Susana MarÃa Rozas
La esposa del emperador no solamente debe ser decente sino que, además, debe parecerlo.Â
Proverbio Chino. Prima facie no es evidente el hilo que conecta la pregunta trivial con la orfébrica pieza de sabidurÃa milenaria. Sin embargo existe, y la impensada relación comienza a gestarse a bordo de un micro proveniente de Iquique para Salta, con escala en San Salvador de Jujuy.
Durante aquel trayecto llegaban a mi oÃdo fragmentos de diálogo entre un señor sentado a mi izquierda y otros dos ubicados del otro lado del pasillo. Todos tres muy correctos, bien puestos, bien hablados, bien informados...Los allende el pasillo resultaron ser chilenos de Antofagasta, en viaje de placer y, quizá, de negocios; el sentado de mi lado, compatriota y jujeño.
Arribados a Jujuy, el jujeño, levantándose junto conmigo para descender, preguntó amablemente a los chilenos si ellos también lo harÃan. El de la ventanilla miró al exterior con mal disimulado recelo, el otro, descartó de plano la opción: -¡No, no! Seguimos a Salta. Esto no promete mucho que digamos...Me recuerda al barrio boliviano de Iquique. El de la ventanilla concluyó la inspección, giró la cabeza, levantó una ceja y formuló su duda: -Y aquÃ... ¿Habrá un hotel? El tono cargado de irrisión no pregonaba ni un tantico de fe en la respuesta de signo positivo.
Y yo, que no soy jujeña ni resido aquà pero estoy desde hace años bajo el embrujo del Xibi-Xibi, sentà que un ramalazo de vergüenza me golpeaba la cara y descendà del micro presa de un confuso malestar. Entonces, con la mirada ya no amortiguada por el hábito de la resignación, hube de contemplar la terminal de micros de la ciudad de Jujuy. Vi esa Penélope a la espera del viajero pero... ¡Ay! Penélope mugrosa, desportillada, ungida de entreverados vahos grasientos, desbordado su mÃnimo espacio de cuasi sólidos gases tóxicos, entregada a la multitud de desmandados emprendimientos donde es ella misma la destazada y mercada en cada uno de los tantos lamentables cubÃculos que la sofocan. Penélope imposible, como la de Serrat, atada a la esfera de un reloj que atrasa doscientos años de pautas urbanÃsticas, con todas las marcas del abandono y todo el fragor de la tierra de nadie. ¡Visión desalentadora, si las hay!
Ahora vean, amigos jujeños, esta vergüenza no está en mi karma (básteme la que tengo que sufrir en mis pagos con la incuria que también señorea por allÃ), luego, aquà se la paso...Aquà se la paso, sÃ, y no obstante no siento el alma del todo descargada. Hay como un resto de humillación hecha coraje que rebulle inquieta. Claro, como comprenderán, las impresiones fueron demasiado fuertes para liquidarlas con una mera transferencia. Al cabo, ya no hay dudas; la agitación va en aumento y de improviso rompe los lÃmites establecidos por la prudencia y las buenas maneras y, ahora mismo, muy a mi pesar, irrumpe exasperada con modalidad de exhortación: -¡Hagan algo, ché! Ustedes que tienen la Tacita de Plata, los rÃos, las montañas, las selvas; que tienen el Patrimonio de la Humanidad, que tienen la Puna, que tienen, en fin, tesoros a granel, hagan algo, caramba! ¡Sacúdanse ese pasmo macondiano que tolera vivita y coleando una contradicción tan gruesa como la planteada entre las expectativas en torno a la recepción de turismo contra oferta de belleza y magnificencia y la indecible solidez del recibidor! ¡Asuman la inconveniencia de hacer entrar a los huéspedes por el lado del excusado! Y, a mi modo de encuadre filosófico, reflexionen un poco sobre el dilema "¿PodrÃa una propuesta turÃstica decente sobreponerse a contrarias apariencias?". Aunque esto último no tendrán que hacerlo: los chinos ya lo pensaron por ustedes.
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