Estimados amigos:
Un personaje notable de comienzos del siglo XX y que diferÃa de la mayorÃa de sus contemporáneos fue Bernard Shaw. Casi tres décadas atrás, con el advenimiento de la Democracia en Argentina, la lectura de algunos de sus conceptos me indignó tanto al punto de generar mi repulsa. Hoy, sin embargo, al releerlos, rescato y pongo a la consideración de los lectores algunas de sus creencias. Cuando en mi querida Jujuy analizamos el embate Gerardo (Salas) â Milagro (Morales) que tanta dimensión adquirió en los medios de comunicación, discurre en mi memoria que, para B. Shaw es prácticamente imposible que al hombre marginal, el hombre al borde de ser pillo nato, pueda tenerse a raya sin un verdugo en último término. AsÃ, consideraba, exterminarÃa sin piedad los ociosos parásitos e improductivos en general, y la gente violenta y rapaz que derrocha la vida de la gente razonable que debe cuidarlos. También creÃa que el gobierno no es otra cosa que la organización de la esclavitud necesaria, y su primer deber es cuidar que nadie escape de la parte que le corresponda. Para él la libertad empieza cuando la jornada de trabajo termina. Por otra parte, reflexionaba que nuestro método parlamentario de poner un partido para hacer el trabajo de la Nación y otro partido para impedÃrselo, es sólo una excusa para no hacer nada sino charlar, y que todo eso termina ante el positivismo fascista o comunista. El problema de la democracia es cómo dar a los gobernantes todo el poder, menos el poder de seguir con su oficio si dejan de cumplirlo. Arturo Canedi.
|