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Laura Barberis

Hablemos de Política
Tanta gente en la calle

Laura Barberis

 

      Entre la Fiesta de los Estudiantes en setiembre; la Expojuy, que terminó hace pocos días; las peregrinaciones a Río Blanco y el Encuentro de Mujeres, enormes cantidades de gente fueron y vinieron y van y vienen en los horarios que más convocan, entrecruzándose, mirándose, acoplándose en sentimientos comunes, ignorándose también; riendo o cantando todos juntos en alguno de los espectáculos; serios, amables, hoscos, tímidos o extravertidos; de todo, la naturaleza humana; la especie, tan frágil, tan misteriosa; las personas parecen tan indefensas cuando andan solas en medio de los demás.
      Cuando veo a tantos niños, chicas y muchachos, gente grande; dos o tres mujeres juntas, parejas de todas las edades, ancianos solos o acompañados, dos o tres tipos charlando; un grupito de adolescentes esperando a la banda preferida; otro montón lamentándose por Gimnasia en una esquina, y todos, tantos, muchos, caminando hacia el desfile, la elección, el Estadio, el Parque San Martín, la Vieja Estación, pienso lo obvio -una obviedad jujeña ¿qué más?- y es que no parece la misma gente que habitualmente está en las calles, o frente a la Casa de Gobierno o la Legislatura, reclamando aumento de sueldos o más planes, más bolsones, nombramientos, trabajo en blanco; acampando en la Plaza Belgrano; todos esos que piden lo justo y también aquellos que con palos y las caras cubiertas, mantienen el negocio de los jefes de la banda.
      Es verdad que estoy muy impactada por la nota “La multitud, el mal y las instituciones del futuro” del italiano Paolo Virno y también es verdad que hace mucho que no se veía tanta gente durante tantos días dando vueltas por la ciudad; seguramente fue la concurrencia de las dos cosas, lo que me llevó a pensar desde otro lugar, que los habituales, sobre cómo estamos viviendo en Jujuy estos tiempos de obras públicas, pre reforma, nueva ley de educación, la frustración del Patrimonio, el crecimiento económico rápido y voluminoso que de nada le sirve a tantos, tantísimos pobres; la pequeña ilusión, todavía, de que el gobierno de Kirchner sea otra cosa; las ganas de que el sentido común y un poco de orden, del buen orden -no ya la imaginación, la poesía o la inteligencia- ganen terreno en las políticas públicas.
      Toda esa gente en la calle no parece culpable, o mejor dicho no parece responsable de nada malo, tampoco de nada bueno. Simplemente parece, parecemos, vivir en una somnolencia colectiva; se fueron amortiguando el estupor, la indignación, la sorpresa por los veloces cambios que lastimaron y deterioraron al país y a la provincia. La ligera esperanza de los últimos tiempos tampoco aviva demasiado el interés, tampoco entusiasma a nadie. La sociedad transcurre sus días en un sopor del que poco se habla, en un letargo donde no funcionan las alertas.
      Vuelvo al Virno de las páginas centrales que asegura que vivimos una "madurez de los tiempos en la que es concebible una esfera pública por fuera del estado. Eso significa que es realista construir instituciones pos estatales, que rompan el monopolio estatal de la decisión política, y que resuelvan el problema de cómo mitigar la agresividad del ser humano, su carga destructiva y autodestructiva.       Define a las instituciones como el modo en que nuestra especie se protege del peligro y se da reglas para potenciar su propia vida. Considera que pueden ser ejemplos de dichas instituciones desde grupos de piqueteros hasta la lengua materna, pasando por los ritos con los que se alivian y resuelven las crisis de una comunidad”
      Me pregunto si eso será tan cierto, tan definitivo, para cualquier sociedad occidental y, de serlo, cómo tenemos que analizar al somnoliento presente jujeño, porque tampoco se perciben en la provincia indicios de ninguna otra violencia que las propias de la inseguridad o de los movimientos -casi tácticas comerciales- de alguna organización de protesta; quiero decir que no se siente, no hay evidencia, no se advierte la posibilidad del surgimiento de algún movimiento popular -lo que tampoco, por otra parte, pasa en el país en general- que tienda hacia un cambio profundo, que reúna y conduzca las necesidades del pueblo hacia modificaciones sustanciales, estructurales, en las políticas públicas. Quiero decir que -probablemente con sempiterna ingenuidad- que si la prioridad fuera que la gente viva mejor, ya se tendría que estar viendo.
      Volviendo a Jujuy, tampoco se da ningún debate en los partidos políticos, los intentos de algunas fundaciones u ONGs -por lo menos en las convocatorias públicas que hacen- son penosos, lamentables, inconducentes. Y muchos hombres y mujeres que podrían quizás ejercer el pensamiento con otra creatividad, prefieren el fútbol de veteranos, ocupando el campo de juego o la tribuna según les corresponda.

      Ud. pensará que tanta gente en la calle me produjo cierta melancolía. Pero no, en realidad en nuestra somnolencia quizás haya una forma de sabiduría que nos está salvando de dramas sociales más graves que, a pesar de todo, no nos han caído sobre la cabeza.               
      De todas formas es hora de ir observando un poco más lo que nos pasa. Curiosamente, si hay un ámbito en el que, a pesar de lo destruido que está, algo de “pensamiento nuevo” surge, es en el del sistema educativo; se percibe en adolescentes y jóvenes, en docentes de todos los niveles y en las propias autoridades del área, las que vienen del ámbito político-pedagógico. Quizás de allí venga la cosa. Habrá que ver.
      Por ahora me parece que nos vamos de los cálidos y resecos días del invierno -el clima sí que cambió- a los cálidos y lluviosos del verano en una siesta de lagartos, que no nos dejar ver cómo sí crecen y crecen aquellos que tienen por Dios a la codicia, en sus formas legales o mafiosas; a esta altura da igual. Antes era pan y circo. Ahora, bolsones y TV.






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