a bubu
Desde niño aprendà que la cabeza es la parte más importante del cuerpo, casi tanto como las manos para quien toca la guitarra, acaricia un seno de su muñeca, o pretende comer una pata de pollo. Alguien, muy descabellado, quiso demostrarme que a veces eso no es del todo cierto, es más, que la cabeza puede faltar o quedar bien guardada en una caja o colgada en una percha y el mundo sigue.
Por mi parte he visto caer muchas cabezas.
Cabezas célebres, que todavÃa suenan.
Otras silenciosas, porque son muchas.
Cabezas que ruedan campo abajo,
como manzanas, que piensan rodando, que no olvidan.
Cabezas que sonrÃen guiñando sólo un ojo,
cabezas que pican
y pican hasta el rÃo
cortadas por la muerte,
ay! por donde más duele,
a la altura del cuello,
atadas con moño, con cintas, con lazos,
cabezas preciosas.
Cabezas calvas que pasan frunciendo el ceño,
pensando en lo pasado,
con el debe y el haber
entre las sienes.
Cabezas gordas que comen queso
y sudan comiendo.
Y cuántas cabezas
con su cabeza entre las manos,
con su dedo en la oreja,
y cuántas manos sin sus cabezas.
Hay también cabezas de niños torturadas,
hartas
de tantas palabras sabias.
Y en un cuarto sin luz,
los amantes,
fugados al atardecer,
se besan, lloran, sueñan,
y rÃen, rÃen
porque han perdido la cabeza.
                                                                             Ramiro Tizón
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