De cumpleaños
La Narcisa me mandó a comprar el regalo para el cumpleaños de mi querida suegra. Yo querÃa comprarle un lugar en el cementerio, pero la Narcisa me dijo â¡bárbaro!, andá al centro, está lleno de boutiques de coreanos, o no sé qué sonâ. Ahà fui, pero como la qurida suegra parece la sombra de un horno, no encontré nada que le quedara bien y entonces partà hacia las boutiques de la Terminal, o sea las ferias de nuestros hermanos, los de más arriba del mapa. ¿Pagan todos sus impuestos?
Qué quiere que le diga, no podÃa decidirme con todo lo que habÃa: zapatos de plástico, cohetes, remeras de nylon (juntadotas de transpiración), dinosaurios de goma, conjuntos para lluvia, mini faldas de jean, lociones truchas, radios, compas, etc. Juro que no sabÃa qué comprar, encima me tentaba con el tremendo olor a comida del lugar. ParecÃa, como dice mi amigo, que âVillazón es una montaña de olor a guisoâ. Esto parecÃa un barrio con tal olor, pero claro, mezclado con el olor a flores no tan frescas, frutas que pasaban de maduras y, entre empujones y cuidando mis bolsillos, seguà buscando. Cuando me viene a caer en el pie una bolsa de papa que descargaban de un camión en horas desusadas. Me metà rengueando en esa pequeña galerÃa de especies pa ver si encontraba algo para mi golpe. Lo único que conseguà fue un fuerte dolor de cabeza, mezcla de los olores y no precisamente el fuerte perfume de las especies, asà que decidà no comprar nada pa la doña y como estaba en la terminal de ómnibus me pareció que tomar una pa cualquier lado y volver pa cuando hayan pasado los festejos del cumpleaños, era lo mejor.
Los vendedores de espejos
Me quedé mirando una vidriera de una boutique, asombrado del tamaño de las falditas y camisetas que allà se vendÃan; cuando levanté la vista entendà todo. Ahà estaba la foto de una modelo que ni les cuento. Me dije âbueeeeno, a caminar por el centro a verlas al naturalâ. En eso vi venir unas cuantas. Empecé a mirarlas por arriba. ¡Pobres!, la tintura para el pelo no les alcanzó, tenÃan todas las raÃces negras o con canas; pero bien maquilladas, con pestañas azules y polvo blanqueador. Parece que se miran en espejos chiquitos, que son más baratos. Seguà mi excursión anatómica y qué me encontré, bustos caÃdos, panzas llenas de estrÃas y celulitis. Más que panzas parecÃan paisajes de la Quebrada, por las arrugas, vio? No por su belleza. Pupos salidos, chorizos a la vuelta de la cintura. ¡ParecÃa una carnicerÃa! Las minis que no tapan nada; piernas torcidas; rodillas como tabas; pies con uñas sucias en zapatos con tiritas que dejan escapar los callos y juanetes, con talones rajados y los tacones para afuera.
Por eso protesto. Si los vendedores de espejos cobraran más barato, la gente se mirarÃa cómo va puesta.
Baldosas
VenÃa caminando, esquivando gente que en grupo charlaba en las veredas sin enterarse que habÃa gente que tenÃa que pasar, y, que ledigo, por abrir la boca, no vi unas baldosas que faltaban en la vereda y me fui de jeta al suelo; casi me pisan todos esos chicos que van apurados por llegar a ninguna parte cuando salen del colegio. Me levanté como pude y entonces me acordé de varias cosas. Por ejemplo, un dÃa iba con mi mujer, taba lloviendo y en una de ñesas, mi compañera pisa una baldosa floja, y se lo i dicho, âno uses miniâ, fÃjese que se ha mojao hasta la bombacha, que ese dÃa se habÃa puesto, con lo caras que son. Ahora va a tener que lavarla y todo.
Otro dÃa caminaba delante de mà una niña que venia chuequiando por la vereda, cuando un aujero se habÃa quedao con su grueso tacón. Los changos tironeaban de la cartera y como no podÃan destrancarla, se le han llevaos la cartera. Nadie se ha dao cuenta. Cuando la pobre empezó a los alaridos, ya los gentiles ayudantes habÃan desaparecio.
Otro dÃa, Demetrio iba distraÃdo libando su tetrabrik, cuando tropieza con una laja sobresaliente, y no les digo el baño que nos ha dao con el tintito. El Deme nos querÃa chupar la ropa asà que salà rajando.
Otra vez una señora que llevaba a su guagua en brazos, pisa una baldosa floja y la guagua vuela. Todos parecÃamos jugadores de rugby tratando de atajarla.
Otro dÃa una viejita que llevaba unas naranjas en una bolsa, mete la pata en un agujero y vuela bolsa y naranjas por el aire; qué le cuento, cuando cayó la bolsa, las naranjas habÃan desaparecido, ¡son rápidos los changuitos!
Por eso me voy a mi pago, ahà uno sabe que si llueve, hay que caminar por las piedras que están firmes, sin que la Muni se ocupe de acomodarlas. Si hay basura no es problema, los chanchos se la comen. Digo yo, ¿si pusieran unos chanchos pa que limpien la suciedad de nuestras calles, no serÃa bueno? La Remigia ha dicho â¿y el olor?â, yo li contestao âque los chanchos se acostumbren al mal olorâ.
A pesar de todo, Jujuy me gusta. Dicen que si uno toma agua del RÃo Chicco uno vuelve, pero le juro que no mi animao. Ha visto todo lo que hay por todo ello.
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