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Ariadna Tabera

Una de cal y una de arena

      En la última parte de la campaña, los ojos de los jujeños vieron en diarios locales (o de circulación local), en las paredes (todas las paredes por donde paso para ir a trabajar) y spots publicitarios, a las "parejas" candidateadas por los dos partidos mayoritarios. Al primero y a la segunda. Siempre hay que mantener un cierto orden, y parece que el "orden de prelación" estuvo dado por el sexo: es decir, en primer lugar mejor un hombre, para que "conduzca" bien la fórmula.
      En los afiches ellas debían parecer lindas (en los casos en que fuere posible), alguna intentó una mirada cándida -casi de hija- frente a su compañero bastante más viejo; otra candidata, esta vez de la oposición, parecía raptada de otro afiche, ignorando semióticamente a su compañero de fórmula (yo hubiera hecho lo mismo); otra más puso cara de "yo no fui, no me miren a mí" y salió en la foto con el más peronista. Algún candidato -aunque ganador- pasó desapercibido en los afiches porque ya no tenía bigote; eso sí compartió cartel, en algunos guillados afiches, con la tía mala de Heidi.  Ellos debían aparecer inteligentes (mejor no agregar nada en este punto), pero no me pareció que las fotos fueran lo suficientemente buenas. Creo que sólo en un caso la cara del candidato traducía la incomodidad de estar al lado de una pareja tan despareja. La candidata del café se puso un trajecito de color claro para destacar entre los correligionarios, no fuera cosa de que la confundieran (me pareció una buena estrategia). Del candidato a concejal imprescindible, no hace falta que hable, el cambio jujeño es impracticable. La libertad y la democracia responsable tenían demasiada sonrisa en la cara, para no parecer caretas. Hubo una pareja que no fue junta a sacarse la foto, cada uno parece que estuviera solo (me gustaría saber qué miran los candidatos mientras el fotógrafo hace su trabajo, ¿al futuro? ¿de quién?, porque no jodan que por algo sonríen).  Y entre las parejas de candidatos, aparecían afiches con los padres de la democracia actual, con los brazos en alto pero en posición de monstruo que controla los músculos justo antes de asustar al pibe en una película.
      Tuve la suerte de no ver imágenes del espía soviético de la Guerra Fría, ese agente de Kaos candidato a concejal, Sigfrid. De los candidatos del oficialismo no pude encontrar una foto completa antes de que salieran a la cancha. Eso sí hacía falta.
      Con el pasar de los días, frente a tanto afiche, empezó a resonarme en la cabeza aquella frase "Una de cal y una de arena". Confieso que nunca supe cuál era el elemento negativo y cuál el positivo en esa frase popular, que expresa una idea doble acerca del mismo fenómeno, "una buena y una mala".
      Mi percepción sobre esto -discúlpeme que me tome el atrevimiento de expresarla- es que en esas "duplas" me parecía ver siempre que uno de los dos "candidatos" era un poquititititito mejor que el otro. Un poquitititito menos peor. Y pensaba, si entre toda esta bazofia electoral tengo que elegir a uno/a, puedo. Pero a los dos juntos, no. Me hubiera gustado cortar los votos no para cada categoría sino tratar de hacer un collage de nombres, una ensaladita un poco menos venenosa, que este guiso grasoso. Lástima, hubiera sentido que podía votar por algo, votar en positivo.
      Escuché a mucha gente haciendo un análisis diferente frente a las elecciones en este octubre, no sólo en Jujuy sino también en Córdoba (aunque me da la impresión de que es un proceso que empezó hace un tiempo, después de tanta desilusión traducida no sólo en lo ideológico, constantemente minado y desvalorizado, sino en el sufrimiento en carne propia por los grandes cataclismos que nos supimos conseguir, y que da la impresión de que no sabemos evitar). "Ni voto en blanco, ni voto anulado, voto al que seguro que no gana, para qué voy a avalar a todos estos", junto a una detallada y concienzuda lista de cómo se distribuyen los votos en blanco, etc. (una buena, por lo menos nos ponemos las pilas para saber bien cómo funciona el sistema). Tal vez el crecimiento del caudal de votos a la izquierda tenga que ver con esto. De todas maneras, se podría llamar no-voto (anti voto) a este sufragio que legitima por la negativa, que apoya al que se sabe "perdedor". Supongo que también hubo voto negativo, “voto-venganza” por los rejuntes de las listas, las promesas mal hechas e incumplidas, en fin... y por eso LyDER creció aunque no alcanzó. Es que la democracia responsable es una utopía.
      Una vez más hemos elegido, señores. Y cada dos años se renueva mi espanto porque los seguimos aunque nos defrauden (y tal vez sólo por eso), porque queremos vivir en un país "normal", en serio, pero no comprendemos que es un contrasentido que haya una elite gobernante que lleve el mismo apellido en un par de provincias, y que a pesar del discurso democrático (y algunas acciones en este sentido), tiene aires de absolutismo; que la raíz democrática está podrida porque la oposición busca asegurarse esa banquita (banquetita), la única necesaria para mantener un nivel de participación e imagen. Lo mínimo indispensable que asegura la estabilidad pero no el crecimiento. La última jugada fuerte fue a casi un mes de las elecciones y después nada, flotar sobre los mismos temas, ninguna carta guardada, ninguna estrategia efectista (ni siquiera eso). Y la poca delicadeza de no dejar espacios para los que vienen detrás de las “cabezas”, para que no crezcan ni puedan respirar por sí mismos. Todos tienen que estar bien sujetos, bien atados a las grandes cuerdas que sostienen, que amamantan lo suficiente para que la muerte no sobrevenga (porque el alimento no alcanza para más). Nadie sobresale, no es posible en este esquema (ni en la oposición ni en el oficialismo), porque sobresalir implica que tenés el cuello demasiado lejos y es más fácil que te corten la cabeza. La sombra del de arriba tiene que ser más larga que la de los de abajo. Arriba no hay mujeres (¿es que no vieron aquella película de directora norteamericana, con algunos actores brasileños y estrella española “Mujeres arriba”?).
      Da la impresión de que nos seguimos rindiendo frente a las inauguraciones a último momento y ante los proyectos a dos años (justo para las próximas elecciones, oh casualidad). Esas obras que se estiiiiiiiiiiiran para poder llegar a tiempo al momento más adecuado para los candidatos, para los aparatos. Y ante las imágenes de la grandeza constructiva, nos rendimos (pareciera que la neurona se marea, todo le da vueltas y pum, se desmaya, para despertarse el lunes después, en estado de resaca).
      Lograr que este sea un país "en serio" no es posible así como venimos, porque lamentablemente los estragos en el sistema educativo todavía no están dando sus más amargos frutos (ni qué hablar de los efectos definitivos de la desnutrición infantil, de la destrucción de la familia, de las consecuencias psicológicas de la falta de trabajo para aquellos que sobreviven como pueden en el día a día, pero cuyas vidas han cambiado para siempre y no tienen esperanza de modificar su situación para mejor); porque nuestros políticos, nuestros funcionarios, no necesitan elegantes vestimentas, ni renombrados peluqueros, ni calzado sobrevaluado, ni autos importados, que los acompañen como atributos de sus posiciones (tanta ostentación frente al hambre), marcando la diferencia entre el votado y el votante. Necesitan terapia. Y nosotros también.






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