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Hablemos de política
El fenómeno social está fenómeno

Laura Barberis

Laura Barberis

      Ya en pleno descanso, con los turistas dando vueltas, las vacaciones escolares y otros recesos, pienso, especulo, imagino qué es lo que va a pasar cuando comience la segunda mitad real del año, una segunda mitad más corta en la que va a haber definiciones, hechos, decisiones que, por lo que van a implicar, incidirán para bien o para mal por muchos años en la provincia, o sea que nos involucran a todos, a todos nosotros, aún a los que no se dan cuenta, sobre todo a los que no se dan cuenta, que son muchos.

¿Qué definiciones, hechos y decisiones?
      Entre otros, el nivel con que la dirigencia maneje los últimos capítulos de la saga intitulada “Reforma sí, Reforma no” (tema sobre el que hay bastante material en esta edición y anteriores como para abundar en esta nota).
      La sinergia que le imprima el nuevo ministro Hugo Tobchi a lo que tiene que ver con la producción, léase chicos, medianos, grandes, emprendimientos de cualquier dimensión, cooperativas, empresas, empresitas, pero sobre todo si va a poder desarrollar políticas que puedan llevar a algún lado a tanta gente que tiene la esperanza de qué,  haciendo algo puede mejorar su vida y la de su familia; de afuera parece arduo, sí, pero no tan complicado. La fórmula ya la encontraron en el Norte de Italia hace apenas veinte años: trabajo, creatividad y gestión. La cuestión, el problema, es que dado el ánimo (y la necesidad) social, Tobchi tiene que mostrar resultados a corto plazo, por lo menos algunos; otros, más complejos, de mayor planificación y proyección, podrán verse a mediano y largo plazo, pero en lo que hace a la comercialización de los numerosos productos artesanales, tradicionales o urbanos, las pequeñas y variadas manufacturas locales, requieren de una rápida contención en cuanto a insumos y comercialización. Eso es para ayer. Cuesta entender por qué hasta ahora se hizo tan poco. Seguramente el Instituto de la Calidad, con una estructura adecuada, que no la tiene, y otra filosofía fundamentalmente, puede ser clave en este tema. Digo otra filosofía, por que por lo menos a mí no me queda claro, una vez que fueron calificadas las pocas grandes empresas, cuya calidad de producción igual es conocida nacional e, inclusive, internacionalmente, de qué se va a ocupar, para quiénes, cómo va a hacer las cosas y qué cosas sobre todo.
      Por otro lado tengo una enorme curiosidad por conocer con qué esquemas Liliana Domínguez, ministra de Desarrollo Social, va a encarar, acotar, ordenar, dinamizar y, sobre todo, depurar la enredada estructura que ahora tiene a su cargo. La verdad que ningún área de gobierno aparece como fácil y cómoda por estos tiempos, pero la social, en un sentido compartida por todas las carteras y aún por los legisladores y aún por la oposición, por su posibilidad de “dar”, sumándole el “¿enrarecimiento?” (ni se como decirle) que las actuales organizaciones sociales instalaron a partir de revolucionar la realidad con el dinero oficial, o sea el de todos nosotros, la verdad que Liliana Domínguez está como frente a un mar encrespado, habitado por variada y furente fauna, en el que los pobres, los desamparados, los carenciados y los excluidos, aunque son tantos, ocupan mucho menos espacio que aquellos que en su nombre, comen, se visten, viajan, compran vehículos, inmuebles y vaya a saber qué y cuántas otras cosas. Pero soy optimista, porque creo que la ministra sabe nadar. Quizás se decida a implementar para los bolsones alimentarios ¡y programas! el sistema de tarjetas que algunos municipios bonaerenses ya están usando y que elimina la sordidez de ciertos punteros políticos y cierta dirigencia piquetera.

Los temas de fondo

      Casi todos lo son. Pero para seguir con la línea argumental, otra de las cuestiones que seguramente dará señales en la próxima mitad del año, va a ser la forma en que se encarrile en Jujuy el accionar de las organizaciones sociales. La CCC, con sus cortes, quebradas y deserciones y el llamado a silencio de la mayoría de sus dirigentes está, creo, como más acorde con la realidad. Los otros grupos son pequeños y de poca incidencia, tanto política como social. Claro, después está la “organización” de la CTA. Políticos populares en serio, genuinos, no se ven por ahora y desde hace mucho tiempo  lamentablemente
      Una digresión: se escucha mucho últimamente la “organización” de aquí, la “organización” de allá; me hace acordar que en los ’70, a partir de Guardia de Hierro, “organización”, “la orga” pasó a tener connotaciones especiales, un código que remitía a significados como “cerrado”, “vertical”, “autoritario”, “secta” “el fin justifica los medios”, etc. ¿Le suena? 
Volviendo al tema. La situación de agresión por parte de la CTA al resto de la sociedad tiene distintos niveles. Desde mi perspectiva, los más agredidos son aquellos que dicen representar y defender, porque son los que están atrapados por un autoritarismo implacable y probablemente la mayoría de ellos no advierta, no sepa, que es con su crítica situación, su adhesión y su dinero, que “la orga” compra llamativamente propiedades y vehículos sobre los que nunca fueron consultados y que las decisiones sobre el funcionamiento resultan de la voluntad de muy pocos, en una estrategia interna muy, pero muy alejada, de cualquier esquema político popular serio, digo como los muchos, diferentes, más grandes, más chicos, que se dieron, en tantos lugares del planeta, sobre todo en el cercano siglo XX 
      En segundo término es agredido el resto de la sociedad en su conjunto, no hay remisero, vendedor/a ambulante, médico/a, docente, enfermero/a, ama de casa, comerciante, quiosquero/a, servi moto, fletero, sicólogo/a, empleado/a estatal, empleado/a de comercio, camionero, personal doméstico, vecino/a del Centro y vecino/a de los barrios que viene al Centro, que no los putee. Ha habido últimamente algunos movimientos de distintos foros y entidades concretando reclamos al Gobierno, a la Legislatura y a la Justicia para que no haya más cortes de ruta y tampoco de calles. Evidentemente la céntrica  Alvear va a ser en cualquier momento un lamentable campo de batalla. Lo de la Alvear es como una loca metáfora de la escasez de pensamiento crítico y criterio político de la época. Se han comprado propiedades y camionetas, lo que tuvo fuertes críticas, pero los dirigentes no dicen “basta, no mientan, la plata salió de aquí o de allá; acá están los papeles y las cuentas claras”, por que la verdad no convence mucho eso de los ahorros de los recursos de las cooperativas, por que regularmente hay movilizaciones reclamando plata para seguir con las construcciones. Convocan a los beneficiarios de los planes por cientos, en vez de repartir en los barrios, haciéndoles pagar pasaje o caminar kilómetros a la gente, ignorante ésta de que su presencia en la Alvear es usada como una mera demostración de poder. Cuando hace pocas semanas algún sector oficial empezó a hablar más claro, otro acompañó los anuncios, los anticipos (¿?) de un atentado,  sobre los que, como era de esperar, no se supo nada más y ni siquiera contaron con el apoyo y la adhesión de la dirigencia nacional.
      No se qué va a hacer Eduardo Fellner, gobernador, con este tema, uno de los más complicados que tiene entre manos. Quizás deba diseñar él mismo una estrategia realista, continente, lógica, para ir manejando y modificando la cuestión gradualmente. Quizás deba advertir, como nos ha pasado a algunos, que a veces se espera a la policía y aparecen otros, haciendo un escrache o como elemento reactivo a la movida de otro sector de la protesta social. Este tema me parece a mí que no es para aprendices de brujo. Es para políticos.






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