MartÃn Güemes (h)
 La última vez que nos encontramos con FermÃn Chávez, fue en Mayo de 2.005; nos reunimos en un bar de la Avenida de Mayo, a metros de la calle Florida, en Buenos Aires. HacÃa más de diez años que no lo veÃa. Nos comunicábamos esporádicamente, y alguna vez accedió a que le realizara algún reportaje radial. Nuestro tema, nuestra comunidad espiritual: la historia del paÃs de los argentinos. Recuerdo que mis primeros artÃculos, los escribà en LÃnea, que dirigÃa José MarÃa Rosa, y Movimiento, cuyo director era FermÃn Chávez. Manuel Gálvez y la Constitución de 1.949, fueron materia de mis afanes. Pacientes con el joven principiante, aceptaron la publicación. Nunca olvidaré ese gesto, que me inició en estos avatares de la divulgación histórica. Ambos fueron generosos en su apertura a los noveles âescritoresâ y en enseñanzas a la juventud. Maestros del Revisionismo Histórico, y los más importantes de esa cohorte de pensadores, en su proyección al Movimiento Nacional Justicialista. ¡La conciencia histórica, y la identidad nacional, son parte sustancial, de su experiencia intelectual!
 Lo que llevo grabado en mis sentimientos, es lo que quiero transmitirles a través de esta nota. Esa noche porteña, este criollo, entrerriano, que era FermÃn Chávez, me contó nuevos aspectos de la historia contemporánea, de la cual fue protagonista comprometido. Era un auténtico heredero de la tradición rosista, que encarnó Juan Domingo Perón. También del federalismo provinciano, que asumió Hipólito Irigoyen. Humilde, parsimonioso, introvertido, aunque comunicativo y afectuoso, FermÃn transmitÃa con su apasionamiento bondadoso, su tradición popular. SentÃa un profundo respecto intelectual por Perón, y lo demostró en los numerosos libros que escribió sobre su personalidad, pensamiento y acción. Era un heterodoxo de la ortodoxia Justicialista. Un defensor lucido de la tercera posición. También admiraba a la âseñoraâ, cuando se referÃa a ella, a Evita, asà la denominaba, quizás como una forma de respetarla contra las diatribas oligárquicas. Fue profundamente Evitista. Sus obras y recopilaciones sobre su apasionante personalidad, dan fe. AquÃ, en una peña, en la década del 50 â me transmitÃa â entre poesÃa, historia y música, la conoció en una faceta nunca relatada. Mira MartÃn, me dijo, al preguntarle sobre su temperamento, ânunca la escuché decir una groserÃa, una agresiónâ, âsiempre escuchaba atentamente, nuestros poemasâ. Puede atestiguarlo, Leopoldo Marechal, José MarÃa Castiñeira de Dios, Juan Oscar Ponferrada, Arturo López Peña, Luis Soler Cañas, Osvaldo Guglielmino y otros, que frecuentaban la cita obligada de los viernes, en el Hogar de la Empleada... La peña se agotó en sà misma, por los acontecimientos, concluyó FermÃn, cabizbajo y meditabundo. La resistencia peronista al golpe de 1.955, rondarÃa su alma. Sus luchas. Me quedó su reflexión: Evita compartÃa la poesÃa de éstos nacionales, ¡peronistas! ¿Dónde estaban las alpargatas sÃ, libros no?. La âinteligenciaâ conservadora, liberal o socialista del paÃs que se niega a sà mismo, nunca entendió el grito popular, contra su negativa a entender al pueblo. PodrÃamos extraer, como conclusión, de lo que nos enseñaba FermÃn Chávez, en sus numerosos libros sobre el problema cultural y pedagógico de nuestra Argentina. En la introducción de su obra: âCivilización y Barbarie. El liberalismo y el mayismo en la historia y en la cultura argentinasâ, escrito en 1.956, decÃa: (...) La tesis central de estos ensayos está constituida por un asunto al que el autor ha dado de preferencia en sus preocupaciones de éstos últimos años. Me refiero al perjuicio moral y cultural que le viene haciendo al paÃs el falso concepto de Civilización que a partir de 1.837 le impusieron quienes por primera vez hablaron de la Barbarie americana en sentido negativo. La fórmula Sarmientina que trastorna los supuestos culturales de la Argentina hasta el punto de hacerle creer a los nativos que su civilización consistÃa en la silla inglesa y en la levita, trae aparejada una concepción naturalista de la sociedad bajo la cual han de sucumbir el ethos de nuestro pueblo y nuestra insipiente germinación espiritualâ. De esta tesis central, desarrollada a lo largo de su vida, FermÃn Chávez fue un maestro indiscutido, no suficientemente recordado, o valorado.
 Su máxima satisfacción, me dijo aquella noche, era su biblioteca personal y que dos bibliotecas populares, en la ciudad y provincia de Buenos Aires, las bautizaran con su nombre. (...) ¡Incidentes de la Civilización y la Barbarie que se enfrentan bajo palabras y nombres equÃvocos!... experimentó ese batallar y ese dilema en su propio ser de argentino que nace en tierras de tradición vernácula y que muere en recintos urbanos donde el Progreso es un puerto libre, abierto a todos los productos encontrados del mundo material y espiritual. (Refiriéndose a Francisco Fernández, antiguo soldado de López Jordán, FermÃn Chávez en la obra mencionada).
 Nuestra despedida fue nostálgica, curiosamente atemporal. Se dirigÃa hacia el sur, desde que nos conocimos vivÃa en la calle Chile 685, cerca de la ex Biblioteca Nacional. En la zona de San Telmo. Yo, como rosarino, malcriado en Bs. As., aquerenciado en Salta, residÃa temporalmente en un hotel del barrio norte. Cerca de la Plaza San MartÃn. Al abrazarlo, me dijo: âno vaya a darme un beso, eso es cosa de mafiaâ. Sinceramente, siempre me molestaron los âbesosâ entre hombres, le dije, compartiendo su sentimiento gaucho. Lo vi alejarse, con su boina, su paso âalpargateroâ por la calle Perú. Una mujer, vendedora ambulante, al verme contemplarlo, seguramente percibiendo mi afecto, me expresó: â¿guapo está su padre, no?â No pude desdecirla, era sin duda, como un padre espiritual. No solamente por sus enseñanzas, sino por su ejemplo. Los nacionales, los peronistas, sabemos que fue asÃ. Nunca pensé que esa fuera la última vez que compartiéramos un vino cordializador, y que volverÃa a verlo allà cerca, a una cuadra de la despedida, en el velorio que se hizo en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Donde poco tiempo atrás, fuera oportunamente declarado: âCiudadano Ilustreâ. Los asistentes al velorio eran representativos de la pluralidad de lo nacional. Las palabras de Ana Lorenzo y Alfredo Carlino, reinvindicaron el valor militante del compañero FermÃn Chávez. Un peronista sindicalista, en nombre de la Unidad Básica âTercera Posiciónâ, recordó la enorme generosidad espiritualy la valentÃa de Don FermÃn Chávez. Escuchaban atentamente Ana Colotti, directora de Hechos e Ideas, Julián Licastro, Ernesto Jauretche, Mariano Larreta, Ana Gammelson Pueyrredón, Alfredo DÃaz (edecán de Perón), y muchos militantes humildes. Después fue llevado al cementerio JardÃn de Paz. âFalleció el historiador FermÃn Chávez. TenÃa 81 añosâ. PodÃa leerse en páginas interiores de âLa Naciónâ (29.05.06). âMurió FermÃn Chávez, una mirada nacional de la Historia argentina. Fue un estudioso históricamente ligado al peronismo Con un pensamiento crÃtico, defendÃa la idea de la patria justa, libre y soberanaâ. DecÃa ClarÃn, en su edición del lunes 29 de mayo de 2.006. Su vida se apagó un 28 de mayo, en el hospital Méndez, donde estaba internado por una descomposición cardiaca.
 Como un signo del destino asumido, FermÃn Chávez fue velado en el mismo edificio donde Eva Perón tenÃa su despacho de la Fundación y en la sala que los legisladores denominaron: Juan Domingo Perón. En el féretro, a sus pies, estaba su gorra, sus anteojos y sus alpargatas. Las mismas que caminaron hace justo un año, en mayo, rumbo a su casa, en el barrio de San Telmo, humilde e histórico rincón de la ciudad porteña. Me parece verlo, nuevamente, con su paso paisano, quizás cansado de tantos desvelos por nuestra Patria... Adiós, maestro y compañero FermÃn Chávez.
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