Ernesto Altea
Espero que Dios me perdone por mi enorme ignorancia polÃtica, pero me gustaba más la actitud de Eduardo Fellner cuando con toda sinceridad decÃa en una cena con empresarios hace menos de dos años, que no querÃa ser candidato a gobernador de Jujuy nuevamente. También me pareció una actitud respetable la de Rubén Daza cuando, por esa misma época, firmaba públicamente un pacto con los radicales para oponerse a la modificación de la Constitución provincial que permitirÃa la tercera reelección de nuestro gobernador.
Independientemente de mis desacuerdos con sus respectivos accionares polÃticos, me pareció respetable que dos hombres con trayectorias tan importantes dentro de la polÃtica local, tuviesen el valor de decir lo que piensan y actuar en consecuencia. Eso se llama integridad.
El tiempo y los sucesos de nuestra polÃtica nacional se encargaron de mostrar que el mejor camino es siempre el de la coherencia puesto que, si uno actúa de acuerdo a sus convicciones más profundas, después no tiene que dar explicaciones para justificar sus repentinos cambios de conducta. Coincidentemente ambos dirigentes recurrieron al mismo responsable para explicar el giro en sus decisiones polÃticas: âfue un pedido de Kirchnerâ. Â
Que diferente hubiera sido para mi, si el uno hubiese sido siempre coherente con ese deseo manifiesto de retirarse del gobierno entregando una provincia más segura institucionalmente, con su economÃa en crecimiento y una sociedad aprendiendo a convivir mejor. Y cuanto me hubiese gustado ver a Daza plantarse sobre sus convicciones para honrar su compromiso público.
Me hubiesen parecido gestos de grandeza con un claro mensaje de consolidación de las instituciones democráticas. Algo asà como âlas convicciones no se negocianâ.
Los procesos sociales no son lineales y mientras algunos sectores avanzan, otros se estancan o inclusive retroceden. Sin embargo mirando nuestra sociedad en conjunto siento que estamos viviendo una época extraordinaria en la que la ciudadanÃa evoluciona cada dÃa tomando decisiones que son un avance esperanzador hacia una democracia más participativa y madura.
Asà como a fines del 2.001 las calles vibraron al son de âque se vayan todosâ y se terminó yendo el Presidente, a pesar de lo cual nadie fue a golpear las puertas de los cuarteles; ahora el âvoto dignidadâ de Misiones me parece un mensaje del que todos los dirigentes del paÃs debemos sacar alguna enseñanza, inclusive los radicales que parecen querer apropiarse de un resultado que claramente le pertenece solo a un pueblo que quiere madurar en su participación democrática. Digo bien que todos debemos aprender ya que el mensaje no solo está dirigido a Kirchner, que por lo visto tomó rápida nota y movió sus fichas en consecuencia, sino también los empresarios y demás dirigentes sociales, iglesia incluida, para asumir la responsabilidad que nos cabe como formadores de opinión.
Porque los pueblos escuchan a los dirigentes, se nutren de su pensamiento y tratan de discernir entre las promesas demagógicas, los fantasmas inexistentes y las verdades a medias. Y cuando la oscuridad de las cosas está tan clara como en Misiones, la expresión popular revienta el forúnculo polÃtico permitiendo que drene el veneno y se alivie toda la sociedad.
En cambio cuando los dichos y hechos de los lÃderes aportan medias verdades, agitan fantasmas y enervan las sensibles fibras sociales, los problemas se consolidan y extienden como una infección que corroe el cuerpo social. Situación que está ocurriendo actualmente en Gualeguaychú, con el lamentable asunto de la radicación de las pasteras en el Uruguay. Allà la sociedad ha sido enervada por sus dirigentes y llevada al paroxismo de la acción para defender una causa por lo menos dudosa, a tal extremo que ahora, abandonada por sus antiguos liderazgos enervantes, se debate en la soledad haciendo gestos inútiles frente a dos paÃses que los contempla azorados. Como corolario nuestros bravos dirigentes han tenido que recurrir al rey de España para que desate el nudo que ataron.  Â
Nuestra joven democracia está ávida de causas valiosas para apoyar. Busca detrás de los temas importantes tratando de encontrar valores que la movilicen y la orienten en la acción. Y es obligación de los dirigentes proponer estos valores y ofrecerlos como señales del cambio que desde hace tanto tiempo venimos buscando. Señales que hoy nos dan los misioneros y los entrerrianos desnudando las debilidades de los lideres que prefieren âservir a la causaâ que ser fieles a si mismos dando testimonio de integridad con su propia vida.Â
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