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Murales en Libertador
General San Martín

Homenaje al pueblo guaraní

      En octubre pasado se inauguraron en la ciudad de Libertador General San Martín la Plaza y la Avenida de los Guaraníes, obra de características no habituales en los municipios de la provincia, dada su belleza y simbolismo. Fue planteada por el intendente Marcelo Llanos a los efectos, en sus palabras, de “hacer un reconocimiento al pueblo ava guaraní, que es como decir, reconocer a la cultura original de la región”. Así es que convocó al arquitecto Raúl Cheli para el diseño y ejecución de las estructuras y a la artista Kiki Teruel para la realización de los murales. 
      Se trata de dos torres, construidas con piedras seleccionadas y llevadas desde el Río Ledesma, emplazadas en dos fuentes, también de piedras, y una tercera fuente desde la que se recicla el agua permanentemente. Los cuatro murales (cuyas fotos y descripción están en la siguiente página. Ver color en la contratapa) están ubicados de a dos, a los lados en cada una de las torres. Cheli, que también tiene el hábito y la vocación de la pintura, destacó que “la idea y el material de las torres y las fuentes tendieron al lucimiento, al realce de la cerámica; me parecía importante que todo se integrara: el uso de la piedra, que interviniera el agua, como una actitud plástica relativa también al hábitat ancestral de la cultura que se quería homenajear desde el Municipio. Toda la obra fue hecha con la idea de contener y destacar los murales”.
      Sylvia Aguiar de Teruel, conocida artista de Jujuy, manifestó que “los cuatro murales fueron realizados sobre placas cerámicas, con cuerda seca y esmaltes de alta temperatura” agregando que la elaboración de los mismos, que llevó algo más de seis meses de intenso trabajo, implicó una investigación previa sobre las características, las costumbres, los hábitos, etc., de la historia del pueblo guaraní. “Entre otra mucha bibliografía que consulté -dijo- quiero destacar las obras de las investigadoras locales Adelina Toro de Berbel, autora del libro ‘Del arete al pin pin’ y ‘Misiones, economía y sociedad. La frontera chaqueña del Noroeste Argentino en el Siglo XIX’ de Ana Teruel, que implicaron un gran aporte y me permitieron conocer un poco más la cultura guaraní, cuyo pueblo, por razones largas de enumerar pero que todos de alguna manera conocemos, merecía este homenaje, este reconocimiento -entre otros muchos que aún faltan- y para mí ha tenido especial significación participar de él”.

 

El pin pin, actual carnaval de absoluta vigencia en la zona, originado en el “arete”; es una celebración intra e inter comunal por antonomasia. Se advierte que en ella “todas las fuerzas vivas de la comunidad, se vuelcan y confunden en un mismo entusiasmo y regocijo. Símbolos y creencias religiosas vibran en todo su color y fuerza, escondidas detrás de las máscaras traen a colación los sentimientos e inspiraciones que siguen sustentando la identidad de este pueblo. Se vive casi en un terreno de trascendencia religiosa” (Pifarré, Los guaraní-chiriguano. Historia de un pueblo. CIPCA. La Paz. 1990).

La zafra, cuyo trabajo consiste, sin duda, en el más importante para la población chiriguana. Las salidas temporales para trabajar en los ingenios azucareros del norte argentino en los períodos de cosecha, si bien se iniciaron en la época colonial, se incrementaron a partir del siglo XIX. Estos movimientos de inmigración y reubicación en búsqueda de nuevas tierras no significaron la pérdida de libertad ni de la identidad de este pueblo; al contrario, pueden ser considerados como prueba de su capacidad de adaptación frente a situaciones nuevas, tanto ecológicas, como económicas, sociales y políticas.

El “tenta” o comunidad primitiva. Equivalía a una unidad social con relativa autonomía económica y política. Elegía para su reubicación un terreno de preferencia un poco alto, para no ser fácilmente sorprendidos por ataques inesperados. Disponer de agua próxima era un factor determinante. La casa habitación mantenía una unidad importante con el patio (oka); allí se depositaban las tinajas y se mantenían convites y reuniones. En la sociedad chiriguana la caza, pesca, desmonte y siembra del maíz correspondían a los hombres. Transportar el agua, la leña, el maíz, molerlo y cocinar, hilar y tejer, eran tareas de la mujer.

El hombre con la naturaleza, relación que fue alterándose desde la llegada de los españoles, sobre todo en los s. XIX y XX con el desarrollo de la ganadería, la agricultura intensiva, el crecimiento de las ciudades y la actividad industrial. Se seleccionaron elementos de la flora y fauna de la región. El palo borracho da cabida a especies del lugar: yarará, yaguareté, anta, corzuela, acutí rojizo, carpincho y chancho del monte. El hombre, cuyos brazos se prolongan en las ramas del árbol, sostiene otras especies más pequeñas: ardilla roja y coendú y aves: pava del monte, tucán, guacamayo verde, surucuá de cola barrada, yapú y urraca.






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