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Martín Güemes (h)

No jodan con Perón

Martín Güemes (h)

      En nuestra Argentina portuaria y cosmopolita, es decir: Buenos Aires, vidriera del país de los argentinos, centro del poder, la historia ha vuelto por sus fueros. En forma traumática, desaforada, ha invadido sus calles. Piqueteros, cartoneros, salteadores, son parte de la realidad cotidiana. En los últimos días, se sumaron los obreros, los sindicatos, cuestionando a la pequeña burguesía montonera (setentista) en el gobierno. Los carteles pegados por "La Fraternidad", fueron claros: "No Jodan con Perón". La nomenclatura kirchnerista, el establishment político, a pesar del viento a favor, de los logros económicos, fue un tembladeral de alambicadas sensaciones. Temen un boomerang, una revancha de la historia.
      Primero fue San Vicente con el tema del traslado de los restos de Perón. La larga columna de bonaerenses, de argentinos, que salió a despedir al General, los desorientó. No pensaron que todavía fuera así. Luego, vendría lo no querido. El enfrentamiento entre sectores sindicales, en la Quinta. Los medios de comunicación se encargaron de resaltar el patoterismo. La ausencia del Presidente, verbal y física, fue notoria. Prefirió borrarse, no embarrarse en los lodazales suburbanos. En el debe y haber de la historia peronista.
      Segundo fue la maniobra judicial contra Isabel Martínez de Perón, encierra dos situaciones, una actual (de distracción pública) y otra, a futuro, cuestionar nuevamente a Perón, a los fines de montarse sobre su avasallamiento. Su actuación no es la del pingüino, sino la de los teros, van pegando un grito en un lado, escondiendo los huevos en otro.
      En su memoria selectiva, Isabelita es parte de una historia que no quieren recordar, que prefieren suprimir. Ezeiza, su vicepresidencia, el 1º de Mayo del ‘74, la derrota electoral del Partido Auténtico en 1975, permanece en su actitud ante el otro, ante el compañero, como una afrenta no resuelta. La masacre y la expulsión de la Plaza de Mayo, es parte de su relato cazador de utopías. Por eso, hoy pretenden enjuiciar a través de su viuda, indirectamente, a Perón. Causante, según ellos, de las citadas situaciones. Aunque carguen las tintas sobre López Rega, ministro de Bienestar Social de Cámpora, Lastiri, Perón e Isabelita. Que López Rega fue expulsado por los obreros, muerto Perón, en el último tramo del gobierno peronista de 1973-76. De eso no se habla. De los cinco años de prisión de Isabel, desde el 24 de marzo de 1976 al 8 de julio de 1981, tampoco.
      El porteño de Corrientes y Esmeralda, descripto por Scalabrini Ortiz, ya no es el mismo de ayer, pero... evolucionado, hoy intuye que los vientos están cambiando. Igual sucede, con el hombre que está solo y espera, en nuestro interior feudalizado. Algo se mueve. El poeta español Antonio Machado decía: "En el campo de la acción política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela."
      "Yo, al peronismo lo he dejado atrás", expresó Juan Domingo Perón, en 1972. Ese mismo año, el 17 de noviembre, retornaba al país. Etapa política que, lo encumbraría por tercera vez a la Presidencia de la Nación (con el voto del 62 % del electorado), culminando su paradigmática vida política, con su muerte el 1ª de julio de 1974. Antes, ocurriría Ezeiza (20 de junio de 1973), la mayor concentración popular de nuestra historia (y quizás de Suramérica), tragedia y derrota de todos los convocados a esa fiesta popular. Que culminó en el desencuentro del pueblo con su conductor, por obra y arrogancia de los retardatarios (López Reguistas) o apresurados (Montoneros). Unos y otros se encargarían de justificar la violencia. Patria Socialista o Patria Peronista, esgrimieron. Lo cierto, lo visible en los rostros desgarrados por la violencia, es que el pueblo volvió derrotado, intuyendo la frustración participativa, democrática. Los reaccionarios, agazapados, empezaron a saborear, a partir de allí, su posibilidad. ¡Volverían a detentar el poder! ¡Una vez más, habría vencedores y vencidos! Sus memoriosos escribas, historiadores o sociólogos, confirman: Ezeiza, la perversión intrínseca del movimiento nacional justicialista. Sus contradicciones fascistas o marxistas. Total, para ellos, el pueblo está de más. No son buenos ni malos, son incorregibles. Era hora de terminar con  la demagogia, con el populismo. No habrá más penas ni olvido escribió Osvaldo Soriano. La novela de Perón, escrita por la becada pluma de Tomás Eloy Martínez, es su mayor mérito imaginativo e interpretativo de la vuelta del caudillo.  
      Argentina vivió entre 1976 y 1983 una orgía de violencia. Pero ¿dónde está la raíz de ese mal? ¿A qué fechas se remontan sus vísperas? Hay un momento crucial: el 16 de junio de 1955. Lo ocurrido ese día no tiene parangón en nuestra historia. Es difícil encontrarlo en el mundo entero como no sea en el arrasamiento de Guernica, la aldea sagrada de los vascos, por la aviación nazi el 26 de abril de 1937. Pero España estaba entonces en plena guerra, una contienda civil que era en realidad internacional. El bombardeo de una ciudad abierta, inerme -hubo más muertos en Plaza de Mayo que en Guernica- sólo puede explicarse porque en el seno de una sociedad se ha incubado un odio tan intenso como irracional. El golpe de estado de setiembre de 1955 tuvo una vigencia política de dieciocho años. Inauguró un ciclo histórico que se extendió hasta 1973." ("El Posperonismo" por Álvaro Abós)
      (…) Entre los peronistas nadie quiere detener el juicio contra la Triple A. Seguros de que Perón e Isabelita no tienen nada que ver. Más también desean conocer la verdad sobre los asesinatos de dirigentes sindicales y otros miles de trabajadores antes y durante la tiranía, destacándose entre otros hechos impunes el bombardeo de la ciudad de Buenos Aires del 16 de Junio del ‘ 55 y los fusilamientos de 1956. ¿O a los peronistas no alcanzan los derechos humanos? ("Ni Perón ni Isabelita hablaron nunca de asesinatos, secuestros, ni torturas"  Enrique Oliva.
      A nuestro criterio, el comienzo de la violencia, como instrumento revolucionario, son los asesinatos de Vandor y Aramburu. De los cuales, ¿se conocen sus ejecutores? El comienzo de la actuación nefasta de Montoneros, de sus cabecillas, sobre todo Firmenich (la otra cara de López Rega), pero no de sus instigadores o aliados. El esclarecimiento de estas muertes, de sus consecuencias, nos aclararía bastante el tenebroso trasfondo de nuestra frustración nacional. Del sacrificio de parte de nuestra juventud, de una generación idealista, nacional, inmolada en la violencia nihilista.
      El verdadero debate, ayer y hoy, es: ¿cuál fue el proyecto nacional de Perón, en 1973? ¿Qué significaron, López Rega y Gelbard, los dos ministros inamovibles, de su gobierno? ¿Los capitales europeos y soviéticos, como alianza para el desarrollo autónomo de nuestro país? ¿La búsqueda de un equilibrio dinámico, ante el poder transnacional norteamericano? Lo que no está en duda, a nuestro criterio, es que Perón fue fiel a su conducción nacional, cuya columna vertebral fue la clase trabajadora organizada. Los sindicatos. El asesinato de Rucci fue un golpe mortal al proyecto de Perón.
      El golpe cívico-militar de 1976, fue la reacción al modelo nacional de Perón. La unión de la Trilateral (Videla-Martínez de Hoz con la Propaganda Dos, Massera-¿Pio Laghi?). La guerrilla, aliada táctica, golpista, contribuyó notoriamente a la caída de Isabel Perón. Por ello, en este año 2007, la superación de Perón, pasa por Perón.






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