Enrique Ramos
Esta mañana estuve en Casa de Gobierno. Antes de llegar mi amigo (el que me llevó en su auto), me aclaró: âMirá te voy a dejar por la parte de atrás asà aprovechás la rampaâ, pero la rampa de acceso no estaba, es más nunca estuvo. Al toque llamé a un policÃa, el hombre muy atento, después de un âespere por favorâ, averiguó por teléfono e indicó que debÃa subir las escaleras o bien dar la vuelta para que la orientación fuera mejor. Eran las siete de la mañana en punto. Y dà la vuelta nomás.
Allà me encontré con la puerta muy arrimada, y obviamente con las otras escaleras. Luego de algunas señas tipo âpenado 14â, fui atendido por otro amable policÃa. Me escuchó con suma atención y dijo: âA ver, espere un poquitoâ, y esperé un poquito. Mientras tanto observé la ciudad semidormida, hacÃa tanto que no andaba por aquÃ. El cielo plomizo, cargado de lluvia, yo rogaba que no se largara por lo menos hasta que concluyera mis averiguaciones. La Casa de Gobierno se veÃa grande desde abajo, digo, desde el primer escalón.
Al fin regresó el servidor público con otro, y, cortésmente se ofrecieron a ayudarme a subir las escalinatas, porque podÃa âsaciar mi curiosidadâ en el primer piso, además todo se âactivabaâ a las 8 hs. Me negué...que sé yo... eso de que te alcen genera nervios, ¿y si nos venimos los tres en banda?, pensé.
Aquellos que somos discapacitados, como yo, entendemos estas cuestiones. Agradecà (como de costumbre) y expresé que esperarÃa allà mismo hasta que todo se âactiveâ y que algún responsable bien podÃa bajar y no yo subir. Uno de ellos dijo: âSi, pero no puede estar aquÃâ. Reconozco que yo estaba algo calentito, no sé... las escaleras me ponen de mal humor... -Ah, no puedo -, dije algo irónico. -âNo, no puede. No es adecuado.â-¿Y por qué es inadecuado? -âQue no, porque noâ. Eso fue todo. ¿Tendré aspecto de ladrón?
Al fin le pedà permiso a las esculturas de Lola Mora y me senté en un banco de granito. Y como tenÃa un montón de tiempo...¡era tanto!, mi cabeza no pudo con el genio de pensar y repensar estas situaciones y otras anexas. Creo que lo primero que vino a mà o desde mÃ, fue el tema del tiempo. Hace veinte años que vivo en Jujuy y pasé varias temporadas en esa misma Plaza Belgrano, exponiendo con mis colegas artesanos, incluso en la Catedral, que también tiene escaleras y ninguna rampa (âsetenta balcones y ninguna flor...â), pero bueno, quizás allà tenga un sentido âsobre el esfuerzo fÃsico (y el riesgo), que todo cristiano debe hacer para llegar al Señorâ, y llegué a la conclusión de que estas cuestiones sectarias no habÃan cambiado. Quizás no habÃa tantos cristianos discapacitados o viejos, y quizás en la Casa del Poder, sólo entraban âunos pocosâ, de hecho los aptos para subir y bajar por sà solos. Sea como sea, tanto la Catedral como la Casa de Gobierno son muy bellas y llenas de poder.
Sentado de un lado y de otro, prendà un cigarrillo y otro y otro. Todo dolÃa ya, a las 7:20, 7:22 y asÃ. El cielo se relamÃa por mojarme, ¿serÃa que me verÃa indefenso? y me lanzó una tenue llovizna como para ver que hacÃa yo. Y yo pedà (la madre naturaleza tiene a veces estos ensañamientos) a los policÃas que bajaron con un gesto como diciendo â¿viste gil?â que me subieran. Y vi, claro que vi. Es de aclarar que jamás me molestó pedir ayuda, es más se que en cada humano que anda por ahÃ, (¿por dónde?), por ahÃ... (Ah!), hay un ser dispuesto a hecharnos una mano. En este sentido, Jujuy es un paraÃso. La cosa fue mágica: un brazo por aquÃ, otro por allá...âListo señor.â Listo dije: â¿Vió que no era para tanto?â, No, no era para tanto ni para tontos, pensé, mientras temblaba del cagazo. Agradecà diez veces la buena voluntad; de ahà en más todo fue sencillo: ascensor, primer piso, pasillo a la derecha. SentÃa que estaba en el corazón (bue...en alguna arteria) de la Casa del Poder. Sonaba bien: La Casa del Poder, por lo menos potente, compacta y, además, abstracta. Hora: 8 menos nada. Estaba en mi casa, con mis empleados, secretarios, ministros...¡Qué estúpido!, me la creÃa: âBuen dÃa, el Sr. Mengano ¿es usted?â âNo, no soy pero quisieraâ dijo un caballero con una risita burlona. â¡Ah! -dije- ¿por qué le gustarÃa ser mengano?â âPorque él es jefe y yo empleadoâ. Su tono no era de broma, sino de buen humor, y continuó âel Señor Mengano llega a las 8:30â. Ahà sà sentà que un microvolcán querÃa erupcionar por mis ojos, por mi boca y por cuanto orificio hay en mi cuerpo humano, â¿8:30?â repetà ofuscado, âSÃ, 8:30 reafirmó el empleado y agregó âYa te dije, es el jefeâ.
Me retiré a un rincón al cual bauticé âRincón de la Espera Eternaâ, obvio, sin protocolo, sin cinta para cortar, sin prensa, sin banda de música, en fin sin nada ni nadie. Dije algunas palabras alusivas al momento, me hice el emocionado, me aplaudà un poco y lo estrené ahà nomás, para seguir esoerando. Luego observé no sólo la belleza de la Casa del Poder, sino a otras personas con papeles en las manos que se acercaban y se ubicaban en el mismo âRincón de la Espera Eternaâ. ¿Casualidad?, no, la gente no quiere estar sola.
AsÃ, con el tiempo a mi favor (¿a mi favor?), empecé a tener fantasÃas sobre el poder. ¿Qué era el poder? ¿era un hombre o varios? ¿era una mujer?, no, mujer seguro que no. El poder, en mi ignorancia, tenÃa género masculino. No se podÃa decir la poder. Y mi cabeza ya no pudo detenerse, llegaban, desconozco de dónde, más hipótesis. De pronto vi venir de lejos a un ñato muy elegante, su perfume y su arrogancia llegaban primero, ¿serÃa él, el poder?, no, no era él, ya que escuché claramente cuando alguien le ordenaba la compra de bizcochitos, y el poder no andarÃa en esos menesteres. Tampoco repartirÃa cafés y medialunas en bandejas gigantes. Al final escuché al Señor Mengano y encaré por otra puerta elegida. Al puro estilo de do mary pingüe ... y fui atendido, evacué mis dudas no sin sentirme algo raro, que sé yo... evacuar en lugares que no son los propios trae incomodidad, hasta que una parte de mà (¿cuál?, qué se yo, una parte), más desconfiado, él me obligaba a preguntarme âcosasâ. El otro costado, mas bien, crédulo, inocente, dijo en algún momento que la máxima representación del poder era el gobernador de turno. La otra, la ácida, puso en tela de juicio tal opinión, y ahà nomás se dio una suerte de discusión interna entre las partes. Y arremetió con todo con una seguidilla de preguntas que no dejaban respirar a la parte crédula, al igual que esos boxeadores que quieren darle nocaut al rival y golpean y golpean sin permitir acción ni reacción.
¿Y si el poder no tuviera rostro ni nombre, ni apellido, ni domicilio fijo? ¿Cómo es el poder?. ¿Será como la corrupción? uno sabe que puede estar en un lugar, que hay plata que âdesapareceâ, pero si uno investiga, es como atrapar un poco de humo con las manos.
Vuelvo al cauce de este rÃo. Yo deseaba saber más y más. Saber si el poder es o se hace. Si es valiente o cobarde. Si es canÃbal. Si tiraniza. Cómo se reproduce. Si es de contar hasta diez o de aplastar a quién lo amenace. Si es singular o plural. Si sufre de alguna enfermedad oculta. Si es estacional o permanente. Si tiene alguna virtud camaleónica. Saber sobre su origen y destino. ¿El poder obligarÃa a la reverencia? ¿de que se nutre dÃa a dÃa?.
Concluida mi ocasional visita a la Casa del Poder, pedà a otros dos policÃas para que hicieran el mismo âtrabajo de bajarmeâ (un brazo por aquÃ, otro por allÃ). Emprendà mi regreso al hogar y créanme fue un placer poner la pava, respirar hondo y tomarme unos mates aunque no hubiera podido con los enigmas; al fin, no sé nada de nada. Quizás haya una similitud entre estas incógnitas y los pasadizos subterráneos de una catedral antigua, con puertas que sólo algunos pueden traspasar.
Al fin, cansado, recordé a Kafka en aquel relato soberbio donde él observaba a un hombre que corre y detrás de éste, otro y uno más. Y todas las hipótesis que surgieron de su mente de escritor, ¿quién corre a quién?, ¿se conocen entre s�, etc., etc.. Pero a diferencia de Franz Kafka, yo no quise cazar brujas, asà que decidà descansar un poco a las 11:30, hora que estrellé esta reflexión contra todas las paredes del universo:
Si el poder es dinero y el dinero es poder, ¿por qué mierda no pueden con una rampa miserable, que vale unos miserables mangos para todos: ancianos, embarazadas, niños que quieran jugar, discapacitados, curas que no quieran agitarse, delincuentes, lastimados, prostitutas, trabajadores, todos, todos, todos, todos. ¡Maldita sea, todos!.
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