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Marta de la Killcana

La poesía de Cecilia Pavón

Marta de la Killcana

¿Quién sabe de qué material están hechas las puertas de la felicidad?
Yo no las vi nunca. Nunca se me aparecieron las escalinatas que conducen hacia ella,
cuando viajé en colectivo la tarde me hirió con su sable de luz,
y muchas más cosas me hirieron.
Y repetí encaprichada la misma canción de siempre:
"lo que realmente quiero, lo que de verdad quiero es un pantano".

 

            â€œNo soy dark
            Soy intensa
            Mi habitación está desordenada pero no soy dark”.

      El poema de Cecilia Pavón le sigue a otro escrito en letras mayúsculas:

      â€œNO ME IMPORTA EL AMOR
      ME IMPORTA LA PLATA”

      Aforismos que concluyen una experiencia. La poesía es la inquietud de un hombre que camina. Producto de un tiempo que mira la violencia, el fetiche, la soledad. Un artista tiene la obligación de caer en la obsesión porque sin el trabajo riguroso no puede llegar a ningún lado. Sólo el trabajo puede dar frutos. “Cosecharás lo que sembraste”, dice el último verso de Perfect day, la épica de Lou Reed.
      La inspiración es producto del trabajo, dice más o menos la frase de Picasso. En la puerta del estudio del diseñador Glaiser se puede leer: The art is work.
      â€œNo soy dark, soy intensa” indica una negación. El “no” inicial niega la personalidad del autor que acaso es juzgado. El dark, lo oscuro, del final del verso, nos refiere un tiempo y un lenguaje poético determinado por el lenguaje popular, producto de un matiz de la realidad. Lo “dark” y el “no” son las palabras que la poeta decide manejar en su lenguaje de mixtura, hibridez e integración; que nos refiere un lugar y que adopta esas marcas del contexto dentro del lenguaje y que son justamente las marcas de una ciudad latinoamericana como Buenos Aires.
      â€œMi habitación está desordenada pero no soy dark”, escribe en el ultimo verso y en la palabra “habitación” se cuela otra vez una marca que refiere al mundo moderno: La habitación como un lugar cerrado, sin salidas, como nuestro cerebro que está desordenado pero que en ese desorden consigue un orden nuevo, diferente al resto y que nos acerca a la mente del artista pues es el artista el que vive en una habitación que para el resto, que juzga, está desordenada. No pertenecer al orden es caminar en la vereda del frente, en un lugar contrario, que abre su propio camino, volviéndose arte verdadero.
      La poesía de comienzos del siglo XX tiene la obligación de ser violenta y esa violencia la encontramos en la elección de las palabras, es decir, en los temas que se deciden tocar. Elegir una palabra es limitar el tiempo.
      Dentro de unos años quizá nadie sepa lo que quiere decir “dark”. En este mismo momento, en las ochocientas veinte viviendas, la poeta Viviana Carra, no sabe qué quiere decir con “dark”…
      La palabra “dark” no sólo refiere a un cuarto oscuro, o guetos urbanos de cuero y maquillaje sino que también en las letras R y K se encuentra un sonido que la palabra “oscuro” no nos ofrece. Lo “dark” abre nuevas posibilidades de sonido y entonces recordamos que esencialmente la poesía es sonido.
      El poeta elige la palabra para extender la música interna y en Cecilia Pavón vemos que esa poesía interna tiene choques punk-fonéticos, que nos acercan a la palabra “dark”  y a un nuevo mundo ni popular ni comercial, sino cerrado y lúcido. Lo “dark” no sólo es lo oscuro sino que también nos induce a la agresión. La poesía tiene acaso la obligación de interpelar al lector, sino no tiene sentido ni leerla ni escribirla.
      La literatura tiene que ser violenta. Alimentarse de diferentes fuentes y dar nuevas formas.
      La belleza de la violencia aparece por la referencia que nos hace de la realidad, de una realidad marginal, en donde se camina por ciudades que no son nada sin las palabras del poeta: “si algo odio de Buenos Aires, Es que la gente no se conecta cuando baila” y en donde cumple a la perfección la obligación de tener una mirada critica de las calles, “A la noche fui al teatro a ver a Chabela Vargas, sólo en Argentina se aplaude tanto. Yo quería llorar en silencio con las canciones, quería estar en una cantina pero la multitud gritaba, rompía en mil pedazos la ola de melancolía que ella dejaba caer sobre mí”… “estoy intoxicándome con los cigarrillos de contrabando que vende la gente de Vietnam a la salida del subterráneo. Soy penetrante y masculina, me visto con ropas de soldado compradas en una boutique del barrio árabe, llamada Trendy armée”. Ella es un flaneur de las calles y avenidas de Alemania y La Boca. Esto se manifiesta, como indicamos arriba, por el choque que las palabras inglesas o alemanas producen en unión con las palabras españolas: “messerkampf es el juego más violento del mundo”. Dicen que la mixtura es el futuro y en       Pavón encontramos la belleza de la violencia en la unión de palabras españolas, como en “no hay un solo ángel cerca / Soy alguien sin nada que hacer / en busca de heroína y amor” o “quiero más de la vida hardcore a tu lado”, con uniones idiomáticas como en “Cecilia te quiero porque tenés GIPSY STYLE HAIR”. Entre esas uniones se puede encontrar lo que algunos denominan estilo, vemos en la poesía una forma de vida, una forma de escritura y una forma personal del uso del lenguaje.
      La belleza de la violencia también aparece en los objetos que se eligen: “sin mirarnos a los ojos / nos abrimos el estómago a cuchilladas”. En la elección de esos objetos encontramos una solución: Entre el objeto y nosotros, como entre la palabra y nosotros, encontramos el transcurrir de la vida entre la mierda y el placer. Es en ese segmento en donde todo encaja. Son esos objetos los que reaparecen, los que se compran, los que alimentan nuestra vida y nos dan instantes de satisfacción que se colman y se esfuman dejando un vacío que es necesario rellenar; se reproducen en nuevas poesías que describen la belleza, y calman ese instante de eternidad y muerte, en el hombre y las palabras, que sea acaso el sentimiento trágico que nos dan malas noches y que desmenuzó Unamuno a comienzos del siglo XX. La insatisfacción nos vuelve parásitos de la ciudad que necesita alimentarse.
      Elegir un lenguaje es descartar otras posibilidades de mundo. Es aceptar una verdad, personal, relacionada a la propia experiencia. Elegir la poesía en Cecilia Pavón es algo más que elegir una forma de decir el mundo. Creo que es más que elegir un estilo de vida: “no pienses en la poesía / pensá en escribir algo que sea verdad”. En esa relación con la verdad, con lo auténtico, se encuentran vínculos con el realismo, que siempre aparenta ser crudo, y con el romanticismo, que es perder la lucidez para darle espacio a la pasión. Hay quien escribió “pasión por la razón”, como un aforismo disparador de filosofías.
      Intentar decir la realidad es decir la violencia cotidiana.
      Caparrós escribió que los genios definen. La literatura es la conclusión de una experiencia. Es exorcizar una vida. Es redefinir el mundo. Cada palabra concluye una realidad.
      Pavón define el baile indirectamente como “cada uno de los participantes inventa algo e inspira a los demás y así se va formando una especie de red, que termina en comunión” o  “le propongo  que vayamos a discotecas y nos entreguemos a la música, para olvidar todo”, define un mundo sin comunicación, distante, más bien frío.
      Saber es una conclusión, y ahora sabemos, después de leer su experiencia que “la música no va salvarte” y que es una “tonta, porque las mujeres existen sólo en su condición de misterio (soy una perra que ama hacer el amor en palliers, ascensores y baños de restaurants”).
      Exorcizar una vida es ponerle fin a otra. La palabra es una conclusión. Leer y escribir  poesía es morir constantemente, leer y escribir es renacer a cada instante como alguien nuevo, blanco, que vuelve a mandarse las mismas cagadas de siempre y que por eso escribe, compra, lee, otro libro nuevo.
“tener colgado en la habitación el disfraz de la muerte no ayuda a nadie”.  Nombrar algo es conocer nuevos mundos. Cada palabra imagina nuevos mundos. Un poeta está fuera de la realidad, en el mundo de las palabras. Camina al margen, borroso a veces, y más claro otras noches.  Mira la ciudad, da vueltas, camina, y en la palabra intenta encontrar el otro que lo justifica. La palabra es un cordón al mundo. Es la palabra lo que vuelve al hombre real y justifica su vida. No existe, sabemos, si el otro no lo nombra: “fumo sin agarrar el cigarrillo y camino descalza lastimándome los pies con las astillas del piso me acerco a las ventanas me apoyo contra el vidrio y lloro”.
      Después de todo está sola: “pasan los días y no llamás a los teléfonos anotados con letra tan pequeña  en papelitos / los dejás en el balcón y el sol les borra los números”. El balcón es la única salida de la ciudad.
      En ese caminar está descolocada. Caminar y caminar por los hilos del cerebro o las calles de la ciudad que acaso sean lo mismo; y en esas conclusiones que Pavón nos ofrece aprendemos que siempre está el “éxodo es interior”. Así, cualquier movimiento de la vida moderna es sólo interno y depende de nosotros. Un movimiento interior constante que es ayudado por objetos que nos acercan a una grandeza siempre efímera. La muerte es un irse continuo. Si la palabra es una conclusión, un final, una muerte, entonces el poeta sólo divaga entre morir y renacer: “siempre se puede recomenzar / nunca se puede recomenzar / por segunda vez, al cerrar los ojos / pienso en una calle de Londres”.
      Si acá estamos mal es porque afuera se está mejor. Después, cuando vamos afuera, también estamos mal, y creemos que lo mejor está pasando en otro lado, y después vamos a ese lado y ahora lo mejor está en otro. En un camino perpetuo que nos intente acercar a la felicidad, está el poeta que en la palabra quiere alcanzar los espacios que lo consuelen. Nueva York, el poema que cierra el libro caramelos de anís es acaso un sueño que al nombrarlo se vuelve real, en la poesía que por esencia también, es una gran mentira.
      â€œQuiero ir a Brooklyn para escribir bien vivir sola en un cuarto alquilado componer mi primer canción tener mucha o poca plata comprar flores y lentes de sol empezar un diario: me gustaría ser escritora y vivir en otro país”.

8/20 Viviendas, Jujuy, Argentina, 2005.






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