardia interactúan armónicamente.

      Al escuchar al grupo, podemos pensar en estas palabras de Beatriz Sarlo: “La tradición está presente incluso en las ausencias, en los silencios de la tradición, en las rupturas… el sonido está construido en continuidad o en debate, en homenaje  o en crítica de la tradición” y así, también en los Ché Mandinga, como en los músicos de jazz a los que se refiere Sarlo, “se escuchan todos los sonidos anteriores de su instrumento hasta alcanzar el que va a ser particularmente suyo” pues hay “una resistencia a olvidar la tradición cultural de la que provienen” y su “originalidad está, como en  los músicos de jazz, en la marca producida en la escucha de la tradición cultural” .
      Entonces, los Ché Mandinga se mueven entre lo nuevo y las voces del pasado.  Y hay una renovación y un diálogo que los hace más potentes y diferentes a la gran mayoría de grupos dedicados al folklore.
      El folklore se resiste al cambio, pero ,si la propuesta es buena, el saber popular generalmente cede. Ché Mandinga no viene a romper estructuras pero sí vienen a darle una bocanada de aire fresco y buen gusto. Los músicos trabajan en su música, así como los poetas deberían trabajar en sus poesías y los pintores en sus pinturas, sin tener que andar metiendo la cuchara en lugares a los que no pertenecen.
      Cada nota está pensada. Construyen una melodía como se construye una casa y cada arreglo, como la orquesta más exigente.
      Creo que tendría que llamarse “Che Mandinga Orquestra” pues funcionan de esa forma a pesar de no llegar a la decena. Tienen actitud, más actitud que cualquier grupo de rock actual y así como en ciertas noches pueden romper con todo, pueden romper con tus neuronas después de haberlos escuchado en algún que otro bar quebradero, en donde frecuentemente tocan, teniendo contacto con las almas más sensibles de la historia, que es el contacto los grandes artistas establecen cuando realizan sus obras.
      Aunque el sonido de una quena no es el mismo en vivo y en la Quebrada que grabado, y en un departamento, completamente mediado, en el hasta ahora único disco grabado se puede apreciar la potencia musical de este grupo de jóvenes jujeños. El disco comienza lento. Escuchamos y casi podemos ver una procesión que avanza, vemos la cara de nuestros abuelos avanzar entre el viento norte… y al segundo, la canción se mueve a una bossa increscendo que el clarinete bambolea para dar paso a los charangos.
      La canción se llama Fusión Super Torke. Nombre extraño para el extranjero que desconoce el lenguaje latino. La “Fusión” es vanguardia en el folclore. La sonoridad de la palabra “Torke” los vuelve a la región andina. El “Super” podría ser por la potencia. Al final del tema es inevitable no moverse. Hay sangre, inexorablemente. Las canciones populares se resignifican en cada escucha. Hay relecturas en las letras y en la música. Relecturas que los Che Mandinga vuelven nueva poesía en Antes de amar de nuevo, viejo clásico del cancionero popular.
      Camino al Morao es una composición del guitarrista del grupo. Mixtura la melancolía, la inocencia, el juego. Música medieval. El cortejo. El camino sobre los cerros casi rojos de Purmamarca. Hay una tensión, y al final del tema, una decisión que nos hace avanzar hacia algún lugar indefinido, que ellos conocen, porque ellos guardan secretos, como los grandes artistas; son Virgilios y sólo nos queda aprender y disfrutar. Las palabras son falibles. Nunca pueden expresar el placer absoluto. Apenas llegan a lo que es ser Che Mandinga.
      El cajón peruano da la introducción al Festejo del gato. Un gato, como el gato argentino, con aires peruanos que desafían al bailarín más intrépido. No hay que confundir el término degeneración. Acá no hay degeneración. Hay renovación y eso es un punto para el grupo. En este tema podemos escuchar la precisión que tiene los músicos con sus instrumentos. Hay fiesta y sabiduría y es un avance para la cultura popular de la provincia. En las canciones encontramos una continuidad como en los grandes murales de Rivera. Es un camino de autotransformación y aunque un tema no nos salve la vida, al menos la hace más placentera. Ese podría ser otro punto a favor del grupo. Los temas avanzan como una aplanadora. Bien podrían ser la aplanadora del folclore. No son más de cinco los grupos que en Jujuy tiene esa fuerza.
      La ruptura de las tradiciones no sólo pueden ser porque a uno se le ocurra tirar la puerta sin pedir permiso. Detrás, para que el discurso no caiga, tiene que haber buen gusto y trabajo. Los Che Mandinga fueron invitados a tocar en Europa y en distintas provincias de argentinas. No fueron. Son como Daniel Jonson. Algún día alguien famoso va a aparecer con su remera y los Che Mandinga van a explotar y todos se van a morir por verlos y muchos van a decir: “Ja, yo los vi cuando tocaron en tal lugar, cuando todavía no eran famosos…”.
      La conjunción del nombre, producto del azar, del juego, o de vaya uno a saber qué, nos acerca dos palabras con un sentido claro. Sabemos que Ché significa “persona”, pero también tenemos que pensar en el Che Guevara, y sobre todo en esa actitud que cada día parecer desaparecer más pero que solo los artistas nos la recuerdan con su ideología. Mandinga, todos dicen que es el Diablo pero Mandinga también es una baile afro latino, de Brasil, que designa a los bailarines más veloces, más ágiles, más… uno u otro significado valen para este grupo.

      Ser Ché Mandinga es una actitud y no todos la tienen y hacen una música que te lleva a otro lugar un poco mejor y no tan lejano al que caminamos diariamente. Música para transformarse.






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