El próximo 24 de Marzo âfecha insoslayable para los argentinosâ la editorial Perro Pila presentará el libro de poemas Una marca en la memoria de Andrés Fidalgo. A continuación se reproduce un discurso que hará las veces de prólogo.
Reynaldo Castro
Agradezco a los estudiantes de letras que me invitaron a hablar de/ sobre Andrés Fidalgo. Desde ya digo que esto es una declaración de amor por un hombre que hizo mucho por nosotros. Y, cuando digo nosotros, no me refiero sólo a los escritores.
Para empezar, la idea de homenaje produce en mà sentimientos contradictorios. Por un lado, me parece bien que este tipo de acto se realice en vida del homenajeado y no que el reconocimiento sea post mortem. Muchas veces, nos damos cuenta de cierta felicidad sólo cuando la perdemos. Por eso, digo, me parece bien el reconocimiento en vida. Dudo, eso sÃ, que estas palabras estén a la altura del referente en cuestión.
Pero, por otro lado, la idea de homenaje me molesta porque suena a respeto solemne. El homenaje a veces tiene caracterÃsticas similares a las de un velorio y, casi siempre, tiene un tufillo parecido al que emana en determinadas fechas patrias y religiosas. Es entonces cuando algunos polÃticos se disfrazan de gauchos o simulan âsi eso es posibleâ cara de coya para honrar a la Pachamama. Como no podÃa ser de otra manera, el mismo Fidalgo desconfÃa de los homenajes: âPorque es bien sabido que tales ceremonias arrecian cuando el supuesto favorecido se está yendo, algo asà como discretos empujoncitos para que se vaya nomásâ .
Enmascarado en el humor, Fidalgo dice una verdad que no deberÃa ser descartada en este acto. Ese tipo de humor es un recurso que aparece en gran parte de su obra . No hablo del humor en general, porque el autor emplea uno en particular. Si bien el humor de Fidalgo puede producir la risa ây muchas de sus páginas pueden ser leÃdas a carcajadasâ, les advierto que no se trata de una simple broma; el que piensa eso, se equivoca. Afirmo esto porque una angustia secreta está al acecho en las palabras de Fidalgo. Es un humor que no produce diversión; antes que eso, él practica un humor negro que hace que el lector se rÃa de sà mismo, con todo lo dramático que tiene esa situación.
Pero no me propongo âno al menos aquÃâ desarrollar un análisis de los rasgos de la escritura de Fidalgo. Voy a contar sobre cómo un activo escritor ha ampliado ây lo sigue haciendoâ el campo intelectual; tarea que desmiente, de manera parcial, a la hipótesis de Pierre Bourdieu sobre la lucha por la legitimidad cultural. Ya volveremos sobre esta cuestión.
Fidalgo y yo
Fidalgo, además de ser figura central del movimiento por los derechos humanos de Jujuy y un apellido sobresaliente en la historia de la literatura jujeña, es alguien que está ligado a múltiples historias. Yo me voy a referir a una de ellas, a una historia menos grandiosa que las dos que nombré al comienzo de este párrafo. Voy a hablar de la historia quizás más atorrante: la mÃa.
Como tantos, yo sabÃa que Fidalgo era un escritor importante. Que habÃa sido uno de los cinco directores de Tarja y que su Panorama de la literatura jujeña es un libro indispensable para esta región. De Tarja mucho se ha dicho y no tengo tiempo aquà para aportar más. Sà quiero recordar una cuestión referida al Panorama que me enteré hace poco. Fidalgo ya habÃa mandado el manuscrito a la editorial La Rosa Blindada cuando, el 20 de noviembre de 1974 (dentro de unos dÃas se cumplen treinta años), quedó detenido a disposición del Poder Ejecutivo de la Nación (PEN). Nunca fue fácil ser abogado de gremialistas y presos polÃticos, mucho menos lo fue en la década del setenta. El asunto es que aquella vez, Nélida âla mujer de Andrés, no hay que olvidar la importancia de la lugarteniente Nélida en todo esta historiaâ le envió un cheque a José Luis Mangieri, el director de la editorial polÃtica que todavÃa hoy promueve libros que muerden. La intención de la mujer era apurar la edición para que, de ese modo, se revuelva el avispero intelectual por la injusta detención del escritor. A los pocos dÃas, una carta llegó al barrio Ciudad de Nieva. âNegra del alma mÃaâ, asà comenzaba. â¿Cómo se te ocurre que le voy a cobrar al amigo en desgracia?â. Además de las lÃneas de Mangieri, el sobre contenÃa al cheque roto en tantos pedacitos que era imposible reconstruirlo.
Esa imagen del escritor encarcelado y un libro empujado por su mujer y el editor es una de las más fuertes de la historia intelectual moderna. La esperanza de que un libro puede ayudar a denunciar una injusticia hoy suena a ingenuidad manifiesta, pero en aquellos primeros meses del â75 tenÃa un significado muy fuerte: esa imagen expresaba la dignidad del lenguaje y el compromiso militante.
No existe otro intelectual âno en Jujuy, por lo menosâ que encarne esa figura moderna que denuncia con la palabra precisa. Fidalgo es el último representante del intelectual clásico: alguien que se comporta de acuerdo a una ética insobornable, que pone su energÃa creadora a favor de sectores desprotegidos y que se manifiesta públicamente en contra del poder.
Yo no sabÃa todo esto cuando conocà a Fidalgo. La anécdota con Mangieri la conocà hace unos pocos años. Ya les dije: Fidalgo forma parte de mi historia como atorrante del campo literario local.
Cuando lo conocà estábamos en medio del fervor de la restauración democrática. Yo dirigÃa una revista plebeya que costaba un peso y tuve la osadÃa de dejarla en la librerÃa Horizonte, que entonces estaba en Alvear y Balcarce. Me acuerdo que el librero âun gallego muy cultoâ, a los pocos dÃas, me dijo: âTu revista la compró Fidalgoâ. De inmediato yo traduje: âNos leen los escritores importantes de Jujuyâ. El librero vio mi cara y me aclaró que Fidalgo compraba todo el material que se publicaba de los autores locales pero ya no lo escuché. Yo, para qué les voy a mentir, estaba más agrandado que Tizón cuando se enteró de la candidatura para el Premio Nobel de Literatura.
El reconocimiento de Fidalgo como un referente intelectual fue una cuestión unánime para un grupo de poetas jóvenes de los años ochenta. PartÃamos de otro faro: Néstor Groppa, quien generosamente habÃa publicado nuestros primeros poemas en el suplemento literario del Pregón y esa circulación hizo que nos conociéramos aquellos que buscábamos hermanos mayores y no encontramos nada más que trabajos sueltos de Luis Wayar, en el mismo suplemento, y la certeza de que otros compañeros de la generación de Wayar no habÃan vuelto del exilio.
Es decir, partÃamos âexceptuando las obras de Groppa y Fidalgoâ de la nada. No por un gesto vanguardista, sino porque la literatura, al igual que otros campos, era una tierra devastada por la última dictadura. En ese panorama, la presencia de Fidalgo fue, para todos, un apoyo fundamental .
Una de las cosas que más me impactó de Fidalgo es que pensaba a la literatura ligada de manera directa con la sociedad. Ãl no reproducÃa esas teorÃas de modas que enceguecen a algunos profesores ni trataba de hacer encajar ejemplos locales para justificar conceptos globales. Fidalgo encara, en ese sentido, al último de los intelectuales frontales de esta tierra de fronteras.
La década prodigiosa
A fines de los ochenta, ya se habÃa consolidado una renovación poética en esta provincia. Por esa razón, compilé una antologÃa que se llamó Nueva poesÃa de Jujuy y la persona encargada de presentarla fue âno podÃa ser de otra maneraâ Andrés Fidalgo. Recuerdo que conocà a Ãlvaro Cormenzana el mismo dÃa de la presentación del libro; entonces se hablaba mucho de él y distintas versiones circulaban. HabÃa estado durante los últimos años en Tucumán con altibajos de salud y no sabÃamos si él aceptaba la palabra de Fidalgo como el resto de los poetas incluidos en la antologÃa. Me acuerdo que Pablo Baca le habÃa advertido que tuviera cuidado porque para todos (Ernesto Aguirre, Baca, Jorge Accame, Estela MamanÃ, Nélida Cañas, Ramiro Tizón) Fidalgo ya era un referente ineludible. Cormenzana amenazaba desde Tucumán: âSi el âViejoâ dice algo que no corresponde, yo le voy a responderâ.
Una aclaración. Esto que parece irreverente ây de alguna manera lo esâ tiene una explicación: nosotros éramos muy jóvenes y Fidalgo tenÃa algo más de setenta años. Ãl ya era, como puede inferirse, un viejo sabio.
Vuelvo al acto de la presentación. Esa noche todos estábamos muy ansiosos. No sólo por la presentación del libro, sino por las palabras de Fidalgo y Cormenzana. Sospechábamos que el âViejoâ nos iba a bendecir porque ya habÃa presentado u opinado favorablemente a algunos libros iniciales de algunos autores incluidos. TemÃamos lo que pudiera decir Cormenzana porque para entonces él era un escritor excéntrico: se empeñaba en boicotear cualquier posibilidad de editar sus poemas, además habÃa sufrido varios ataques psicóticos y, paralelamente, tenÃa momentos de extremada lucidez. En ese momento, muchos considerábamos a Cormenzana como el mejor poeta de la generación posdictatorial.
Aquella noche las palabras de Fidalgo fueron consagratorias para aquella generación. Contrariamente a los pronósticos agoreros, Cormenzana no sólo agradeció al âViejoâ sino que fue el más efusivo con él y, además, cautivó al público presente. No recuerdo la fecha pero estoy seguro de que fue en julio de 1991 porque hacÃa un frÃo que sólo fue combatido con el vino que robamos del acto de presentación para una parranda que duró hasta el otro dÃa.
Una joda similar armamos en Palpalá, creo que unos meses después, en un Encuentro de Escritores. Vinieron VÃctor Redondo de la editorial Ãltimo Reino, Cristina Siscar de la revista Humor, varios poetas de Salta, Córdoba y Tucumán y estaba toda la plana mayor de lo que ya se llamaba la Nueva PoesÃa. Por supuesto que corrió el vino y la planificación se nos vino abajo. Una de las cuestiones que habÃamos planificado era un viaje a la Quebrada de Humahuaca. Nélida y Andrés habÃan quedado en esperarnos en una esquina de Ciudad de Nieva para no tener que trasladarse hasta Palpalá. Pasamos dos o tres horas más tarde de lo acordado. Pensábamos ir por la casa de ellos a pedirles disculpas, pero grande fue nuestra sorpresa cuando los vimos en la esquina señalada, los dos estaban con su bolsito como si en vez de horas nos hubiésemos demorado minutos; como si los importantes fuésemos nosotros y no ellos. Esa fue una lección de humildad que aprendà ese dÃa. Ahora, ya no me emborracho tan seguido pero, cuando lo hago, me convierto en un alcohólico respetuoso de los horarios.
Hablando de horarios, no hace falta haber tomado vino para darse cuenta de que estoy abusando del tiempo que ustedes me prestan. Si están de acuerdo, la corto aquà y quedamos en vernos otro dÃa...
âFidalgo es un tipo que se merece todo el tiempo, ¿por qué no nos cuenta otras historias de él que no figuran en los libros? âpregunta una estudiante que gusta de leer entrelÃneas.
âBueno, âa pedido del públicoâ, sigo con algunas anécdotas más.
En 1999, nuestro homenajeado cumplió ochenta años y varios nos confabulamos para armarle una fiesta de cumpleaños. Para empezar, varios dÃas antes, lo trajimos a Mangieri, él estuvo clandestino soportando reuniones embebidas de poesÃa y alcohol. Nélida, por su parte, compró una computadora en la que después se escribió el libro documental Jujuy, 1966-1983, que demuestra, casi sin adjetivos, el accionar represivo del terrorismo de Estado en esta provincia.
Además, en unos dÃas previos, resolvimos entre varios editar un regalo inédito. Porque, imaginen ustedes el dilema que se presenta cuando uno quiere regalar un libro a un escritor que ha leÃdo casi todo; se corre el riesgo de regalar un libro que ya fue devorado por el cumpleañero. Por eso, en la computadora de Alejandro Carrizo editamos un folleto que tenÃa textos de casi todos lo que habÃamos sido âbendecidosâ alguna vez por el âViejoâ. TenÃamos una foto muy mala y, frente a esa dificultad, decidimos aplicarle una malla digital que nos permitió deformarla hasta que la imagen adquirió un aspecto satÃrico.
Alejandro, me acuerdo, ya le habÃa puesto el tÃtulo al folleto: âHomenaje a Andrés Fidalgoâ. Yo, en esos meses, me habÃa enterado por un tÃtulo sensacionalista, que mi abuelo habÃa sido golpeado por el accionar errático de un remisero palpaleño. La noticia estaba titulada como âOctogenario atropelladoâ y no habÃa pasado de un susto y algunos raspones. No dude un instante y combiné ese tÃtulo con una pelÃcula de Leonardo Favio. Asà nació el âOctogenario, las pelotasâ.
Alguien preguntó si el âViejoâ no se irÃa a calentar. Entonces, le sugerà a âAlejandrinoâ (yo le digo asà después del poema que publicó en ese folleto) que agregue a la palabra homenaje, en el subtÃtulo, el prefijo âAntiâ. De esa manera, casi de la mano de Nicanor Parra, editamos un ejemplar que se presentó en la casa de Fidalgo el mismo dÃa de su cumpleaños.
Ya en otras oportunidades hablé del libro Jujuy, 1966/1983 por lo que no pienso agobiarlos aquà ni ahora. Sà me interesa dejar constancia de una cuestión que les hablé al comienzo de esta charla: el campo literario se vio enriquecido gracias a la obra de Fidalgo. Digo esto no sólo por su Panorama sino porque él nunca dejó de comprar, clasificar y ordenar las producciones de los autores locales.
En 1993, salió un libro muy interesante que da cuenta esto que digo. Se trata de una âexposiciónâ donde están âcasi todosâ los que hasta esa fecha han escrito con âcierta competencia y difusión perceptiblesâ. En el prólogo de ese libro titulado PoesÃa y prosa en Jujuy: Hasta 1993, Fidalgo afirma: âAlentados, ignorados y en algún caso, perseguidos; por las razones más diversas que oscilan entre la vanidad y esfuerzos o sacrificios encomiables; quienes quieren expresar, comunicar, conmover, cuestionar, por medio de la escritura en función estética, esperamos vean en esta publicación, cierto modo de reconocimiento y estÃmuloâ.
La declaración con que se cierra aquél prólogo es un resumen perfecto del programa de ampliación del campo literario que su autor cumplió al pie de la letra. Por eso, cuando comencé con estas palabras, yo les dije que él desmiente de manera parcial la hipótesis del sociólogo francés sobre la construcción del campo intelectual: Fidalgo aumentó las dimensiones de ese campo pero no propuso âno al menos de manera explÃcitaâ la lucha por la legitimidad cultural. Al contrario, su accionar siempre resultó generoso.
Ya les conté que, cuando lo conocÃ, yo editaba una modesta revista de un peso. Ahora edito otra que se llama Nadie olvida nada, tiene más pretensiones que la de otrora, pero también cuesta un peso (como verán, no progresé mucho). La novedad es que ahora la dirige el âViejoâ, el octogenario generoso, el que alguna vez escribió:
Primero cantó inocente
y con intención después;
no recuerdo su apellido
pero su nombre era Andrés.
http://reynaldocastro.blogspot.com
Andrés Fidalgo, Escritos casi póstumos, San Salvador de Jujuy, Ediciones Culturales San Salvador, 2003, pág. 116.
No por nada ha escrito un libro âque algunos no supieron digerirloâ titulado ¡SonrÃa, por favor!,San Salvador de Jujuy, Ediciones Buenamontaña, 1991.
Andrés Fidalgo, Panorama de la literatura jujeña, Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1975.
En rigor, habÃa otros jóvenes que también publicaban su revista, pero nosotros no nos reconocÃamos en su estética ni los reconocÃamos como pares.
Andrés Fidalgo, âPrólogoâ en PoesÃa y prosa en Jujuy, tomo 2, San Salvador de Jujuy, Universidad Nacional de Jujuy, 1993, pág. VIII.
Andrés Fidalgo, Aproximaciones a la poesÃa, Buenos Aires, Libros de Tierra Firme, 1986, pág. 17.
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